Dineros, aventureros y toreros
ntes de descender al subtema de los dineros, no por abundantes peor empleados, con que se despachan los alegres promotores futboleros del país, es obligado recordar, así sea brevemente, al torero de a caballo Juan Cañedo, oriundo de Bernal, Querétaro, fallecido la semana pasada, quien fuera magnífico rejoneador y maestro en el arte de vivir al filo de la navaja, así como protagonista de una existencia rica de aventura
, que dijera Lorca.
Agitanado en sus rasgos y personalidad, Cañedo poseyó el don de la seducción, así como un conocimiento fino de los seres humanos, los caballos y los toros, pero además ese gusto extraño por el riesgo, por la deliberada búsqueda del peligro real –no simulado–, propia de algunos espíritus tan singulares como perturbadores.
Se trata de uno de los pocos exponentes del arte de Marialva que han emocionado, más que por su virtuosismo y conocimiento de los terrenos, por su sentido de la entrega y disposición al sacrificio, al grado de que varias tardes lo vi lidiar, como ya nadie no lo hace, toros en puntas y, simultáneamente, realizar desde el caballo, con certera eficacia, la suerte de matar, dejando en todo lo alto la hoja de peral y hacer que los toros rodaran sin puntilla, honrando su muerte. ¡Salud, inolvidable Juan Cañedo!
Menos audaces pero más cínicos, los promotores del futbol mexicano (promover es impulsar, levantar, dignificar con iniciativa propia, no repartir dinero sin ton ni son) se han vuelto a cubrir, si no de gloria, por lo menos de viaje gratis a Sudáfrica para hacer su consabido numerito del ya merito, y regresar con la cola entre las patas al amnésico país que los mantiene.
Es el fomento deliberado y sistemático del derrotismo, del victimismo, del lo intentamos pero no lo logramos, de la culpa fue de los otros, del árbitro, de la cochinita pibil de la nutrióloga, del tiololismo –hacernos pendejos con nosotros mismos–, a costa de las inmensas posibilidades reales de todo un pueblo… a merced de su alelamiento, de la crítica alcahueta y de la televisión comercial.
¿Sabe usted cuánto ganó Javier Aguirre, no por convencernos por televisión de que en México sí se puede, excepto en el futbol, sino por preparar a la selección nacional para competir en el mundial de Sudáfrica? Acertó: 4 millones 220 mil pesos… ¡al mes! Casi 139 mil pesos ¡diarios! Cada quien puede hacer con su dinero el ridículo que sea capaz; lo que no se vale es tirarlo en nombre de un país.
En cambio, el director técnico de la selección uruguaya, Óscar Washington Tabárez, cuya escuadra disputó ayer el tercer lugar con Alemania, recibe mensualmente 316 mil pesos mexicanos, es decir, menos de la treceava parte que el inepto pero visionudo Aguirre. ¿Por qué a la Federación Mexicana de Futbol no le preocupan los mediocres resultados de los aventureros que contrata para llevar a la selección nacional al triunfo en copas mundiales?
Porque están de por medio salarios escandalosos, contratos multimillonarios de publicidad, incontables patrocinios de empresas privadas a los clubes, increíbles cuotas por derechos de transmisión por radio y televisión, jugosos ingresos por publicidad estática en los estadios y otros etcéteras altamente redituables, no para la calidad del futbol que se juega en México, pero sí para la mafia que lo controla, a ciencia y paciencia de la autoridá, la crítica especializada y el manipulado público.
¿Se imaginan los aficionados pensantes a la fiesta de toros si la milésima parte de los dinerales invertidos en antojadizos directores técnicos, selecciones de futbol chafas y desempeños reiteradamente mediocres de astros sobrevaluados sustituyera a las limosnas que los multimillonarios metidos a promotores taurinos destinan a la organización y difusión de la tauromaquia en México?