Incluso los que disentimos con Correa salimos a defenderlo, señala
Sábado 2 de octubre de 2010, p. 19
Eloy Alfaro Reyes, tataranieto del prócer liberal ecuatoriano del siglo 19, fue uno entre miles que se congregaron antier en torno al hospital donde fue sitiado el presidente Rafael Correa y enfrentaron a los policías sublevados. Es uno de los 130 heridos, con un perdigón incrustado en la barbilla y varios impactos en el tórax, piernas y brazos. Dirigente popular y ex asesor de la Confederación de Naciones Indígenas de Ecuador (Conaie), asegura que durante la jornada, incluso los que disentimos con Correa, pero estamos a favor de un modelo de nación distinto, salimos a defenderlo
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En entrevista telefónica advierte: No ha pasado el peligro
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Analiza: “Con movilizaciones ciudadanas pacíficas hemos botado a tres presidentes antes, y nunca hubo violencia. (Abdalá Bucaram, declarado incompetente mental
, cayó en 1997; Jamil Mahuad, que dolarizó la economía y quebró el sistema bancario, en 2000; el coronel Lucio Gutiérrez, que traicionó al movimiento indígena que lo llevó al poder, en 2005). En esos momentos el pueblo fue quien resolvió el conflicto.
Ahora hubo disparos y víctimas. En Quito estamos acostumbrados a estas manifestaciones, y siempre en la policía hay un jefe con quién hablar. Ayer no había un solo mando. La policía y el ejército se confrontaron. Eso es algo nuevo. Tengo dos lecturas sobre la radicalidad del desenlace. Una, queda claro que no se ha resuelto la crisis que viene de hace 20 años, por una clase dominante que no acepta un modelo de país distinto al neoliberal. Dos, ya no es el pueblo quien tiene la capacidad de dirimir un conflicto
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Alfaro Reyes fue uno de los líderes de las movilizaciones que hace cinco años derrocaron a Gutiérrez en el barrio quiteño de La Floresta, zona universitaria y popular de donde arrancó la carrera política de Correa. Señala que las protestas del jueves son muy distintas a aquellas.
“La acumulación de fuerzas del movimiento viene desde 1990, cuando la guerrilla ‘Alfaro Vive Carajo’ depuso las armas. El proceso popular dejó de proponerse la toma del poder y decidió construirlo a largo plazo. Pero en 2000 vieron la posibilidad de acortar el término y confiaron en Gutiérrez, quien reprime a un sector y coopta a los mandos medios. Se produce una gran fractura que aún no se ha subsanado”.
–¿De ahí viene el conflicto de Correa con el movimiento indígena?
–No, es de otra naturaleza. La nueva constitución plantea derechos de territorios y recursos naturales atendiendo a un modelo de desarrollo no sólo extractivo. Correa ha apostado al extractivismo, lo que ha generado conflictos. Pero hay que decir que la contradicción no es con él, sino con su modelo, y que muchos que no estamos de acuerdo con él estuvimos ayer en las calles, defendiéndolo.
–¿Jugaron un rol importante ayer las nuevas redes sociales, tan de moda?
–No realmente. La autoconvocatoria se dio por los medios tradicionales, fundamentalmente la radio y el teléfono. También sirvió que como se cerraron oficinas, escuelas y universidades, los trabajadores y estudiantes acudieron al Palacio de Carondelet. Hay reportes que aseguran que sólo alrededor del hospital militar había 30 mil personas.
–¿Fue determinante la movilización para revertir el golpe?
–Por mi experiencia, yo entendía que sí, que las masas en la calle eran suficientes para que los sublevados entendieran el mensaje. Pero no fue así esta vez. Tuvo que entrar en acción el ejército.
–¿Hay fractura en la fuerza armada?
–Hay mar de fondo qué investigar. Una fracción de la tropa del ejército en Quito se sumó a la sublevación, aunque los destacamentos del interior fueron leales. Además, recuerde que ya antes la policía había sido intervenida por el Ejecutivo para sanearla, en particular a raíz del bombardeo colombiano en Angostura (2008), cuando se evidenció que algunos mandos informaban a la CIA antes que a su propio gobierno.
–¿Qué lección deja la jornada del 30 de septiembre?
–Hay que preguntar por qué los partidos políticos dejaron pasar de lado el problema; tomar nota de que el movimiento indígena, pese a sus diferencias con Correa, asumió un papel muy decente, y reconocer que el movimiento ciudadano sale fortalecido, porque demostró que tiene poder de convocatoria y sabe lo que quiere. Correa tendrá que escuchar esas voces; son su base.