En su primer pelea le gritaron que fuera a lavar trastes; en la más reciente, salió ovacionada
Antes nadie quería una mujer, ahora todos buscan una campeona mundial, dice Ana María
Alesia Graf le pidió la revancha, pero en Alemania; antes iría contra Kentikian o Sunami
Viernes 17 de septiembre de 2010, p. a17
En la primera pelea de boxeo femenil en México, el 3 de julio de 1999, Ana María Torres escuchó en la arena México gritos de ¡Qué hacen aquí, pinches viejas, váyanse a lavar trastes, quédense en la cocina!
Once años después, La Guerrera bajó del cuadrilátero de la Plaza México entre aplausos, gritos y porras de los fanáticos que ya ven a las mujeres como parte importante de uno de los deportes considerados más machistas.
La lucha por un lugar en el boxeo, dice, no ha sido fácil, pero lo más importante es que hemos demostrado que las mujeres tenemos capacidad de hacer cualquier cosa que hagan los hombres
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Ana María llegó al pugilismo porque en su familia ya no hubo dinero para pagar sus cursos de taekwondo, así que tuvo que asistir al gimnasio D’Vick, en ciudad Neza, tan sólo con la idea de entrenar, antes de que el boxeo se le metiera en la sangre.
Inició en el pugilismo a los 18 años. Era la única mujer y nadie la quería entrenar.
¡Qué ironía!: ahora todos quieren tener una campeona mundial y en todos los gimnasios hay mujeres y nos ven con normalidad
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Su primer sueldo fue de mil 835 pesos, que con el porcentaje de 30 por ciento para el mánager y otros descuentos le quedaron unos mil.
“En el salario sí falta igualdad con los hombres –dice la campeona mundial supermosca del CMB–. Todavía no nos pagan bien, pero ha mejorado porque creo que en estos 11 años las mujeres hemos respondido”.
Ha estado un año sin pelear y otro nada más con una contienda, pero no se arrepiente de su ingreso al boxeo.
“No, nunca me desesperé, porque algo que amas lo sigues haciendo aunque no recibas dinero –define, con emoción–. Sí sufrí y tuve que vender zapatos y trabajar en una mercería, pero siempre conté con el apoyo de mi familia. Todavía no tengo dinero para comprarme una casa, pero ya no me falta para la comida y mis gastos”.
–¿Te gustan los golpes?
–No. ¡Me gusta darlos, no que me los den!
–¿Y los impactos en la cara?
–Es parte de: si estás hecha para esto, vas a aguantar todo. Creo que nací para recibir y para dar. No todos están hechos para eso. Creo que es una parte ruda de mi carácter. Yo no soy de las que todo es bonito y fresita, que la señorita a la cocinita...
–Te transformas totalmente en el cuadrilátero...
–Sí, me sale lo ruda. Dicen muchos que me transformo de la cara. Yo no lo sé. Yo sólo estoy concentrada en cómo golpear a mi rival. Creo que para estar en el boxeo debes tener un carácter fuerte y frío.
La Guerrera (22 triunfos, 13 nocauts, tres derrotas y dos empates) hizo honor a su apodo el pasado sábado 11. Fue mi consagración
, dice sobre su victoria por decisión unánime sobre Alesia Graf, quien en los últimos años era considerada la mejor pugilista del mundo.
Alesia es ídolo en Europa, le había ganado a todas y si aceptó venir fue porque estaba muy segura de derrotarme. Me dio coraje que me señalara su cinturón y me hacía señas que era suyo. ¡Antes de la pelea no era favorita ni en mi propia casa!
, dice, con algo de resentimiento. Pero después de esto espero que se den cuenta que las mujeres mexicanas tenemos orgullo y calidad, y que les quede claro quién es Ana María Torres.
En los vestidores de la Plaza México, el equipo de Graf le propuso la revancha, pero ahora en Alemania. Yo les dije que sí, que donde quisieran, y si es en su país, mejor, para que me paguen bien y así empezar a cosechar todo lo que he sembrado
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Antes de pelear otra vez ante Graf, tratará de enfrentar a la también alemana Susie Kentikian o a la japonesa Tenkai Sunami, ambas campeonas mundiales. Quiero exponer mi campeonato con buenos retos
, dice y agradece las palabras que le dedicó la escritora Cristina Pacheco. Me sentí muy emocionada con lo que dijo; he ido dos veces a su programa y la admiro mucho
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Por tercera vez en su carrera, Ana María subió al encordado con un gran penacho que le diseña una amiga de las danzantes del Zócalo: “Uso ese penacho porque me dicen La Guerrera, y para que los extranjeros vean lo que es un mexicano; además, es algo que los impresiona”, afirma y, en efecto, antes de la contienda el equipo de Graf no podía quitar los ojos del atuendo de la mexiquense.
Otro orgullo para Torres es su escuela de boxeo, ubicada en la colonia Porfirio Díaz, de Neza, cercana a su domicilio.
En enero cumplo tres años, ya tengo 200 alumnos, 50 de ellos que sí quieren pelear y los otros sólo entrenar. No es un gran negocio: tengo a muchos becados porque yo sé lo que es sufrir y les doy chance, pero es lo mismo que te digo: amo lo que hago y eso es lo más importante
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