Opinión
Ver día anteriorJueves 8 de julio de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Bancos centrales
D

urante los últimos años la teoría económica dominante impuso una visión del funcionamiento económico, que planteaba que para fines prácticos el estudio de las crisis ya sólo tenía interés para la historia económica. La irrupción de la crisis en 2007 derrumbó el edificio teórico que se había construido para fundamentar esa visión. Entre los planteamientos importantes de ese edificio estaba que los bancos centrales tenían que ocuparse esencialmente de controlar la estabilidad de precios, para lo cual era necesario que fueran independientes de los poderes del Estado.

Con esta idea, las funciones clásicas de la banca central relacionadas con el funcionamiento del sistema bancario se abandonaron. Entre estas funciones estaba la de controlar la oferta de dinero creada por los bancos a través del crédito. En realidad, el banco central surge del sistema bancario y es al mismo tiempo parte de él. De modo que la independencia del banco central no solamente es respecto del gobierno, sino también del sistema bancario. En consecuencia, el desempeño reciente de los bancos centrales había sido juzgado primordialmente en relación con la tasa de inflación lograda.

La crisis ha cuestionado duramente el funcionamiento económico reciente, planteando con claridad una pregunta: ¿quiénes fueron los responsables de la debacle? La primera respuesta, por supuesto, es que los principales responsables son las empresas financieras que modificaron su manera de funcionar, originando créditos e inmediatamente vendiéndolos a empresas creadas con el fin de distribuirlos, expandiendo globalmente un riesgo que se había incrementado sustancialmente. Fueron también responsables las empresas calificadoras que promovieron la expansión de las titulizaciones.

Los terceros responsables fueron los reguladores, tanto en los bancos centrales como en los gobiernos, que no entendieron lo que pasaba frente a ellos. Un hecho de particular importancia fue que la colosal expansión del crédito a través del mercado de derivados no tuvo ningún control. Tampoco lo tuvo la aparición y posterior crecimiento de la banca en la sombra. Los cuartos responsables son los políticos que no pueden ser eximidos de responsabilidad, ya que fueron ellos los que abolieron las instituciones que se habían creado para impedir que las crisis se convirtieran en depresiones, como la que estamos viviendo.

Uno de los resultados de esta revisión de responsabilidades ha sido el cuestionamiento del papel del banco central. Haber aceptado que su función primordial era controlar la inflación, llevó a que se mantuvieran bajas tasas de interés sin considerar el impacto sobre el precio de algunos activos, especialmente los inmobiliarios. No faltaron voces en el propio sector financiero internacional que señalaron este craso error, indicando que se perdieron de vista los enormes desbalances financieros que finalmente afectaron el crecimiento económico.

Lo que ha quedado claro es que los bancos centrales tienen que ocuparse de que el sistema financiero se mantenga en condiciones estables, y que para lograrlo requieren instrumentos que le deben ser dotados por los políticos. No hay razón para persistir en la independencia del banco central. La situación en la que están la mayor parte de las economías del mundo obliga a que los legisladores urgentemente diseñen nuevas reglas, para que el sistema bancario reduzca las posibilidades de incurrir en riesgos excesivos y que la entidad encargada de controlarlo sea el banco central.

Banqueros centrales como H. Davies y D. Green, ex funcionarios del Banco de Inglaterra y del Banco de Pagos Internacionales (Banking on the future: the fall and rise of Central Banking, Princeton University Press 2010), han planteado cuestionamientos importantes a la infalibilidad de los funcionarios responsables de los bancos centrales y han puesto sobre la mesa una pregunta fundamental: ¿cuál es verdaderamente la función de un banco central? Responder exige incorporar la estructura política e institucional en la que ese banco opera. Es momento de abrir esta discusión también en México.