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Ver día anteriorDomingo 5 de diciembre de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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“Pa’ los toros del Jaral los caballos de allá mesmo”
P

or los rumbos de San Felipe Torres Mochas, camino a Guanajuato, se encuentran los restos de la hacienda de Jaral de Berrio, una de las más grandes y prósperas que hubo en México. Tuvo sus inicios a fines del siglo XVI y se mantuvo vigente hasta los años de la Revolución.

Se destacaba por la crianza de toros bravos y caballos de excelencia. De ahí el dicho que titula la crónica. El notable arquitecto y escultor Manuel Tolsá pidió realizar un concurso para elegir al caballo que le habría de servir de modelo para la escultura ecuestre que representaría al rey Carlos IV, la que conocemos como El Caballito y que ahora preside la bella plaza que lleva el nombre del artista. Salió triunfador El Tambor, garboso equino perteneciente a la hacienda del Jaral.

Se cuenta que el ganado pastaba desde Durango hasta el valle de México. También hacían un buen mezcal que se continúa elaborando y ya tiene certificado de denominación de origen. El dueño era el marqués de Jaral de Berrio, título que lo otorgó el rey Carlos III en 1774 por los generosos apoyos prestados a la corona. Se dice que la familia llegó a poseer 99 haciendas. El tercer marqués fue considerado el hombre más rico de México.

Como es de suponerse los opulentos dueños poseían residencias palaciegas en la ciudad de México. Una de ellas se encuentra situada en la esquina de Isabel la Católica y Venustiano Carranza. Para su construcción contrataron el afamado arquitecto Francisco Guerrero y Torres, quien utilizó los materiales elegantes de la época: tezontle y cantera, esta última como fino adorno labrada por los mejores artesanos.

El palacete presenta dos niveles principales, además de entrepiso y torreón. La portada es impresionante por su tamaño y belleza, que se complementa con las enormes puertas entableradas con chapetones; todo ello coronado al nivel del entrepiso por un óvalo que enmarca el escudo familiar.

Toda la fachada está decorada con molduras de cantera onduladas, destacadamente en la esquina, lo que le da un ritmo encantador, que evita la pesantez que podría tener una construcción de esas dimensiones. En el interior, como era la costumbre, hay dos patios: el principal y el de servicio, en donde estaban las caballerizas y se guardaban los carruajes. Los corredores altos del principal se distinguen por estar sostenidos únicamente por tres arcos, en los que se lee una inscripción alusiva a la edificación de la casa. El detalle más original se encuentra en la escalera de dos rampas, con desarrollo helicoidal, coronada por una cúpula monumental. De la capilla sólo se conserva la cúpula. El impresionante palacio perteneció a los descendientes de los marqueses hasta el año de 1873, dedicándose a diversos usos, hasta que en 1884 lo adquirió el Banco Nacional de México, hoy Banamex, que todavía lo ocupa.

Pensando en el mezcal del Jaral, se nos antojó tomarnos uno para acompañar la botana. Sobre la misma calle de Isabel la Católica, en la esquina con Mesones, se encuentra la cantina La Vaquita, ocupando los bajos de una bellísima casona barroca, con un nicho con escultura y una gran cruz de piedra. En esta casa tuvo su negocio el papá de Carlos Slim y ahora en la parte alta funciona la Fundación del Centro Histórico, que creó el que ahora es el hombre más rico de México.

Volviendo a la cantina, el interior es muy agradable con sus mesas para dominó, columnas con espejos, un lambrín de coloridos azulejos y un paisaje al fresco. La botana que en realidad es una comida completa, cambia diariamente. El día de mi visita consistió en: sopa de ajo con un huevo, chicharrón en salsa verde, tostadas de pata, tortitas de pollo y asado de chuleta fresca. El acompañamiento son tortillas del callejón, una tortillería que se encuentra en un callejón cercano, por lo que llegan calientitas y bolillos de la Joya, que es la panadería vecina, por lo que se disfrutan recién horneados.