Otro fracaso de la izquierda nueva
Borrado, el discurso de Paredes
alieron poco antes de las cinco de la tarde, después de casi dos horas de conversación, con cara de agruras, que seguramente no les provocó la mejor cochinita pibil del mundo, que se prepara en el restaurante Montejo de la colonia Condesa. Los susodichos eran Manuel Camacho y Jesús Ortega, de quienes algún comensal avieso dijo: tal para cual
.
Fue apenas el martes pasado cuando, caliente el crimen contra Rodolfo Torre Cantú, candidato del PRI a la gubernatura de Tamaulipas, levantaba especulaciones por todos lados, y algo más. En el irreflexivo intento de no dejar pasar la oportunidad, voces de todas partes lanzaron convocatorias para tratar de lograr unidades inútiles, aunque fuera en el discurso.
Y muy probablemente de eso hablaron los sujetos de la cara agria, es decir, de la negativa que una vez más hallaron de Andrés Manuel López Obrador para tratar de convertirlo en cómplice del desastre del gobierno federal que vive México. La respuesta que tuvieron estos jilgueros de Felipe Calderón fue monolítica: un rotundo no. A los enviados no les explicó mucho, pero estaba claro, sólo una propuesta que cambiara radicalmente la economía del país podría llevar a López Obrador a juntarse con Calderón. Es decir, esa reunión no se dará nunca.
Y es que es falso el discurso que pretende reunir a todos, como en bote de tamalera, con la idea de que eso salvará al país. Ya lo habíamos comentado en este espacio: sumarse al fracaso, irreflexivamente, nada más por subirse a la primera plana, no parece ser la mejor estrategia. Esa suma sólo da como resultado el fracaso. No condicionar un supuesto acuerdo de todos para salvar al país, a una estrategia que se oponga a la idea principal de seguir la guerra por la guerra misma, sin romper las líneas de la administración que la produjeron, sería como caminar a ciegas hacia el precipicio.
Fue el PRI –y eso es muy triste para la izquierda, y muy en particular para Marcelo Ebrard– el que dijo con claridad, por boca de Beatriz Paredes, que para iniciar una diálogo que encuentre soluciones debe haber un convocante legítimo. Y ése, por el momento, no existe. O mejor, el que convoca no tiene la legtimidad que requiere un proceso de salvación que sí urge a la nación. Así que lo que pudiera suceder en favor de ese acuerdo no va a pasar, por más que desde el mismo PRI se trate, a última hora, de enmendar la plana a la lideresa de ese instituto político.
En realidad, las palabras de la presidenta del PRI fueron desaparecidas de los cabezales de los medios impresos y de los avisos que daban razón del discurso de la priísta en los llamados medios masivos. Recordar que el poder actual nació cuestionado, y que fue con la ayuda del mismo PRI que se consumó el asalto a la Presidencia de la República, abrió aún más la herida que no ha cerrado y que ahora supura.
Sin embargo, el discurso de la señora Paredes pareciera también un acto de arrepentimiento que ya no deja dudas. Ellos, los priístas, son cómplices de lo que pasa, pero ahora se niegan a seguir siendo comparsas del fracaso, y lo gritan para que todos lo oigan: diálogo sí, pero con liderazgos legítimos
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Ése, o algo parecido, debió haber sido el argumento lógico de la izquierda para cuestionar el quehacer político de quienes han llevado al país a la situación de empobrecimiento, violencia y muerte que se vive. Pero la izquierda irreflexiva se lanza pronta a cazar un lugar cómodo en el conflicto para demostrar, tal vez, que ellos, los de la izquierda nueva, están por el acuerdo tonto, perverso, inútil, siempre que les reditúe el reconocimiento de quienes dudan de su servilismo.
Algo les salió mal a Camacho y a Ortega en la comida del martes pasado, o tal vez nada más sienten sobre los hombros el peso del fracaso. Ni modo.
De pasadita
El Tribunal Electoral del Distrito Federal emprendió una tarea para tratar de lavarse la cara. Lo malo es que hay toneladas de lodo en el ejercicio de ese organismo. Y más que una limpieza de rostro lo que se necesita allí es una operación a corazón abierto. Por ahí les debemos algunas pruebas de los males que aquejan a la institución, así que paciencia, ya vienen.