Buenas noticias para la Casa Blanca
os buenas noticias recibió la Casa Blanca la semana pasada y seguramente darán un respiro a su atribulado huésped. Se aprobó la reforma financiera y, por fin, la fuga de petróleo en el Golfo de México fue taponada, al menos temporalmente. Esto ocurre cuando la popularidad del presidente Obama bajó de 60% que tenía el año pasado a 43% la semana pasada, según una encuesta del Washington Post y la cadena ABC.
La aprobación de la reforma financiera se logró gracias a los votos de tres senadores republicanos que se unieron a 57 de los demócratas, evitando así el boicot que los líderes republicanos en el Senado habían anunciado para frustrar la aprobación de la reforma. Como era de esperarse, la reforma no dejó contentos a quienes desde los extremos esperan todo o nada de cada negociación. Contenida en más de 2 mil 300 páginas, en las que se establecen 533 nuevas reglas para regular el funcionamiento del sistema financiero, la reforma se convertirá en ley una vez que el presidente la firme. Con seguridad será bombardeada por quienes se beneficiaron de las ventajas que la falta de una regulación más estricta ofrecía a los que vieron una oportunidad para especular a costa de los ahorradores. Para no ir más lejos, el presidente de la corporación CITI, que incluye al banco más grande de EU, declaró que la reforma dañará a esa corporación. Es de esperarse que a sus declaraciones se una un coro de protestas de quienes ven amenazado el libertinaje que estuvo a punto de derrumbar el sistema financiero, no sólo de EU sino del mundo entero. A ellos se unirán quienes tratan de evitar a toda costa que el presidente avance en su proyecto de reformas.
El otro soplo de oxígeno lo recibió el presidente desde el Golfo de México, en donde por fin se logró detener la fuga de petróleo que ha puesto en peligro la sobrevivencia, no sólo de la fauna marina en el Golfo de México, sino de quienes viven de ella. Hasta la semana pasada nadie era capaz de cuantificar el volumen de petróleo derramado; tal vez los únicos que tienen esa capacidad son los ingenieros de la BP. Por razones obvias no lo revelarán, ya que por cada barril derramado esa compañía deberá pagar 433 dólares, en el caso de haber actuado con negligencia, de acuerdo con la ley que regula las actividades de la industria petrolera.
La buena noticia para la fauna marina es que se librará del peligro de quedar atrapada en una burbuja de petróleo; la mala es que no podrá evadir las redes de los pescadores que esperan ansiosos volver a la carga. Queda por verse si se cumple la promesa de la BP de indemnizar a quienes fueron afectados por el derrame. Ahora, el gobierno enfrenta un nuevo reto: hacer buena esa promesa.