ste viernes, la Oficina de Análisis Económico del Departamento de Comercio de Estados Unidos (www.bea.gov) informó de la dinámica productiva (a mayo) en el vecino país. Confirman que la capacidad industrial utilizada y la producción industrial se recuperan. Sí, por quinto mes consecutivo, la producción industrial del mes es mayor que la del mismo mes del año anterior. Pero estos cinco meses de crecimiento fueron precedidos por seis de crecimientos cada vez menores o descensos. Coloquialmente se dice que la curva del nivel de la producción industrial dio vuelta
(dejó de caer) en julio de 2009. Luego de 18 meses –sí, 18– de crecimiento cada vez menor e, incluso, negativo. No hay duda.
Sin embargo, luego de 29 meses de regresión industrial (tasas menores o negativas) lo que hoy se produce aún es muy inferior a lo producido en el mes más fuerte de la economía estadunidense, diciembre de 2007. Sí, la crisis nos llevó a niveles de producción industrial 15 por ciento inferiores a ese máximo de diciembre de 2007. Y luego de dos años y medio de regresiones, apenas se han recuperado cinco puntos porcentuales de los 15 perdidos. Sí, aún estamos 10 por ciento por debajo de lo que teníamos en diciembre de 2009. De enero 2008 a la fecha no sólo no crecimos, sino que caímos, 20 por ciento, sumando 15 puntos porcentuales de descenso y no menos de cinco de pérdida de crecimiento. Y esto en estos dos años y medio. ¿Por qué? ¿De qué depende recuperar el dinamismo anterior? De que se supere la enfermedad
más severa. La del sobre-equipamiento productivo, es decir, de la disociación entre el nivel del equipamiento industrial, por un lado, y el de la producción y de la capacidad utilizada, por el otro.
Ejemplifiquemos esto con la producción manufacturera. Hoy en día, el peso
de la producción manufacturera estadunidense en el producto total es del orden de 23 por ciento. En 1968 era de 31 por ciento. Y de 40 por ciento en 1950. ¿Desindustrialización? Así la llaman algunos. Pero, observemos, el peso de las exportaciones industriales en el mismo producto, hoy es de 7 por ciento (9 por ciento en 2008). En 1968 era de 4 por ciento. Y en 1950 de sólo 3 por ciento. Sí, la producción de bienes duraderos (electrodomésticos y automóviles, por ejemplo) y de bienes no duraderos (alimentos, vestido, calzado, combustibles, por ejemplo) ha perdido peso en el producto de nuestros vecinos.
Pero –curiosamente– la venta externa de sus productos duraderos y no duraderos tiene más importancia que nunca. Como contraparte, el consumo interno de este tipo manufacturas depende cada vez más del exterior, de la importación. En 2009 la compra en el exterior de estas manufacturas fue de 11 por ciento del producto (15 por ciento en 2008). En 1968 era de sólo 4 por ciento. Y en 1950 de apenas 3 por ciento. ¿Qué significa este enredo de números? Que el consumo de personas, empresas y gobierno estadunidenses depende cada vez más de lo que se produce en el exterior. Por cierto, en ese exterior México no sólo está incluido, sino que representa uno de los principales abastecedores para Estados Unidos.
Actualmente cerca de 9 por ciento. Sólo atrás de China que hoy tiene 14 por ciento. Pero lo que quisiera subrayar es el complejo contraste entre el acelerado proceso de equipamiento industrial y su producción cotidiana. La economía vecina –en realidad todas– se equipa más rápido de lo que produce, de lo que necesita. Se trata de un fenómeno que la tiene hoy en una terrible crisis. ¿A qué me refiero? Pues al hecho de que día a día, mes a mes, trimestre a trimestre, semestre a semestre, año tras año, la economía vecina instala maquinaria y equipos para la producción manufacturera, la industrial. Pero no utiliza todo lo instalado para producir. De enero de 1968 a marzo de 2003, la capacidad industrial instalada en la economía de Estados Unidos no dejó de crecer.
Así, si comparamos la capacidad instalada en la industria estadunidense un mes cualquiera de ese largo –enorme, en realidad– periodo de la vida económica reciente de nuestros vecinos, descubriremos un crecimiento positivo continuo. Mes a mes. ¿Se imagina usted lo que representa una instalación creciente –a veces mayor a veces menor, pero creciente– de maquinaria y equipo industrial en la economía vecina? ¡Sin freno! Pero, aún más, ¿se imagina lo que significa esta instalación continua y creciente de equipos y maquinaria industrial, y una producción de manufacturas que no la respalda, que se comporta cíclicamente, a veces a la alza, a veces a la baja, a veces positiva a veces negativa? En buen romance significa una demanda social o efectiva, cíclica frente a una instalación de maquinaria y equipos continua y creciente. Sí, compra de equipo y maquinaria continua y creciente (casi 420 meses), pero producción cíclica, con altas y bajas, con positivos y negativos. ¿Resultante? Una capacidad cada vez menor de pagar lo instalado. ¿Qué significa? Deterioro de la rentabilidad general de la economía. ¿Solución? Alargamiento del ciclo de demanda socia efectiva con el mecanismo salvador. ¿Cuál? El crédito. Pero este –por desgracia– también tiene sus vaivenes y límites.
Por lo que esa enfermedad
de sobre-equipamiento sólo se resuelve de dos maneras. Una primera muy dolorosa y terrible, de desvalorización o depreciación drástica de la maquinaria y equipo instalados. Y otra de lenta –lentísima– de recuperación de la rentabilidad, mediante la también recuperación lenta –lentísima– de la demanda efectiva. Mucho más lenta aún cuando la sociedad está –como es el caso en el vecino país– endeudada, profundamente endeudada. Todavía más cuando hay control y regresión salarial –como es el caso– de los trabajadores. Por eso, entre otras cosas, la lenta salida de la crisis. Lentísima. No hay milagros. No.