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La aspirante del PT tiene 50% de los votos; en el aire, una segunda vuelta, señala sondeo

Temen analistas que si Rousseff arrasa Brasil se mexicanizará

Expertos de izquierda y derecha creen que podría nacer en ese país un hermano del PRI

La candidata oficialista condena la campaña de mentiras soterradas del bajo mundo de la política

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A bordo de un vehículo descubierto, el presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, alza las manos de los candidatos del PT, Dilma Rousseff (a la presidencia) y Aloisio Mercadante (quien busca gobernar el estado de Sao Paulo), este sábado en Sao Bernardo do Campo, Sao Paulo, donde el mandatario saliente comenzó su carrera sindical y políticaFoto Ap
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Periódico La Jornada
Domingo 3 de octubre de 2010, p. 27

Sao Paulo, 2 de octubre. ¿Y qué tenemos a la derecha de Lula, doctor? El miedo a la mexicanización de Brasil. ¿Y a la izquierda del presidente que cierra su mandato con 80 por ciento de aprobación? El miedo a la mexicanización, doctor.

No se teme, claro está, que la sucesora de Lula, sea en primera o segunda vuelta –cuyas probabilidades crecieron según encuestas de última hora– esté tentada a emprender una guerra contra el narcotráfico. Los brasileños a la derecha y a la izquierda de Luiz Inacio Lula da Silva le tienen miedo a que nazca en Brasil un hermano del mexicano Partido Revolucionario Institucional (PRI).

Existe el riesgo de que la democracia se vuelva una simulación política al estilo PRI mexicano si el Partido de los Trabajadores (PT) consigue la proeza de ser hegemónico, ha dicho el ex presidente Fernando Henrique Cardoso, iniciador de un modelo económico que Lula apenas tocó (para citar un botón: Lula mantuvo al frente del Banco Central a Henrique Mairelles, miembro del partido de Cardoso).

Desde el flanco izquierdo, figuras emblemáticas, como el sociólogo Francisco Chico de Oliveira, creen que después de las elecciones de este domingo el PT puede ser una peligrosa combinación del PRI con el peronismo.

Profesor emérito de la Universidad de Sao Paulo y fundador del PT, el partido de Lula, De Oliveira ve en Lula una versión brasileña de Juan Domingo Perón y en su partido un embrión del PRI, por el control que ejerce del aparato del Estado, además de que las disputas internas también son muy feroces, por el presupuesto, por el control de las empresas del Estado.

En los diarios más influyentes de Brasil, De Oliveira sería un moderado, porque abundan los artículos de opinión e incluso noticias que apuntan a un peligro todavía peor que el PRI: Hugo Chávez.

Cesar Maia, articulista de la segunda página del influyente Folha de Sao Paulo y senador por el partido Dem (Demócratas, de ultraderecha) por ejemplo, sugiere este sábado que aquí se juega un ajedrez autoritario y recuerda que el presidente venezolano no consiguió la mayoría constitucional en la Asamblea Nacional. Y aquí, ¿cómo será?, pregunta.

Son apenas dos ejemplos, porque los medios de Brasil están repletos de análisis en el mismo sentido, aunque la distancia histórica y la realidad de este país sudamericano diste mucho de la hegemonía política a la mexicana o del chavismo carioca.

En el frente de Internet menudean anuncios de excelente factura como el siguiente: en pantalla, una maqueta con los edificios emblemáticos de Brasilia, al principio todos absolutamente blancos. Poco a poco, una mano con pincel los pinta de rojo, mientras aprieta la música de película de terror: El PT quiere transformar a Brasil en la sede del PT. El Brasil no es del PT, Brasil es de los brasileños.

En su último acto antes de los comicios, la candidata del PT se refiere a ese tipo de anuncios: lo peor de la campaña, dice, fueron las mentiras soterradas del bajo mundo de la política.

La ola roja

¿De dónde viene el temor? De las encuestas que anticipan el triunfo de la candidata oficialista, Dilma Rousseff, en 24 de las 27 unidades federativas de Brasil (26 estados y un Distrito Federal).

