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El último viaje con José ha sido especialmente tranquilo, como él, expresó su viuda

Con honores militares, reciben los restos de Saramago en Portugal

Los resguardaron su viuda, Pilar del Río; Violante, su hija, y la ministra lusa de Cultura, Gabriela Canavilhas

El cuerpo será cremado; parte de sus cenizas irán a su natal Azinhaga y otra a Lanzarote

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Un simpatizante del Partido Comunista presenta sus respetos al premio Nobel de Literatura portugués en el Ayuntamiento de Lisboa durante el arribo de sus restos mortalesFoto Reuters
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LAS JORNADAS DE SARAMAGO. Pilar del Río, viuda y traductora del escritor portugués, recibió las condolencias de familiares y amigos en el Ayuntamiento de Lisboa, adonde llegaron los restos de su compañero provenientes de LanzaroteFoto Reuters
Corresponsal
Periódico La Jornada
Domingo 20 de junio de 2010, p. 8

Madrid, 19 de junio. José Saramago hizo su último viaje: su compañera y traductora, Pilar del Río; su hija, Violante Saramago, y la ministra de Cultura de Portugal, Gabriela Canavilhas, resguardaron los restos mortales del Nobel de Literatura durante el vuelo que los trasladó de Lanzarote, su residencia desde 1993, a Lisboa, ciudad en la que creció y de la que se tuvo que ir ante los ataques furibundos contra su obra del poder público y de la Iglesia católica.

Con 87 años y 32 libros, el novelista, poeta y ensayista murió el pasado viernes en su casa de Tías, donde fue velado antes de emprender regreso a Portugal. El último viaje con José ha sido especialmente tranquilo, como él, dijo Pilar del Río, emocionada por la inminente despedida y ante el recibimiento con honores militares en su país.

Portugal entera llora la muerte de José Saramago. Así como buena parte del planeta, desde el Río de la Plata hasta el río Bravo, desde la desembocadura del Tajo hasta los fiordos noruegos.

El único Nobel de Literatura en la historia de Portugal se convirtió en referente internacional, en escritor admirado y querido, lo mismo en esa América Latina que caminó y descubrió con curiosidad y hambre de comprensión, que en la vieja Europa, que le vio nacer en el lejano 1922 y que le ofreció escenarios extremos que serían, a la postre, cruciales para su legado literario: la brutalidad de la guerra mundial, el enfrentamiento ideológico de la guerra fría, la persecución de los comunistas en las dictaduras fascistas y, más recientemente, los movimientos sociales para luchar contra los excesos del capitalismo neoliberal.

El llanto y el pesar por la muerte de Saramago inundó buena parte del planeta, pero se sintió especialmente en la península Ibérica: en Portugal, su país de origen y donde están la mayoría de los escenarios literarios de sus novelas, incluida la pequeña aldea en la que nació, Azinhaga; y España, país al que estuvo ligado desde joven, pero sobre todo a partir de su autoexilio de Portugal, en 1993. Eso explica que tras su muerte, en Lanzarote, centenares de personas se acercaran hasta la sede de su fundación y biblioteca a darle el último adiós, a velar al autor de libros que ya forman parte de la memoria colectiva de varias generaciones de lectores: Memorial del convento, El ensayo sobre la ceguera, El Evangelio según Jesucristo y El viaje del elefante, entre otros.

En un féretro de madera y abierto a la vista a través de un espejo a la altura de la cara, el cuerpo de Saramago, al que se le acercaron centenares de coronas de flores, mensajes que llegaban de todo el planeta, de pesar y de agradecimiento a su luz y legado literario. El cuerpo, de gesto sereno, estaba acompañado de una frase escrita en el espejo, que en su momento lo habían emocionado especialmente y que procedía de un lector argentino: Estaremos extrañamente conectados a la bondad del mundo.

Después de ser velado y llorado, pero también leído, pues su viuda Pilar del Río se limpió las lágrimas y se puso firme para leer un pasaje de su libro El Evangelio según Jesucristo en el que reflexionaba sobre la muerte, el féretro con Saramago finalmente emprendió el viaje a su natural Portugal. Ahí fue recibido por las más altas autoridades y con música militar destinada a los actos fúnebres más solemnes e importantes.

Los restos del escritor serán cremados. Siempre quiso ser incinerado y pidió a la familia que se hiciera viendo el Atlántico, como va a ser, señaló un portavoz de la familia. Parte de sus cenizas serán depositadas en la localidad lusa de Azinhaga, y la otra se enterrará junto a un olivo de su casa de Lanzarote.