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Diagnóstico de educación artística

Del gobierno no se puede esperar mucho, dicen

La música, esperanza de desarrollo en Oaxaca

Principios comunitarios impulsan el talento de niños y adultos

Además de elemento de cohesión, también es un legado cultural

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Niños músicos pertenecientes a las comunidades indígenas de OaxacaFoto Mónica Mateos
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Niños músicos pertenecientes a las comunidades indígenas de OaxacaFoto Mónica Mateos
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Una de las bandas de música integrada por niños procedentes de la Sierra Norte de Oaxaca, que participaron en la reciente versión del programa Instrumenta efectuada en la capital de ese estadoFoto Mónica Mateos
 
Periódico La Jornada
Sábado 10 de julio de 2010, p. 6

En diversas comunidades indígenas de Oaxaca, la música es, sobre todo, una esperanza de desarrollo.

Desde hace décadas, en muchos pueblos del estado se organizan comités de banda de música que no escatiman esfuerzos para que los niños aprendan a tocar los instrumentos tradicionales de cada región.

Son las familias indígenas las que se encargan de conseguir a los instructores y financiar su estancia en cada lugar.

Dicen que del gobierno no se puede esperar mucho y hacen el esfuerzo económico para darles a sus pequeños la educación artística que no se incluye en los programas académicos oficiales.

Los motiva una certeza: un médico o cualquier profesionista que sepa música va a trabajar mucho mejor.

Con esa contundencia hablan quienes respetan el arte sonoro, a veces como algo sagrado, en uno de los estados más pobres del país.

Cecam: enorme labor académica

Durante el pasado encuentro Instrumenta Tradición, que se realizó en abril en Capulalpam de Méndez, población enclavada en la sierra Juárez oaxaqueña, La Jornada tuvo oportunidad de conversar con decenas de esos niños (de entre ocho y 12 años) que ignoran quiénes son los enemigos del Hombre Araña, pero son capaces de interpretar de memoria, con sus trompetas y tubas, entre otras piezas, El toreador, aria de la ópera Carmen, de Bizet. (Las reseñas de las actividades se publicaron en estas páginas los días 10 y 11 de abril de 2010.)

Con ellos, los orgullosos padres reconocen que sus hijos han mejorado mucho en matemáticas desde que estudian música, y lamentan que ellos mismos no tuvieron la oportunidad de aprender a tocar un instrumento para ser mejores personas.

Como punta de lanza de ese gran movimiento educativo que en Oaxaca tiene como eje a la música está el Centro de Capacitación y Desarrollo de la Cultura Mixe (Cecam), fundado en 1977 con el objetivo de ofrecer una educación integral, basada en principios comunitarios, para desarrollar e impulsar talentos musicales en niños, jóvenes y adultos, mediante la adquisición y fortalecimiento de sus conocimientos, perfeccionando y profesionalizando la ejecución instrumental, la formación de bandas, la dirección e instrucción musical, con el propósito de valorar, conservar y difundir la música tradicional de bandas filarmónicas con un sentido de identidad histórica.

El Cecam se localiza en la cabecera municipal de Santa María Tlahuitoltepec, también en la Sierra Norte, aproximadamente a 123 kilómetros al noreste de la ciudad de Oaxaca. Por sus aulas han pasado cientos de jovencitos de los pueblos y ranchos vecinos, algunos de los cuales han tenido la oportunidad de ofrecer conciertos en el Palacio de Bellas Artes y en la Sala Nezahualcóyotl de la ciudad de México.

No obstante la enorme labor académica que desde hace más de 30 años desarrolla el Cecam, no cuenta con reconocimiento oficial de la Secretaría de Educación Pública (SEP). Esa ceguera burocrática, si bien limita algunos trabajos, nunca ha detenido la formación que imparten, desde nivel básico hasta medio superior.

Función social del arte

La enseñanza de la música en las comunidades indígenas en México es un proceso muy hermoso, que no sólo constituye un legado cultural para el país, sino que se transforma en un elemento de cohesión de la comunidad, considera el poeta náhuatl Mardonio Carballo, conductor del programa De raíz Luna que se transmite en Canal 22, en el cual ha documentado diferentes aspectos de la cultura indígena.

A propósito del trabajo que se realiza en Santa María Tlahuitoltepec, el escritor resalta en entrevista con La Jornada el hecho de que ya son muchos los niños indígenas oaxaqueños que, antes que otra cosa, aprenden a leer música: “todos tocan algún instrumento alguna vez en su vida, es algo natural; no con la idea de ser profesionales, es muy importante pues aprender música y a cantar, es aprender a escuchar, a tener paciencia.

“La formación artística tendría que ser fundamental para todos, pues nos muestra cómo somos, cómo nos movemos en el mundo, en las artes está el legado del conocimiento de nuestra humanidad. En muchas comunidades indígenas del país la transmisión de ese legado tiene que ver con la ayuda comunitaria, con que existan personas organizadas.

“Por ejemplo, en Guerrero un pueblo ayuda al otro al otorgarle la música para su celebración, o en Veracruz, en Papantla, la enseñanza de la música está ligada con la danza, y si bien los niños llegan a divertirse, el arte no es entendido como entretenimiento, tiene una función social, es un acto de convivencia, funciona como cohesionador entre pueblos.

