Desde que llegó a México para establecerse de manera definitiva, en 1982, la fagotista de origen estadunidense Wendy Holdaway se ha distinguido por su empeño y trabajo orientados a la creación y la difusión de nuevo repertorio.

En su opinión, hasta la fecha el fagot es un instrumento poco conocido, aprovechado y difundido, no obstante que su historia se remonta más allá de cuatro siglos y es el mejor instrumento de una orquesta.

Producto de esa tarea son ya dos docenas de obras las que compositores mexicanos han escrito para fagot solo, dedicadas a esa intérprete, las cuales, sumadas a las que ha comisionado o propiciado desde los dos ensambles de los que ella es integrante, el Trío Neos y el Quinteto de Alientos de la Ciudad de México, rebasan ya la centena de partituras.

Ahora, Wendy Holdaway acaba de lanzar su primer disco compacto dedicado al fagot en su condición de solista, De tus manos brotan pájaros, integrado de manera exclusiva por música de autores nacionales, el cual presentó el jueves pasado en la Sala Hermilo Novelo del Centro Cultural Ollin Yoliztli.

Siempre me ha parecido muy importante la labor de participar en la creación de la nueva música mexicana y difundirla. Y la mejor manera de hacerlo es mediante grabaciones, señala la intérprete en entrevista.

El acto contó con la participación de los compositores Mario Lavista, Javier Álvarez y Rodrigo Sigal, de quienes se incluyeron sendas obras en dicho álbum, además de que la fagotista interpretó un par de piezas de los dos primeros autores en mención.

Los otros compositores incluidos en ese material, producido por el Centro Mexicano para la Música y las Artes Sonoras, la Secretaría de Cultura de Michoacán y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, son Federico Ibarra, Manuel Enríquez y Ramón Montes de Oca, estos dos últimos ya fallecidos.

Las seis obras reunidas en el disco son totalmente diferentes entre sí, tanto en estilo y técnica como en lenguaje. Puede encontrarse una pieza para fagot solo, dos para fagot y piano (en las que participa la pianista Ana María Tradatti) y tres para fagot y sonidos electroacústicos, describe la ejecutante.

Wendy Holdaway es atrilista de la Orquesta Sinfónica NacionalFoto María Luisa Severiano

No hay similitud alguna entre las obras; por eso me costó mucho trabajo dar orden al disco. Pensé en un principio hacerlo de forma cronológica de escritura, pero finalmente me decidí por buscar los contrastes, dar cuenta de los cambios más dramáticos, más drásticos entre las obras.

Son 20 años de preparación detrás de este material discográfico, puntualiza Wendy Holdaway, quien explica que tanto tiempo se debe a que ella gusta de colaborar con los autores en la creación de las partituras.

En gran parte de los casos la música contemporánea requiere mucho de la participación de los intérpretes. Por ejemplo, es casi imposible hacer música electroacústica si no se da el binomio de trabajo compositor-intérprete, comenta.

Afortunadamente, pude estar cerca de la creación de las obras del disco, especialmente en las de Mario Lavista, Javier Álvarez y Rodrigo Sigal. Todas son obras que ya he trabajado y estrenado; no pueden tocarse de la noche a la mañana, hay que trabajarlas a fondo. Uno como ejecutante tiene que abrir su alma y pagar con un pedazo de ella por cada obra interpretada.

Voz del alma trágica

Según la atrilista de la Orquesta Sinfónica Nacional y docente, el fagot es un instrumento que aún ofrece mucho por ser explotado. Sucede en todo el mundo, pero en el caso de México es un instrumento poco conocido; aún hay pocos ejecutantes en el país, algo que buscamos cambiar; cada día pueden verse más fagotistas mexicanos en las principales orquestas.

De acuerdo con Wendy Holdaway, “la difusión de un instrumento siempre es labor del intérprete, y para mí el camino ha sido la música mexicana contemporánea. No quiero que lo sigan viendo como instrumento raro, inusual. Es el mejor instrumento de la orquesta, porque tiene más gama de sonido y expresión que cualquier otro de aliento.

Hay pocos instrumentos en la orquesta con la gama del fagot, que puedan ser la voz del alma tan desolada o trágica, como en una sinfonía de Chaikovsky, o el bufón de la orquesta, como siempre se le ha definido.