Atrapados ¿sin salida?
Rutina trágica
Opciones inviables
Organizar, luchar
s lo mismo. Ayer y hoy. Cambian las cifras, los nombres y las circunstancias, pero la esencia es la misma: el país sumido en un baño de sangre que no parece tener fin, mientras la clase política continúa representando sus falsos y cada vez más vomitivos rituales de legalidad y legitimación. El asombro se desgasta diariamente hasta convertirse en tic de reacción mínima que va añadiendo a su fórmula original los ingredientes del cinismo, la desesperanza y el hastío. Tantos muertos hoy, los de cada día masacrados con crueldad mayor o con más novedad en los métodos siniestros. Enfrentamientos, ejecuciones, sicarios, policías, soldados, narcotraficantes, en una danza de engaños y simulaciones que en el fondo es la pelea descarnada por la redefinición de los poderes verdaderos en un país llegado al extremo final de su viabilidad institucional.
Triste panorama ante el cual pareciera no haber alternativa ni propuesta de cambio. ¿Qué hacer frente a las estadísticas del día, el recuento de los asesinados en un penal de Mazatlán, los federales ejecutados en Zitácuaro, Toluca o Chihuahua, las especulaciones criminales respecto de la caída de una avioneta de campaña del candidato priísta a gobernador de Quintana Roo, los alegatos tecnicistas en la Suprema Corte para ver si procede la justicia llana o los acomodos técnicos en el caso de la guardería ABC, las evidencias de que el narcotráfico decidirá los comicios del mes venidero? (Vaya concurso diario de peores noticias: ayer, por ejemplo, punteaba el tema de los ministros de la Corte metidos en berenjenales teóricos para precisar a fin de cuentas, conforme al sentido de la mayoría de esos jurisperitos, que no pueden o no quieren sumarse a los señalamientos personalizados de culpas que había presentado Arturo Zaldivar. Pero ésa, como la más reprobable noticia nuestra de cada día, es rebasada y enviada al cajón de los olvidos por la aparición de nuevas aberraciones: carrusel diario de agravios sociales escandalosos para propiciar mareos y cansancio).
Ni para dónde voltear. Los panistas y quienes apoyan a Calderón han de tener claro que Felipe aguarda la hora de la guillotina electoral, rebosante de enojos y reproches, cansado de su propio equipo ineficaz de trabajo, rodeado y presionado por los militares que han multiplicado su poder como nunca antes en administraciones civiles, temeroso ya de un final de sexenio que sería de cuchillos largos para él, que ya no puede dar golpes de timón ni dar pasos en firme hacia atrás: la guerra contra el narco tiene un responsable ante la historia, pero también ante los jefes de cárteles que han debido librar batallas indeseadas, innecesarias, provocadas por un político que sin sombra de duda tiene a México en condiciones infinitamente más desastrosas de aquellas en que se hizo del mando nacional, tres trágicos años atrás.
Pero tampoco hay opción verdadera en los flancos opositores
. El PRI, que ha logrado convertir en sustancia básica del poder nacional a sus gobernadores, y que avanza implacable hacia la conquista de más posiciones estatales, a fin de cuentas ofrece lo mismo que el PAN, pero operado
con más oficio, con menos fisuras y torpezas. Parte de ese oficio político consiste en detectar los riesgos de caída de construcciones sociales y políticas y la aplicación a apuntalar, remozar y maquillar. Peña Nieto, que es decir Salinas de Gortari, busca realizar el menor número posible de cambios estructurales, mientras el beltronismo trata de defenderse de la delantera que mediante protagonismo facturado lleva el gobernador del estado de México, a través de la emisión de ciertos bonos de presunto reformismo práctico, pagadero al triunfo de la eventual victoria del precandidato sonorense, una especie de canasta básica de cambios en lo institucional para conservar viabilidad que sostenga los privilegios actuales por la vía de sostener a su vez al régimen injusto, pero bien atendido en sus servicios de alineación y balanceo.
En ese esquema simplista, la única opción de cambio verdadero debería estar en la izquierda. Pero en México no hay realmente una fuerza organizada que pueda ser adscrita a ese casillero. No, desde luego, el PRD ni Convergencia. Y el Partido del Trabajo es un nudo de intereses grupales que se niega a ceder sus espacios importantes a su apuesta individual apellidada López Obrador. Tampoco es hoy una opción real de cambio político el movimiento de resistencia popular acaudillado por el mismo tabasqueño resistente, menos si lo que rige hoy es la confusión y si no se plantea un proyecto de trabajo político que sea fresco, novedoso, concreto, realizable, tolerante, incluyente y no necesariamente amarrado a lo electoral. Mucho han cambiado las cosas desde que Calderón se hizo de la Presidencia de la República bajo el lema de piratería que justifica los resultados haigan sido como haigan sido
. Hoy se necesita un replanteamiento cuidadoso, no demagógico ni repetitivo, no centrado en la personalidad dirigente, sino en la masa actuante, no enfocado en el aplauso al líder ni en la aprobación entusiastamente automática de lo que se plantee en tribunas sólo por una suerte de adhesión acrítica a los micrófonos principales.
La sangre seguirá goteando, las cabezas rodando, los inocentes cayendo y el terror extendiéndose por calles y carreteras, pueblos y ciudades, y la clase política seguirá peleando sus cuotas del gran botín nacional sin más contrapeso que el lamento popular, la crítica ácida y la maldición bien puesta, mientras los ciudadanos sigan viendo el infortunio nacional como cosa ajena, como desgracia en el espacio del vecino cercano o distante, mientras no construyan o encuentren los cauces adecuados para dar batallas verdaderas, mientras no se decidan a luchar, en las calles, las plazas y los espacios institucionales
para crear factores verdaderos de cambio.
Y, mientras Slim, Gates, la infanta Cristina, Felipe y Margarita se toman la foto filantrópica, ¡hasta mañana, a un mes de la desaparición de Diego Fernández de Cevallos!
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