l presidente del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal, Édgar Elías Azar, rindió hace unos días el tercer informe anual de su gestión y junto con los datos estadísticos de expedientes, juicios a cargo de magistrados y jueces, sentencias dictadas y otros detalles sobre la actividad del Poder Judicial de la ciudad, tocó otros temas. Entre ellos, el relativo al mejoramiento material de oficinas y área de trabajo, un caso destacado, (opino yo), fue el arreglo, limpieza y reparación del hermoso edificio de Niños Héroes, que recuperó dignidad y elegancia. También, como ya es costumbre en los informes de labores, aun en los del Poder Judicial, hubo un mensaje sobre asuntos políticos y sobre políticas concretas.
Se refirió el magistrado presidente a la necesidad de nuevos espacios, personal capacitado y equipo adecuado para la nueva justicia especializada en adolescentes y niños, preocupante capítulo que se agrava en todo el país.
No sólo es el dramático caso del jovencito, casi niño, que fue instrumento de una banda para cometer homicidios, asunto que por cierto, fue tratado con irresponsabilidad, morbo y falta de ética por muchos medios de comunicación; sino especialmente por el alarmante dato aportado en el informe del incremento de la presencia de cada vez más personas jóvenes en casos de violencia y delitos de impacto social.
Destacó el magistrado que en la ciudad de México se afronta el problema atacando causas y efectos; destacó que no es sólo con más policías y con más años de cárcel, sino buscando evitar las causas económicas y sociales del fenómeno, como se debe enfrentar. En efecto, en la ciudad de México el enfoque respecto de la delincuencia en general y de la delincuencia juvenil en especial, ha sido diferente al de otras partes; baste recordar la Universidad Autónoma de la Ciudad de México y las preparatorias sembradas en zonas pobres y marginadas por el gobierno anterior y las becas Prepa sí del gobierno actual.
Se puso el dedo en la llaga; es muy grave la violencia, pero es mayor el daño a la sociedad, si participan adolescentes y jóvenes; no serán suficientes los esfuerzos que se hagan en todas las áreas de gobierno para evitar que sean los que empiezan a vivir en colectividad, al dejar la niñez, los reclutados por las bandas para llevar a cabo acciones encaminadas a herir, lastimar y asesinar.
Elías Azar urgió a contar con una efectiva política de atención a jóvenes y reconoció que en este capítulo algo está fallando. Ciertamente se están perdiendo sectores muy grandes de las actuales generaciones jóvenes sin que las acciones preventivas o represivas hayan dado los resultados esperados, por el contrario, parece que el fenómeno se extiende y no hay autoridad que lo detenga y lo corrija.
Un factor al que no se refirió el informe que comento, no era su tema, es el de la influencia de la televisión en la educación actual. Se señala frecuentemente que la seguridad y el respeto se enseñan en la casa, en el hogar, por lo que los primeros responsables de lo que pase en el país son los padres, pero se soslaya que ya no son éstos la autoridad central y punto de referencia indispensable para los niños y los jóvenes, han sido sustituidos en buena medida por la televisión y su variopinta fauna vacua e irresponsable.
Los modales, las formas de tratarse entre parejas, las maneras de hablar y comportarse, son aprehendidos por los niños de los peores modelos posibles mediante las pantallas de televisión. Por supuesto, se tiene que entrenar a jueces, defensores y fiscales, adecuar oficinas y reclusorios, se tienen que abrir escuelas y campos deportivos, pero será sumamente difícil incidir a fondo en la conducta de los nuevos integrantes de la sociedad que pasan de la niñez a la adolescencia, con la deplorable e inmoral televisión que padecemos. Es necesaria una administración de justicia especial para jóvenes, pero también una educación y socialización inteligentes y responsables a cargo de toda la sociedad, en especial de los medios hoy tan importantes.