omo lo señala Eduardo Guerrero en la revista Nexos de este mes, de los 4 objetivos que se planteó el gobierno en la guerra contra el narcotráfico, dos –combate a las drogas y fortalecimiento institucional– son de largo plazo, y otros dos –desarticular a las organizaciones criminales y recuperar espacios públicos– que son de corto plazo han tenido resultados contradictorios. La desarticulación de bandas ha llevado a su fragmentación, proliferación e incremento de la violencia. En vez de recuperar espacios públicos propicia la invasión de otros. El mapa de la presencia de bandas criminales y las estadísticas que sustentan sus dichos son muy interesantes.
La mayor debilidad de la estrategia actual según Guerrero es la falta de cooperación de los tres niveles de gobierno. Guerrero pondría como uno de los objetivos centrales de la estrategia con el crimen la disminución de la violencia privilegiando las detenciones de jefes de sicarios y los decomisos de cargamentos de armas y dinero.
Respecto al consumo de drogas las dos últimas encuestas de adicciones muestran una tasa de crecimiento ascendente en cocaína y marihuana entre 2002 y 2008 a pesar de que en números absolutos sigue siendo pequeña comparada con el mercado de grandes consumidores como en Estados Unidos.
En la ronda de discusiones que ha promovido el presidente Calderón alrededor de estos temas independientemente de lo necesaria y saludable de esta convocatoria, volvieron a exhibirse las carencias básicas de esta estrategia. No cuenta con apoyo político amplio ni tampoco tiene bases amplias de sostén en la sociedad. Crecientemente en las encuestas de opinión se expresa un escepticismo agudo en cuanto a la posibilidad de ganar esa guerra por parte del gobierno. Y no parece claro que el gobierno esté dispuesto a rectificar su estrategia o parte de ella.
Desde una perspectiva teórica es conocido el argumento de Thomas Kuhn que las ciencias pasan por largos periodos de normalidad aún en presencia de anomalías que tienden a refutar sus principios. Se encuentran acotadas por paradigmas que limitan la capacidad de imaginación y llevan a mantenerse en el marco de aquellas evidencias que refuerzan los paradigmas existentes en desmedro de las anomalías que no se ponderan adecuadamente.
Lo anterior es relevante porque la parálisis política y económica que padecemos, está erigida a partir de una parálisis del pensamiento. Romperla exige no sólo otras ideas, sino una mirada y una actitud diferentes. Este esfuerzo sólo puede ser producto de deliberaciones y acuerdos.
Lo primero es estar dispuesto a rectificar. Por ejemplo poner en el centro de la nueva estrategia la contención de la violencia. Segundo, focalizar el esfuerzo en algunos territorios donde la violencia sea más aguda con el propósito de afectar redes completas de sicarios, operadores financieros y capos. Tercero, una estrategia que vaya acompañada sólidamente de programas de empleo y de promoción de actividades productivas. Cuarto un acuerdo transparente con todas las fuerzas políticas que comprometa metas verificables en el combate al crimen y asegure que este esfuerzo conjunto no sea usado con fines electorales. Quinto impulsar en el Congreso la aprobación de reformas institucionales indispensables bajo metas también verificables y fortalecer los espacios de debate en torno a temas polémicos como la legalización del uso de las drogas. El estupendo artículo de Jorge Javier Romero (El Universal, agosto 4) propone algunas coordenadas para esa discusión.
Es desde luego necesario reconocer como en la célebre frase que presidió la rectificación en la estrategia norteamericana en Irak que se trata de una misión semejante a reparar un avión en pleno vuelo mientras recibe fuego intenso. Pero también es indispensable plantear como pregunta central para el gobierno y la sociedad: ¿En qué queremos que termine este combate?
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