El artista figura entre los benefactores del proyecto fundacional de este diario
Sábado 17 de julio de 2010, p. 8
La Jornada tuvo en su fundación dos grandes benefactores: Rufino Tamayo y Francisco Toledo, a quienes les tenemos no sólo admiración por su obra, sino por su generosidad
, recuerda el director fundador de este proyecto editorial, Carlos Payán.
El periodista narra que en 1984, cuando planteó a Toledo la creación de un periódico diferente, democrático, de la sociedad civil, y le pidió su ayuda, el pintor dijo sí de inmediato. Donaría una obra para contribuir al financiamiento y el desarrollo de un proyecto que en ese momento adquirió un perfil amplio, enfocado a dar voz a esas amplias capas de la población que en esa época no se veían reflejadas de manera fehaciente en casi ningún medio informativo, como señala la actual directora Carmen Lira en la presentación del libro El arte de La Jornada (editado en 2002).
Con entusiasmo solidario, Toledo “se puso a trabajar en la Imprenta Madero, donde hacía grabados y serigrafías –añade Payán–, nos propuso realizar un mezclado de serigrafía y timbrado en seco. Es un artista tan delicado y cuidadoso que de las mil impresiones que hizo, las dividió en cuatro tirajes de cuatro colores diferentes.
“Cuando terminó me llamó por teléfono y nos vimos en un café en Coyoacán. Me dijo, ‘ya tengo listo el trabajo y quiero que me dé su autorización para hacer las impresiones’, a lo que respondí: ‘no soy tan insolente para decirle si está bien lo que usted hace, maestro, sería un tonto si lo hiciera’.
Francisco Toledo es un hombre preocupado por muchas causas, un gran luchador, pero fundamentalmente es un gran pintor cuya creatividad no tiene límites.
Con el encabezado “Cien artistas financian con su obra a La Jornada”, el número bajo cero del periódico, publicado el 3 de julio de 1984, dedicó su primera plana a reseñar la exposición de obras donadas que unos días antes se había inaugurado en el Polifórum Cultural Siqueiros, apunta Luis Rius Caso en el libro El arte de La Jornada.
En tres recuadros se destacó, con imagen y texto, las primeras aportaciones de los artistas: un dibujo de José Luis Cuevas dedicado a Carlos Payán, una edición litográfica de cien ejemplares, realizados expresamente por Tamayo para el nuevo diario, y las cuatro series de 250 ejemplares cada una de Toledo.
La nota señalaba que en la muestra plástica: “no faltan surrealistas, conceptualistas, pop art, del realismo fotográfico, etcétera. Y por supuesto, Francisco Toledo, cuya obra lo diferencia de las corrientes estéticas ya conocidas”.
El obsequio del maestro a los jornaleros, obra que atesoran aún los ciudadanos que hace 25 años adquirieron su paquete de 20 acciones, plasma una provocadora escena de esa zoología fantástica que habita en su imaginación gracias a los relatos de su abuelo Benjamín.
En un espacio de 70 por 50 centímetros, un conejo y un sapo gigantes, rodeados de otros animalillos festivos, caminan hacia la izquierda. Ahí está la mitología autorreferencial
del autor, litografías que despliegan con toda riqueza su relato ficcionado de la realidad
, añade Rius Caso.
Si bien Toledo no tituló esa obra, los trabajadores de este diario le encontraron el nombre perfecto: La Jornada, así como esta casa editorial que hoy celebra los primeros 70 años de uno de nuestros más aguerridos cómplices.