También está el caso de la familia de Amalia Astorga, can-tora y danzante seri en Sonora que ha preservado la tradición de los cantos que curan y con ello su lengua. Ese es el gran legado de este tipo de expresiones: los pueblos indígenas juntan el conocimiento, no lo separan como sucede en los planes educativos de la SEP.

El problema de la migración

Otra instancia en Oaxaca de añeja tradición musical es la escuela de música del Centro de Integración Social número 8 de San Bartolomé Zoogocho (CIS), fundado en 1952.

El año pasado, luego de décadas de olvido, sus instalaciones por fin recibieron mantenimiento del gobierno estatal, con la colaboración de empresas y asociaciones civiles, entre ellas las fundaciones CIE, Porvenir y Harp Helú, así como la empresa Coca- Cola; claro, los estudiantes debieron aportar la mano de obra.

Además de impartir clases de primaria y secundaria, en el CIS se realizan talleres de música, panadería, carpintería y herrería. Como en el Cecam, existe la modalidad de internado para los niños que proceden de comunidades apartadas. Conviven pequeños de origen zapoteco, mixe y chinanteco, entre otras etnias.

Los techos de lámina de 18 aulas fueron remplazados por unos de material prefabricado; colocaron cancelería de aluminio en puertas y ventanas, los baños fueron rediseñados y se renovó la tubería. La inversión fue de 7 millones 165 mil 764 pesos.

En el centro estudian casi 300 niños, cuyas edades oscilan entre los seis y 15 años, de los cuales al menos la mitad están inscritos en el taller de música, el más importante de los que ahí se imparten.

Los alumnos de secundaria pertenecen a la banda de música del pueblo.

De las aulas de este centro egresan los instructores de las bandas musicales de las comunidades de la región de la Sierra Norte.

En septiembre del año pasado, el cantante español Miguel Bosé fue padrino de la reinauguración del lugar.

Ismael Méndez Martínez, director de la escuela, explicó durante su participación en abril en los foros de Instrumenta Tradición, en Capulalpam, que al terminar sus estudios, los alumnos regresan a las comunidades para preservar sus tradiciones, pero también se van a la Escuela Nacional de Música de la UNAM, al Conservatorio Nacional o la Universidad Veracruzana para continuar su preparación.

Después de la remodelación de toda la infraestructura del lugar en 2009, el CIS ahora busca echar a andar dos proyectos: uno agrario, para que los menores no pierdan la cultura del campo, así como impartir clases y talleres en las tres lenguas indígenas que conforman la escuela.

Fue en 1992 cuando la Secretaría de Educación Pública les entregó algunos instrumentos durante una gira que realizó la banda del CIS a la ciudad de México. Luego los olvidaron.

El equipo que ahora emplean para las clases ha sido adquirido con el dinero que obtienen los niños en los recitales que ofrecen. Durante años han enviado oficios a la oficinas de los gobiernos estatal y federal para que los apoyen, pero la respuesta ha sido nula, si bien reconocen que durante el sexenio pasado, recibieron un millón de pesos de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, con los cuales conectaron el servicio de agua potable al inmueble de la institución.

En cuanto a los métodos de enseñanza, el profesor Ismael comentó que cuentan con programas diseñados por los propios profesores, basados en planes colombianos y españoles, pero enfocados a mostrar a los jóvenes músicos la peculiaridad del sonido de la sierra oaxaqueña, que se nutre del trueno, del relámpago y de la lluvia, entre otros elementos.

Así trabajan las comunidades indígenas para educar en el arte musical a los niños. Pero no todo es miel sobre hojuelas: la migración es un problema que aleja de los pueblos a los muchachos que, ante la carencia de oportunidades de empleo, se van a Estados Unidos, donde muy pocos se dedican a la música.

Música y espíritu

Ignacio Toscano, director del programa Instrumenta Oaxaca, impulsado desde hace seis años por una asociación civil para el desarrollo musical mediante la educación, la creación, la producción y la preservación de la música, considera que el gran reto de las instituciones es poder relacionar toda la educación artística con la educación pública.

En charla con este diario resalta que el interés primordial de la enseñanza musical debería consistir en la formación de público: “si a un niño lo educas en el arte, no quiere decir que vaya a ser un gran músico, pero estás desarrollando su sensibilidad, le estás abriendo un panorama diferente.

“El gran reto es poder introducir la educación artística en la educación pública; hay que sembrar, regar, para después cosechar. Sería una gran manera de lograr hasta un cambio de pensamiento, porque la música tiene que ver con el espíritu.

Los esfuerzos no son de una sola instancia. No son los gobiernos federal, estatal o municipal los únicos responsables, también están las iniciativas de la sociedad civil. Se podrían lograr muchas cosas si todos supieran que la educación transforma y puede ser un gran eje de cohesión social, puntualiza Toscano.

Explica que también en el Conservatorio de las Rosas de Morelia, Michoacán, se realiza un estupendo trabajo en cuanto a la educación básica vinculada a la enseñanza musical.

No obstante, recomienda que las propias familias sean las que acerquen a los niños, inclusive desde el vientre materno, a la buena música, un legado para toda la vida.