i se coloca en perspectiva 2012, más allá de lo electoral, se ve necesario que surga un movimiento desde la sociedad que tenga la aspiración y la fuerza de que hubo en 1968, con la capacidad organizativa y solidaria de 1985 y la contundencia democrática de 1988.
Un movimiento con estas características tendría contundencia nacional para generar desde la sociedad civil la construcción de una alternativa ciudadana y un proyecto de nación opuesto a lo que hoy ofrecen partidos, candidatos en ciernes y gobernantes.
La alternativa ciudadana no podría ser un movimiento abstencionista, sino que su fuerza obligara al cambio de reglas, haciendo protagonistas dinámicos del proceso político-nacional a los ciudadanos organizados liberándose del secuestro de decisiones que el actual sistema de partidos, legisladores y gobernantes han impuesto al pueblo de México.
Debe ser un movimiento en lucha por la soberanía, las libertades democráticas y la inclusión. Por naturaleza debe ser un movimiento progresista, generador de un pensamiento político nuevo, de propuestas generales y específicas contra los dos grandes peligros que se ciernen sobre el país: la continuidad del neoliberalismo y la restauración del viejo régimen.
Para los intereses especulativos globales, para el gran capital, todos los estados nacionales, incluyendo el nuestro, somos estados fallidos
. El sometimiento del Estado a los requerimientos de la especulación financiera nos deja sin posibilidades ni sustento. Para el proyecto democrático, la lucha por la soberanía es fundamental para recuperar legitimidad, justicia, libertad, gobiernos y decisiones en favor del pueblo. Necesariamente, la alternativa ciudadana deberá tener un principio de solidaridad en lucha contra la desigualdad social, cuestionando el régimen de dádivas y clientelismo, por uno de generación de economía, empleos y mejoras salariales. Ninguna perspectiva democrática podrá sustentarse sin una visión económica clara contra las consecuencias de 22 años de neoliberalismo y sometimiento del Estado nacional a los especuladores, monopolios y la oligarquía política-financiera.
La alternativa ciudadana como suma cualitativa de los ejes de 1968, 1985 y 1988 deberá construirse como opción contra la restauración del viejo régimen y lo que sumó para sus fines, utilizando la alternancia en el poder. Por ello, deberá ser una opción contra el neoliberalismo y la restauración que opera ya en todos los partidos políticos, con formas electoreras, vacías, personalistas, pretendiendo legitimar su regreso con actos mediáticos, encuestas y la reinvención de la historia.
Hasta ahora, las reglas partidarias han impuesto a la sociedad civil como única función, votar y consumir. Dos actos que aislados no significan ni democracia ni sustentabilidad económica, pues convierte a cada ciudadano en lo individual en un objeto del sistema clientelar, manipulado por sus necesidades, que termina siendo la base de un régimen autoritario y decimonónico. Hoy las grandes debilidades en el ejercicio de la ciudadanía, el individualismo y la desorganización social, así como los derechos a decidir son la base para la restauración del viejo régimen y la hegemonía del neoliberalismo.
Este peligro requiere que la construcción de ciudadanía tenga la noción de independencia y autonomía respecto de las fuerzas del neoliberalismo y la restauración que hoy se apoya en personajes de todos los partidos políticos, comentaristas, analistas, intelectuales y académicos que se valen de la crítica para que todo quede igual. El peligro es seguir alimentando a quienes se benefician del fracaso nacional.
Los grandes movimientos que hicieron posible los cambios más profundos del país han tenido una gran fuerza organizadora. Fueron los movimientos los que crearon partidos, pero ahora son incapaces de generar movilidad, organización social independiente y pensamiento democrático. Los partidos paralizan, no dinamizan. Hoy una clase política encerrada y cerrada pretende imponer las decisiones del futuro, ofreciendo la salida falsa de un proceso electoral vacío que no responde ya a las expectativas del pueblo mexicano ni crean legitimidad.
Esta clase política cerrada y encerrada somete toda la perspectiva nacional al determinismo de la crisis económica mundial y deja como única opción la posible recuperación del sistema financiero de Estados Unidos, continuando con la transferencia de la economía real y productiva a la especulativa.
La única opción es liberar las fuerzas de la sociedad, de la producción, del trabajo. La opción es una democracia fuerte, no la que plantean los candidatos. Hay que ver horizontalmente hacia el compañero de trabajo, al vecino, al de al lado, a la persona con la que viajamos apretados en el transporte público o en el embotellamiento. Hay que superar el individualismo.
El reto es una sociedad organizada, informada y politizada. El reto es la acción popular contra el neoliberalismo y la restauración del viejo régimen.
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