Presentan Barro Rojo arte escénico (1982-2007), libro del periodista
Coreógrafos y bailarines centran su energía en armar expedientes
para conseguir becas
Martes 8 de junio de 2010, p. 7
Los creadores de danza en México han tenido que institucionalizar sus propuestas porque deben responder al criterio oficial para obtener ya sea la beca o el ingreso a una programación, afirma el periodista Juan Hernández Lara (Tlaxcala, 1968), a propósito de la publicación de su libro Barro Rojo arte escénico (1982-2007): la izquierda en la danza contemporánea mexicana en el cual analiza la trayectoria de ese grupo.
En entrevista con La Jornada, el autor añade que el arte de Terpsícore en el país “vive uno de sus peores momentos en términos creativos: no hay compañías que sorprendan con sus propuestas artísticas, pero no es un problema de la disciplina artística, sino de las políticas culturales y de la postura de los propios artistas frente a su quehacer.
“Coreógrafos y bailarines no encuentran cómo dedicar su tiempo y su alma a las búsquedas que necesitan expresar mediante el arte, su energía se centra en hacer trabajo de escritorio para armar un expediente y que el próximo proyecto consiga el estímulo o la beca. Por otro lado, las instituciones detentan el monopolio de los recursos públicos para apoyar la danza.
La aparición en los años 90 del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca) y del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA) transformó no sólo las relaciones del gremio, sino las posturas estéticas e ideológicas de grupos como Barro Rojo, que debieron adaptarse a esa modalidad del Estado para repartir los apoyos. El movimiento de danza independiente terminó justamente cuando aparecen esas instituciones, desaparecieron compañías y de otras quedó solo el membrete.
El libro de Hernández Lara, coeditado por Hiperlibro/Fonca y Barro Rojo es resultado de cinco años de investigación en torno a un grupo que muchos especialistas consideran un caso único
desde su origen, pues se trata, añade el periodista, de una compañía que fue fundada por Arturo Garrido, militante de la izquierda, que llega a México huyendo de la represión militar de Ecuador.
Barro Rojo se fundó en el seno de la Universidad de Guerrero donde, además, había gran apoyo a los movimientos de guerrilla. Por eso su “trabajo artístico partió de posturas políticas y sociales concretas, el arte fue el medio para hablar de lo que pasaba en el mundo, como una ventana con una visión crítica y una propuesta estética que correspondía a esa posición política.
Ninguna otra de las compa-ñías que conformaron el movimiento de la danza contemporánea independiente en esos años tuvo la contundencia ideológica y política de Barro Rojo. Con esa propuesta se presentaron en los circuitos culturales de la ciudad de México, pero no gustaron a la danza dominante en ese momento que era más exquisita, que no hablaban de cosas sociales, que aparecía con cuerpos bonitos, estéticos, blancos, alargados, principescos.
El peso del estigma
“Barro Rojo –prosigue Juan Hernández– llegó con sus bailarines morenos, chaparros, toscos a decir ‘también los cuerpos de México pueden bailar y estar en estos escenarios’. Su primera obra fue El camino, de Garrido, en la cual denuncian una matanza de campesinos en El Salvador. Ganaron el premio nacional de danza, pero desde ese entonces la compañía tuvo el estigma de ser los nacos y panfletarios de la danza, sobre todo se criticó que se atrevieran a hablar de asuntos sociales y políticos sin tapujos.”
El investigador reconoce que Barro Rojo “ahora juega las reglas que han impuesto las instituciones culturales y, aunque no dejan de ser fieles a su discurso: es una compañía mucho menos aguerrida porque tienen que sobrevivir, han recurrido a las becas del Fonca y han hecho todo un trabajo de adaptación para que ese estigma no los obstruyera.
Por un lado muestran menos su rostro político y social para que les den los incentivos que necesitan para su trabajo, pero siguen manejando temas sociales, aunque ya no se les ve en las marchas como al principio, cuando bailaban en los mítines. Ese trabajo ya no lo hacen, quedó un poco en el pasado, pero siguen abordando temas que preocupan a la sociedad. Lo importante es que formaron público, los van a ver muchas personas que se identifican con lo que están hablando.
Barro Rojo arte escénico..., de Juan Hernández Lara, se presenta este martes en la sala Adamo Boari del Palacio de Bellas Artes, a las 19 horas. Participan la crítica de teatro Alegría Martínez, el editor y periodista cultural Julio Aguilar, el bailarín y coreógrafo Serafín Aponte, y la actual directora de Barro Rojo, Laura Rocha.