La fragilidad del Estado impide aplicar políticas de largo plazo
La participación de México en la publicación de artículos es de 0.75%
Domingo 18 de julio de 2010, p. 34
Los programas de desarrollo científico, tecnológico y de innovación son insuficientes en México y su impacto es inferior al óptimo social. La Comisión de Ciencia y Tecnología de la Cámara de Diputados señala que bajo parámetros internacionales el nivel del país es bajo y es difícil su inserción en sectores de alto dinamismo.
En el ámbito internacional la ciencia y la tecnología representan un factor de transformación radical y acelerada, con impactos significativos en todas las actividades humanas, pero en México si no se aprovechan las oportunidades que implica este proceso de cambio, significará el agravamiento de los problemas actuales.
La comisión encabezada por el diputado Reyes Tamez Guerra señala como impedimento para la aplicación de políticas públicas de largo plazo, la fragilidad fiscal del Estado mexicano y la definición de prioridades en torno al gasto público. Se debe revalorar el papel de la ciencia, la tecnología y la investigación en el proceso de desarrollo, sobre todo en momentos como el que se vive actualmente.
Al analizar la situación de la investigación y desarrollo experimental en México, destaca que la inversión registrada representó sólo 0.46 por ciento del producto interno bruto (PIB) el año pasado. Dramáticamente se halla por abajo de las economías llamadas emergentes, como es el caso de Chile, India, China y Brasil, países con los que México compite por atraer flujos de inversión extranjera directa.
Desde 2005 el país se ubicó por debajo del promedio latinoamericano de 0.62 por ciento de inversión en el sector. No obstante que el promedio regional se incrementó en 2006 a 0.67 por ciento, el país se situó en 0.52 por ciento. En consecuencia, se encuentra muy lejos de los porcentajes de PIB destinados a investigación y desarrollo experimental (IDE) en países desarrollados y de sus principales socios comerciales, Canadá (1.94 por ciento) y Estados Unidos (2.66 por ciento)
Lo más grave para el país en la materia es la decisión gubernamental de mantener por debajo del mandato legal la inversión. La Ley de Ciencia y Tecnología, en el artículo 9 bis ordena que “el Ejecutivo federal y el gobierno de cada entidad federativa, con sujeción a las disposiciones de ingresos y gasto público correspondientes que resulten aplicables, concurrirán al financiamiento de la investigación científica y desarrollo tecnológico. El monto anual que el Estado -Federación, entidades federativas y municipios– destine no podrá ser menor a uno por ciento del PIB, mediante los apoyos, mecanismos e instrumentos previstos en la presente ley”.
Partiendo del escaso esfuerzo público y privado, los resultados en los campos de ciencia, tecnología e innovación son poco halagüeños, porque la eficiencia terminal de los estudiantes es muy baja.
Durante 2009 México, que cuenta con más de 105 millones de habitantes, tuvo sólo una matrícula de 197 mil 600 alumnos inscritos en posgrado, de ellos, sólo se gradúan 2 mil 500 doctores al año, mientras que en Brasil esta cifra asciende a 10 mil, en España a 9 mil, en Alemania a 24 mil y en Estados Unidos a casi 50 mil.
El Sistema Nacional de Investigadores (SIN) contaba en 2009 con poco más de 15 mil 500 integrantes y éstos se concentran en las entidades federativas con mejor infraestructura: Distrito Federal, estado de México, Michoacán, Morelos, Nuevo León, Puebla y Jalisco.
El número de investigadores con relación a la población económicamente activa (PEA) era de 0.05 por ciento, lo cual no corresponde a las dimensiones del país. En países como Argentina y Chile se contaba respectivamente con índices de 0.13 y 0.12, respectivamente.
La participación de México en la producción científica mundial, según el número de artículos publicados, es de sólo 0.75 por ciento del total (2006), y el factor de impacto en el periodo 2002-2006, en promedio, fue de 2.88, lejos de los estándares internacionales.
Por ejemplo, Estados Unidos, que contribuye con un 32.30 por ciento, tiene un factor de impacto de 6.67; Alemania contribuye con 8.10 por ciento en la producción mundial de artículos científicos con un factor de impacto de 5.74.
En el caso del coeficiente de inventiva que correspondía a México en 2004, éste alcanzó un valor de 0.05; mientras que el de Brasil fue de 0.51 –diez veces mayor que el mexicano–, en tanto Argentina alcanzó 0.41.
En este rubro, Japón obtuvo 32.41, Corea 20.18, Alemania 12 y Estados Unidos 6.95. La capacidad de inventiva es inversamente proporcional al grado de dependencia tecnológica. En 2005, la tasa de dependencia tecnológica de Japón fue de sólo 0.15, en tanto que la de México fue de 29.30 y la de Brasil de 14.57.
La inversión en investigación y desarrollo por habitante de México, pasó de 30 dólares en 1996 a 48 en 2005. En este mismo periodo, Brasil registró un avance de 37.26 a 46.51 dólares, Estados Unidos avanzó de casi 744 dólares a mil 91 por habitante, y en Finlandia el gasto en investigación y desarrollo experimental per cápita alcanzó los mil 100 dólares anuales.