Opinión
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Angustia ante la inseguridad extrema y la violencia
S

igmund Freud en su magistral escrito Inhibición, síntoma y angustia, de 1926, lleva a cabo una acuciosa revisión que lo conduce (basado en la clínica) a realizar los ajustes teóricos necesarios para exponer su teoría definitiva sobre la angustia.

El sicoanalista abordó por primera vez el problema de la angustia en el curso de sus investigaciones sobre las neurosis actuales; sus más tempranos exámenes de este asunto se hallan en su primer trabajo sobre la neurosis de angustia en 1895.

Para 1926, en palabras de Freud, el valor biológico del afecto de angustia obtenía su reconocimiento al admitirse que la angustia era la reacción general frente a una situación de peligro; se reafirmaba el papel del yo como almácigo de la angustia al adjudicársele la función de producir el afecto de angustia de acuerdo con sus necesidades.

De esta forma se reconocen dos modalidades: la fuente u origen de la angustia generada por el yo ante una amenaza a fin de movilizar al sujeto y así conseguir una conducta de evitación. En este segundo caso Freud menciona que el yo se sometería a la angustia como a una vacuna con el fin de sustraerse al peligro.

Cabe aquí una precisión en la que Freud hace hincapié. Hay que diferenciar entre la angustia realista y la neurótica. El peligro realista es un tipo de peligro del que tomamos noticia, y angustia realista es la que sentimos frente a un peligro de este tipo, un peligro real que amenaza desde el exterior. La angustia neurótica lo es ante un peligro del que no tenemos noticia, aquí lo amenazante viene del interior y tiene que ver con lo pulsional, con el ello, con lo inconsciente, con lo reprimido.

En el peligro realista, a decir de Freud, desarrollamos dos reacciones: la afectiva, el estallido de angustia y la acción protectora. Existen casos que presentan contaminados los caracteres de la angustia realista y de la neurótica. En este punto Freud se pregunta acerca de cuál es el núcleo, la significatividad de la situación de peligro. La respuesta apunta a la situación de desvalimiento que despierta tal situación.

Por tanto, Freud definirá como traumática a una situación de desvalimiento vivenciada y enuncia: “Ahora bien, constituye un importante progreso en nuestra autopreservación no aguardar a que sobrevenga una de estas situaciones traumáticas de desvalimiento, sino preverla, estar esperándola (...) La angustia es entonces, por una parte, expectativa del trauma, y por la otra, una repetición amenguada de éste (...) El yo, que ha vivido pasivamente el trauma, repite ahora de manera activa una reproducción. Sin embargo el tema que aquí se semblantea de una manera extremadamente somera es de una profunda complejidad. Lo que se hace evidente es el grado extremo de sufrimiento que experimenta el individuo ante tales circunstancias. Falta agregar la situación de dolor y duelo cuando la situación traumática conlleva la pérdida de un ser amado.

En la dramática circunstancia en que vivimos desde hace ya mucho tiempo los mexicanos, debido a la inseguridad extrema, a la violencia y al abuso sin límite, nos ha colocado en una situación traumática permanente donde los protagonistas principales son la angustia, el dolor y los duelos no elaborados. Sobre un trauma se suma otro más. El yo se ve desbordado, sin posibilidades de elaboración de la situación traumática.

El dolor y la rabia nos rebasan y las autoridades no hacen nada al respecto. Lo único que profundiza es la sensación colectiva de desvalimiento y un estado de neurosis traumática colectiva. Lo que las autoridades ignoran o no quieren saber es que el acoso del yo por las situaciones traumáticas repetidas le hace perder la brújula y no pueden preverse las conductas que pueden surgir ante situaciones de sufrimiento extremo.