Niñez, bien estratégico
ecesitamos un sistema de justicia que impida que los políticos duerman como bebés o que se vayan tan campantes al Mundial de futbol, pese al caos en que tienen al país. Necesitamos, en cambio, un sistema de justicia que proteja el sueño de los niños en guarderías seguras, de techos sólidos, alejadas de bodegas sospechosas y que cuenten con salidas de emergencia, extintores y personal capacitado y amoroso.
Como sus mares o su petróleo, la infancia es recurso estratégico para México. Por eso es muy importante que los responsables –todos– del crimen de la guardería ABC de Hermosillo, sean castigados. Debe quedar claro que con los niños no se juega ni se lucra, que se les cuida.
La criminal tragedia obliga a la sociedad a pensar en los niños, y se ha convertido en metáfora de la realidad de la infancia nacional: embodegada, abandonada, objeto de lucro de refresqueras y fabricantes de comida chatarra; víctima de una televisión que muestra superhéroes de plástico, en vez de hombres valiosos de carne y hueso, y víctima de un educación amafiada y sin calidad.
En medio de la vergüenza y el dolor se presenta, sin embargo, la oportunidad de discutir a la infancia, de abrir un gran debate sobre las responsabilidades del Estado: de la calidad de la niñez depende la hechura de las personas adultas, y de la de éstas, la del país y su potencial del desarrollo.
Los humanos no nacemos éticos. La ética individual y social se construye y se aprende. El cuidado de la niñez es central en la constitución de una sociedad ética. Por eso también es vital que la Corte esclarezca las aberraciones del modelo de subrogación de guarderías.
Nadie puede hacer gran negocio con el cuidado de los niños si se les atiende como es debido: con instalaciones seguras, dignas, espaciosas y confortables; personal suficiente y capacitado; alimentación de buena calidad, y materiales educativos. Se necesita una fuerte inversión, mucho trabajo y un compromiso ético.
Este es un buen momento para redefinir a las mal llamadas guarderías como centros de desarrollo infantil o de educación temprana. Otra opción puede ser que el servicio privado –supervisado por Ssa y SEP– se contrate por los propios padres de familia y que el IMSS les pague la cuota correspondiente, para que ellos vigilen y exijan directamente calidad.
Asimismo, para discutir si los niños deben asistir tempranamente a estas instituciones o si, como en Suecia, se financia a los padres para que los atiendan plenamente en su importantísimo primer año de vida.