Los estudios también indican que en el norte y nordeste del país, bastiones del lulismo, la candidata del presidente se llevará dos tercios de los sufragios, y más de 50 por ciento en el resto del país.

Traducido en votos, la ventaja de Rousseff superaría los 25 millones.

Pero los temores del auditorio, doctor, se topan con la realidad partidaria de Brasil. El PT que podría convertirse en el PRI sólo tiene ocho senadores, de una Cámara de 81. En el mejor de los escenarios para el partido de Lula, llegaría a 12 senadores, pues en esta oportunidad sólo se renuevan dos tercios de la Cámara alta.

¿Cómo se explica eso de un partido a punto de convertirse en el PRI del siglo XXI? Se explica por la fragmentación política de un país con 27 partidos, donde las alianzas de fuerzas que no tienen poco que ver entre sí son moneda corriente.

Dilma Rousseff es la candidata de una coalición de 10 partidos. Algunos, como el socialista y el comunista, guardan afinidad ideológica con el PT. La alianza con otros es resultado de puro cálculo electoral.

Políticos tradicionales

El Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), por ejemplo, dobla en senadores al PT y en estos comicios podría llegar a 22 bancas. Al menos en lo que hace al Legislativo, el PMDB es la principal fuerza política del país, pero ni de casualidad se le ocurrió lanzar un candidato a la presidencia. Sus caudillos son políticos tradicionales con peso regional y muchos cargan tan mala fama que sus posibilidades de triunfar en una elección nacional son prácticamente nulas.

Los otros partidos de la alianza también aportarían su cuota, hasta sumar, según cálculos de analistas brasileños, poco más de 50 senadores para el bloque gobernante, lo cual permitiría reformas constitucionales.

Los partidos de la coalición encabezada por el PT no necesariamente votan de manera uniforme en el congreso, lo que obliga a complicadas negociaciones para lograr consensos.

La historia electoral brasileña registra otras victorias electorales contundentes, como la de José Sarney, del PMDB, quien en 1986 se despachó con 22 gobernadores y la mayor parte de los diputados, cosa que no impidió que en la siguiente elección el triunfo fuera para Fernando Collor de Mello.

Rousseff va adelante en las regiones electorales de mayor peso, incluyendo Sao Paulo. Pese a ser un bastión del PSDB, cuyo candidato a gobernador, Geraldo Alckim, lleva amplia ventaja al aspirante petista, en las encuestas Rousseff aparece arriba de José Serra, del Partido de la Social Democracia Brasileña.

La tercera opción

Una ventaja sorprendente para quien no era, ni por asomo, la primera de la fila. Aunque lo suyo no es el carisma político, supo enfrentar con soltura los debates y las apariciones públicas. Sale airosa de la campaña. Le ayudó, claro, que su principal contendiente, José Serra, no es precisamente un costal de simpatía.

Para la historia del PT quedaron los cuadros que alguna vez tuvieron más posibilidades de suceder al presidente metalúrgico, pero que podrían jugar un papel relevante en el posible gobierno de Dilma Rousseff.

Cuando se pregunta a los petistas quiénes estaban primero que Rousseff en la fila de Lula, mencionan varios nombres, pero siempre sobresalen dos: José Dirceu y Antonio Palocci. El escándalo de corrupción conocido como mensalão, por los presuntos pagos mensuales a legisladores aliados, les costó la jefatura del gabinete y el Ministerio de Finanzas, respectivamente.

Se quemaron mucho y no había un nombre consolidado, admite Raúl Pont, figura del ala izquierda del partido de Lula.

Cuando Lula se decide por Rousseff, su candidatura se convierte en un hecho consumado, admite Pont, quien en 2005 contendió por la presidencia del PT. Perdió por escaso margen, en la segunda vuelta, frente a Ricardo Berzoini, el candidato de Lula (51.6 contra 48.4 por ciento).

