El Palacio de los Deportes, sede de la reunión
vitamina anual, que gozaron miles de la tercera edad
Viernes 27 de agosto de 2010, p. 9
No hubo mejor elixir de la juventud que el baile, pues como afirmó Matilde N, bien arreglada dama que frisa las ocho décadas de vida: esto es nuestra vitamina anual
.
Cinco mil, o muchas más, de las personas de la ahora dicha tercera edad
, agrupadas en clubes, en organizaciones (algunas religiosas) o simplemente vecinos que fueron transportados por las delegaciones, disfrutaron del baile, que la lluvia obligó a prolongar, que organizan en el Palacio de los Deportes cada año el Instituto Nacional Personas Adultas Mayores, la radiodifusora El Fonógrafo y empresas comerciales, entre las que se incluyó una funeraria a cuyo anuncio, en plena chorcha, unos veteranos le hacían la señal de la cruz.
Tanto el quelónico domo como los pabellones este y oeste, dieron cobijo a la multitud que por unas horas olvidó la edad y sus implicaciones, pues como sostenía ese viejo irreverente que fue Renato Leduc, lo cabrón de llegar a viejo, hermano, es no saber cuándo, dónde, ni a qué horas te van a dar ganas de mear
, y ya los sanitarios portátiles, que por doquier se instalaron, fueron un oásis de alivio para buena parte de la concurrencia.
No hubo discriminación en cuanto a ritmos: del swing al cha cha chá, aunque prevaleció el rey danzón a cargo de las orquestas, entre otras la de Sebastián Cedillo y la de la Tercera Edad, pero igual estuvieron Los Locos del Ritmo, con su ya rucailo líder Rafael Acosta en la batería y un joven, Emiliano Piña Mendieta, en el bajo, animaron el sitio con sus rocanroles de hace cuatro décadas, aunque en el escenario principal se arremolinaron más de los que la circular pista pudo contener para disfrutar del inconfundible y metálico ritmo de la Sonora Santanera, que ya el martes festejó por igual a un buen de contertulios mayores por el rumbo de Polanco.
No se supo de incidentes graves, salvo el caso de Liborio Aguilar, a quien, según sus palabras, le atacó el vértigo. Di un paso y se me fue el avión. Cuando trabajaba nunca me pasó
, expresó el recientemente jubilado profesor de matemáticas de la Escuela Superior de Ingenierica Mecánica Electricista, del Instituto Politécnico Nacional, quien de inmediato fue atendido por los paramédicos.