Madrid, 5 de agosto. Francisco Franco, el general fascista que se alzó contra el poder legítimo de la Segunda República y gobernó con mano de hierro durante casi 40 años, ya no existe más en los espacios públicos españoles.

Después de 35 años de finalizada la dictadura y tres años después de aprobada la Ley de la Memoria Histórica, que incluye un apartado que obliga a las autoridades de todos los niveles a retirar cualquier atisbo de homenaje o gloria del franquismo, fueron removidas todas las esculturas ecuestres que había de Franco.

La última fue alzada ayer, de noche y bajo la total discreción de las autoridades. Estaba en el cuartel militar de Melilla, que todavía lleva el nombre de uno de los personajes más siniestros de la dictadura, José Millán Astray.

Entre los símbolos que creó el régimen para que el pueblo venerara su triunfo en la guerra civil (1936-1939) estaba la bandera con el símbolo fascista, pero también figuraban los considerados próceres de la patria: el propio Franco y los generales que desarrollaron en todo el territorio su política de sangre y muerte.

En unos cuantos años, prácticamente todas las localidades de España tenían en su plaza pública un busto o escultura ecuestre del generalísimo, el hombre que controlaba por la fuerza el país.

El sigilo con que fue ejecutada la orden de la ministra Carme Chacón despertó críticas.

La retirada de un elemento simbólico como ese debería convertirse en un acto público y cívico y una representación del Ministerio de Defensa debería haber explicado públicamente por qué se llevó a cabo el desplazamiento de un monumento que ensalza la figura de un general que sometió por las armas a la soberanía popular al encabezar un golpe de Estado, fue responsable del asesinato de decenas de miles de hombres y mujeres, de los cuales 113 mil siguen desaparecidos, secuestró la democracia cuatro décadas y multiplicó su patrimonio gracias a la corrupción política, que fue esencia misma de su régimen, señaló la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica.