Contaminación de suelos y disputas por el agua, otro efecto nocivo, señalan expertos
Miércoles 16 de junio de 2010, p. 43
La producción de bioenergéticos trae consigo los monocultivos, concentración en pocas manos y despojos de tierras, contaminación del suelo por el excesivo uso de agroquímicos y disputa por el agua, expusieron académicos e integrantes de organizaciones sociales de México y Ecuador en el foro Agrocombustibles, cambio climático y crisis de la soberanía alimentaria, organizado por Casa Lamm y La Jornada.
Gobiernos de países desarrollados y en vías de desarrollo, así como organismos internacionales difunden su uso como la mejor alternativa ante la baja de las reservas petroleras mundiales, pero en el fondo se trata de plantear una recuperación económica en beneficio de las trasnacionales, que ha dejado una estela de alzas de precios de los alimentos, como en el caso de México con el tortillazo
hace tres años, apuntaron.
Andrés Barreda, académico de la UNAM, comentó que el tema de los agrocombustibles se discute desde hace dos años con intensidad en el país, pues forma parte de la estructura de consumo alrededor del automóvil, pero no es una salida a los requerimientos de la humanidad
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El uso del maíz como biorreactor se suma al tema de los biocombustibles. La planta, sustento de la alimentación de millones de personas, se ha convertido en la probeta de la industria química, la cual en las décadas de los años 30 a 60 del siglo pasado sacó 6 millones de sustancias diferentes del petróleo.
Ambos casos son ejemplo de las especulaciones con ciencia y tecnología, por ello urge que la sociedad discuta el tipo de desarrollo que quiere.
Armando Bartra, director de La Jornada del Campo, propuso discutir a fondo las alternativas tecnológicas para generar energía y definir posturas. Eso no significa ir en contra de los biocombustibles o exigir medidas drásticas contra los efectos de los gases de invernadero. Lo que se impone es una postura civilizatoria, pues estamos en un momento histórico de gran turbulencia
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La crisis en el mundo no es coyuntural, es notorio que se está desfondando el modelo neoliberal y que es imposible sostenerlo pues está devorando 25 por ciento más de los recursos naturales que requirió en el siglo anterior. La humanidad está ante una devastación socioeconómica, sostuvo.
Natalia Landívar García, de la organización Foodfirst Information and Action Network (FIAN), de Ecuador, presentó un resumen de la investigación El silencioso y enmascarado avance de la palma africana en la cuenca media del río Guayas: el caso del Recinto El Samán, en cuya región se produce la palma africana desde la década de los años 60 y a partir del año 2000, por la creciente demanda de dicho producto para la elaboración de agrodiesel, la superficie destinada al cultivo aumentó en 300 por ciento, y ocupa 200 mil hectáreas.
El negocio es rentable para los agroexportadores y no para los pequeños campesinos, quienes luchan por mantener sus tierras ante el hostigamiento y presiones de los acaparadores. Sus cultivos y aguas son contaminados por los químicos utilizados por los agroexportadores, son los mecanismos ocultos
utilizados para que los campesinos abandonen sus tierras o acepten voluntariamente
venderlas.
La historia forma parte del informe Azúcar roja, desiertos verdes, realizado por la FIAN, Coalición Internacional para el Hábitat, oficina de Coordinación Regional para América Latina y Solidaridad Suecia América Latina.