Pobres contra pobres
as 17 islas del barrio Zen, en las afueras de la ciudad siciliana de Palermo, se ven grises e inhóspitas. Las hileras de edificios de departamentos parecen enormes cajas de cartón, sin áreas verdes ni espacios de recreación. Imposible pensar que a este conglomerado de cemento alguien le haya podido otorgar un premio de arquitectura. Pero así fue y ahora habitan aquí 4 mil 200 núcleos familiares, de los cuales más de la mitad (2 mil 800) son ocupantes, es decir, familias sin casa que no figuran en las listas de asignación del gobierno y que se han instalado en los departamentos de manera irregular.
El problema es complejo. No es una pelea entre buenos y malos, sino entre pobres y pobres en medio de una complejidad siciliana que en muchos casos involucra a las mafias. Las familias que hacen fila en las listas mediante las cuales se asigna vivienda son de escasos recursos, al igual que las familias que las ocupan incluso en etapa de construcción.
El barrio Zen 1 fue construido en 1968 para recibir a los damnificados del temblor de Belice, pero antes de que llegaran, las familias sin recursos lo empezaron a ocupar. Posteriormente construyeron el barrio Zen 2, destinado a los trabajadores de los pueblos de la región, pero también fue ocupado.
Dario Penino encabeza el recorrido por los deprimentes espacios. Un gran predio destinado a la plaza central es un enorme basurero de lavadoras descompuestas, sillones destartalados, trozos de madera vieja y un sinfín de objetos inservibles. Hasta aquí llega lo que la ciudad tira.
En estos días la isla 3 es motivo de movilización. Sus ocupantes están amenazados de desalojo. Hace año y medio un grupo de 16 familias que no tenían trabajo, vivienda ni dinero, ocuparon unos departamentos que se encontraban vacíos, aunque ya habían sido entregadas las llaves a los futuros inquilinos. En enero de este año llegó la primera orden de desalojo y ellos, sin oponerse a la desocupación, exigieron un techo en otro sitio. Les asignaron un lugar sin agua ni luz, en condiciones deprimentes para cualquiera. No lo aceptaron y desde ese día se mantienen en protesta para evitar el desalojo forzado.
Después de una serie de negociaciones infructuosas, ofrecimientos en espacios inaceptables y reiteradas amenazas de desalojo, relata Blasi Vincenzo, portavoz del movimiento, llegó junto a la fuerza policiaca el cuarto ultimátum del municipio de Palermo. Se logró parar la desocupación y las 34 familias involucradas (crecieron al doble en año y medio), salieron a vivir en casas de campaña en los corredores de la isla, como medida de protesta. Hasta el día de hoy se encuentran bajo los techos de plástico.
Y ahí, bajo un sol inclemente, se mantienen a la expectativa.