Por primera vez marcharon policías de Seguridad Pública; eran 18 mil uniformados
Tropas de 16 naciones también participaron en el desfile que duró casi tres horas
Viernes 17 de septiembre de 2010, p. 15
Para conmemorar 200 años de mexicanas libertad e independencia
, el gobierno federal presentó el poderío numérico y de fuego que han concentrado sus fuerzas armadas y, también por vez primera y con señalada presencia, a policías de la Secretaría de Seguridad Pública: más de 18 mil uniformados, alrededor de 395 vehículos –artillados un buen número de ellos– 121 aeronaves y casi 850 caballos, así como armamento de variados calibres y capacidad destructiva como los lanzacohetes RPG-29 de patente rusa (105mm) con los que desfilaron los paracaidistas.
El signo más evidente del interés por mostrar poder fue la preponderancia, en número y ubicación en el contingente, de las fuerzas de elite tanto del Ejército como de la Armada. A ellas se tiene encomendado el combate contra el narcotráfico y en esta ocasión, sus imponentes elementos, uniformes y pertrechos se desplegaron con ostentación, al grado de enviar a los planteles militares hasta el final de los contingentes.
El convoy encabezado por el vehículo presidencial fue recibido en el Zócalo, al pasar frente al edificio del gobierno capitalino, con sonoros chiflidos, señas obscenas y mentadas. Se alcanzaron a escuchar fuertes también, los gritos de ¡culeeero, culeeero!
. En singular.
Ya en el desfile, y en un hecho inédito, marcharon tropas extranjeras. Fueron secciones de 35 elementos que se presentaron por orden alfabético y provenían de Alemania, Argentina, Brasil, Canadá, Colombia, Chile, China, El Salvador, España, Estados Unidos, Francia, Guatemala, Nicaragua, Perú, Rusia y Venezuela. A simple vista, la marcialidad de rusos y chinos fue superior al resto, y mucho más que en el caso de los estadunidenses, cuyo grupo de comando ni siquiera llevaba el paso.
Otra de las novedades fue la participación de los aviones históricos Stearman, que por primera vez participaron en una parada aérea. Los aparatos construidos en 1930 contrastaron con los enormes CASA 235 y CASA 295 de transporte, recién adquiridos por la Armada y la Fuerza Aérea Mexicana.
Incluso tomaron parte ayer, dos helicópteros Cougar prestados por Francia, como parte de un contrato de compra de varios aparatos que llegarán el próximo año a los hangares de la Fuerza Aérea; los pilotos eran franceses, aunque asesorados por militares mexicanos.
Fue, en suma, un alarde castrense sobre el asfalto y el cielo de la capital del país de quienes tienen bajo su responsabilidad la seguridad y el orden en México.
Ellos también son parte de esa generación del Bicentenario a la cual el presidente Felipe Calderón Hinojosa consideró en su discurso ante el Ángel de la Independencia más fuerte que sus enemigos
.
Miembros, en fin, de esa casta, aunque ésta militar y policiaca, a la cual el mandatario pidió imaginar y construir el tercer siglo de la Independencia nacional iniciado ayer, pese a que la traidora improvisación lo remitió al tercer milenio y un segundo traspié lo hizo ubicarlo en el año 3110.
Y quizá por ello –si bien enmendó al tercer intento– Calderón apresuró la terminación de su mensaje en el Altar a la Patria, en una ceremonia que de todos modos ya se había prolongado muchísimo, sobre todo por los discursos de los representantes del Poder Legislativo, el senador Manlio Fabio Beltrones y el diputado Jorge Carlos Ramírez Marín.
En esta ocasión, a diferencia de como solía hacerse, no hubo acto de premiación a escolares aplicados en la entonación del Himno Nacional ni de composición alusiva a la ceremonia –pese a ser el bicencentario–, pero se incluyó en el programa el Nuevo canto a México, a cargo de la Orquesta Sinfónica Juvenil, La Suave patria, de Ramón López Velarde, leída por la conductora radiofónica María Teresa Aviña Cervantes.
Pese a esta demora provocada por la retórica, Calderón, los comandantes castrenses y los titulares de los poderes de la Unión llegaron a la Plaza de la Constitución para recibir el mandatario, los honores a su investidura y dar inicio a la parada.
Al llegar a Palacio Nacional, Calderón Hinojosa y su pequeña comitiva caminó hasta el centro del Zócalo para el izamiento de la bandera nacional. No pasó revista a las tropas ahí formadas –como era costumbre– y regresó por el mismo camino y reapareció en el balcón central de Palacio, a las 11:09.
Y en ese momento desde el poniente, aparecieron seis aviones Pilatus PC-7 los cuales, por pares, dejaron correr la estela de humo con los colores de la bandera mexicana. Antes, y a manera de inicio de la parada aérea, imponentes supersónicos F5-E habían surcado de sur a norte.
En forma simultánea, literalmente en dos minutos los contingentes militares que ocupaban el Zócalo lo desocuparon a paso veloz para incorporarse en la formación con la cual marcharían más adelante. Inició además, en ese sitio, el descenso de 27 paracaidistas también con uniformes verdes, blanco y rojo. De ellos, 15 pertenecen al Ejército y 12, a la Armada.
Todos aterrizaron sin contratiempos y cosecharon aplausos granados del público que tuvo el privilegio de alcanzar gradas –casi todos parientes de los militares y de empleados de la Presidencia–. Hasta ahí, frescos los ánimos y la mañana, hacían disfrutable el desfile y sus cabriolas (como el descenso a rapel de elementos de fuerzas especiales del Ejército y la Armada desde tres helicópteros en la plaza mayor).
Pero en el balcón central, la atención del presidente Calderón, del ministro Guillermo Iberio Ortiz Mayagoitia y del senador Manlio Fabio Beltrones se desviaba con frecuencia hacia sus BlackBerry.
Sin embargo, a medida que lo más vistoso y gallardo del ya para entonces extenso desfile había transcurrido y el sol pegaba duro, el hastío fue cundiendo entre los asistentes. Esto fue notorio con el paso de los últimos contingentes motorizados de la Armada, creció con la llegada de los uniformados de la Policía Federal –contingente del cual dio explicación puntual el secretario Genaro García Luna a Calderón– y alcanzó su culminación al paso de 521 charros montados.
Para entonces, la gente se asomaba para ver si ya venían los camiones que limpian las calles cuando termina un desfile.
Por lo demás, esta vez no fueron llamados a marchar, los agrupamientos responsables de la protección civil de los institutos armados. Los desbordamientos e inundaciones en el sureste mexicano impidieron su participación.
Al finalizar la parada, casi tres horas después, el general Jorge Juárez Loera, inspector general del Ejército y comandante del desfile rindió parte: sin novedad
.
Por twitter, sin embargo, se difundió que un militar argentino se desmayó sobre la avenida Reforma y lo mismo ocurrió con una agente de la Policía Federal, según confirmaron esto último fuentes del ERUM.