Opinión
Ver día anteriorMartes 6 de julio de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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¡Qué país!
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undidos en una sola campaña de futbol, violencia, desastres y elecciones, somos un país al borde de muchas tragedias y que hizo de la farsa su existencia. Hoy cada día de Felipe Calderón en la Presidencia será un día en favor del PRI para su regreso. Cada necedad calderonista en nombre del PAN será un abono para el priísmo, que ya tiene a su rehén perfecto; cada alianza pragmática de la izquierda, una derrota de identidad, y cada silencio de la siniestra, una complicidad. Frente a todos: la abstención ciudadana, mayor a la de 2009.

El puñado oligárquico, dictando versiones y encuestas, arregla y reparte poder a los mediocres, para que puedan gritar ¡ganamos! y alimenten el juego falso de que un redentor nos salvará en 2012. No pudo ser ya Javier Aguirre, líder hoy defenestrado por sus mismos aduladores y que conduciría al México de las frustraciones, al país de los vencedores, haciendo de las porras y los goles la alternativa nacional.

La oligarquía y sus medios hicieron del hooligan lleno de odios, la vanguardia nacional, el mexicano políticamente correcto, que hace de sus creencias y deseos la realidad, y que reclama a gritos porque los otros también chutan y osan tirarnos a gol. Hoy, ya ni quién se acuerde de Javier Aguirre y su discurso en el Ángel de la Independencia, arengando como si el deporte fuera una guerra nacional. A unos días de lanzada la llamada Iniciativa México como si fuera un parteaguas en las soluciones ya es sólo un promocional, un concurso más de reality show para salir del paso, repartiendo unos cuantos millones de pesos en premios deducibles de impuestos: para esta semana, la disyuntiva de fondo es hacernos porra de Alemania, España o Uruguay, luego del odio y racismo derramado contra Argentina y Maradona, celebrando su eliminación y la goleada de Alemania, nuestro alter ego futbolero de moda.

Pero los mismos que impulsaron la campaña canalla de falsas expectativas son los mismos que nos hacen creer que las campañas electorales y los partidos que hemos visto son la democracia. Campañas de acarreos, clientelas obligadas, amenazas, promesas, demagogia, pragmatismo, cinismo, espionaje, violencia, oportunismo, acuerdos clandestinos, marcaron la elección en los 14 estados.

La izquierda electoral no gana nada, pues no gobernará ni en Oaxaca, Sinaloa o Puebla, y si lo hace como en Tlaxcala, Zacatecas y ahora en Baja California Sur, con base en nepotismos, la alternancia es irrelevante. La derrota del PRD en Zacatecas fue no sólo regresarle al PRI la entidad, sino a Ricardo Monreal, la gran adquisición del lopezobradorismo, que siempre ha trabajado para Ernesto Zedillo, gran agente trasnacional y del neoliberalismo global. Dividiendo el voto en Zacatecas con el PT, Monreal trabajó para el candidato del PRI, su discípulo, pero como siempre, será más delito decirlo que hacerlo y ahí se le verá el 25 de julio festejando en el Zócalo su nueva hazaña de reventador. ¿Con esos van al 2012?

El PT, presentado como el partido consistente y leal a López Obrador, hizo lo que sabe hacer desde su nacimiento como partido registrado: dividir para beneficio de sus patrocinadores. En esta ocasión dijo rechazar las alianzas, pero al final se quedó en Oaxaca sin hacer ruido y al final se sumó a la alianza prohibida en Durango. El gobierno legítimo calla al entender el significado y beneficios presupuestales del desacato.

¿Este es el escenario virtuoso de la democracia mexicana para 2012?

¿Estas son las virtudes que rigen al país, luego de 200 años de Independencia y 100 de Revolución?

En realidad es como si todos los fantasmas retrógrados, militaristas, clericales y entreguistas del país se hubiesen hecho presentes. Desde el último virrey De O’Donojú, pasando por Picaluga, Almonte, Santa Anna y Huerta, hasta los personajes de nuestros días que reprimieron, o los que convirtieron los avances en derrotas, que han sumido al país en lo que es ahora.

El ideal democrático en el país debe refundarse, no en busca del salvador de 2012, sino en la reconstrucción de los conceptos y la fuerza política necesaria para hacer valer las ideas. No basta la fuerza y menos la que proviene del erario; es necesaria la razón, la amplia participación no ceñida al sectarismo de la lucha por el poder que quita a unos para poner a otros, sin compromisos claros.

El balance de la jornada electoral es que todos dicen avanzar luego del reparto, menos el país en su conjunto que no ve ninguna posibilidad de mejoría y de cambio de reglas en la gobernabilidad. Esta elección y sus reacomodos de facciones cuestiona la existencia misma de los partidos y lanza tierra sobre los procesos electorales como vía pacífica de cambio.

Los gritos, las viejas consignas, son hoy el zumbido de las vuvuzelas hechas para ensordecer. De lo dicho en las campañas nada queda, sólo los rencores y los agravios, pero al mismo tiempo, la gran complicidad para mantener esa estructura de la clase política sin fisuras ni cuestionamientos.