–¿Puede decirse que es una candidata que le agrada más a la izquierda que a la derecha del PT?

–A nosotros nos gustó mucho. Entre las alternativas que Lula tenía, pienso que difícilmente la corriente mayoritaria del partido iba a apoyar a Dilma.

Tanto Dirceu como Palocci forman parte del llamado campo mayoritario del PT, donde hubo resistencia a la candidatura de quien consideraban una recién llegada (Dilma Rousseff se afilia al partido 20 años después de su fundación)

Si hubiera otra candidatura, de derecha, nosotros hubiéramos disputado la convención, aunque no hubiéramos ganado.

La voz del presidente Lula bastó. La candidatura de Rousseff fue formalizada en una asamblea del PT, por aclamación.

En el debate de hace una semana, una periodista preguntó si Rousseff sería capaz de controlar al PT. Plinio Arruda, candidato de un partido formado por militantes escindidos del partido de Lula, lo puso así: Ella no va a controlar al PT, porque ella no es del PT, nunca lo fue. No va a controlar, no puede, fue fabricada en la cabeza de Lula.

Menea la cabeza frente a ese tema: Políticamente no es un cuadro de la tecnocracia que haya aparecido ayer. Es una compañera que tiene 40 años de militancia política, en puestos distintos, y por eso la confianza que le tenemos. No es un cuadro que sencillamente Lula saca de la chistera. Tiene una historia, aunque, cierto, nunca fue dirigente del PT.

El último jalón

Las campañas no se detienen. Hasta el último minuto –aunque en teoría desde hace dos días hay silencio electoral– los candidatos declaran en los medios y salen a la calle, mientras las encuestadoras sueltan los resultados de sus últimos sondeos.

Datafolha informa que en una encuesta realizada hoy la candidata Rousseff tiene 50 por ciento de los votos válidos, por lo que una segunda vuelta flota aún en el aire. Eso significaría que en apenas tres días la aspirante del PT perdió dos puntos.

La encuesta de Ibope, también dada a conocer este sábado, apunta en la misma dirección. Da a Rousseff 51 por ciento de los votos válidos (con el margen de error, esa cifra podría convertirse en 49 o 53 por ciento, de modo que al no lograr la mitad más uno habría una segunda vuelta el 31 de octubre).

En la encuesta de Datafolha, José Serra (PSDB) se mantiene con 31 por ciento de los votos válidos. Los sufragios que habría perdido Rousseff van a la bolsa de Marina Silva, candidata del Partido Verde, quien pasa de 15 a 17 por ciento. El resto de los candidatos suman dos puntos. Los dos candidatos opositores tienen exactamente los mismos números en el estudio de Ibope.

Datafolha informa que el estudio de última hora es el más extenso que haya realizado en estos comicios, pues se entrevistó a 20 mil 960 personas en 521 municipios del país.

Sea por estos datos o por estrategia, por la mañana Rousseff sale al paso de versiones de prensa que informan que el gobierno de Lula ya prepara la logística del festejo en Brasilia: Nadie está preparando ninguna fiesta. Tenemos mucho respeto por el proceso electoral.

Serra, por su lado, recorre la célebre avenida Paulista y hace un último llamado para que los electores lo lleven a una segunda vuelta por el bien de nuestro país.

En el último acto de campaña, Rousseff recorre dos kilómetros, en un auto descubierto, con su inseparable Lula. El lugar elegido es Sao Bernardo do Campo, donde el actual presidente arrancó su carrera de sindicalista y político y donde, a los 17 años, perdió el dedo meñique de la mano izquierda en un accidente laboral.

La encuestadora Datafolha también informa que en una segunda vuelta Rousseff se llevaría 52 por ciento de los votos contra 40 de Serra. Lo curioso es que en caso de que la contendiente fuese Marina Silva, el resultado sería exactamente el mismo.

El PRI que tanto temen a la izquierda y a la derecha de Lula ganaba por márgenes ligeramente mayores.