A lo mejor
oeta es aquel que sabe que no tiene más remedio que dejar que a través suyo la poesía sea.
A ser poeta no se aprende, o, mejor dicho, a ser poeta se aprende desprendiéndose de la (según eso) voluntad de ser poeta.
Poeta es aquel que no habla, sino escucha. Y no escucha su palabra, sino la palabra.
Qué diferencia entre ser poeta y estar en la industria cultural de la poesía.
Qué diferencia entre ser poeta y saber escribir poesía.
El poeta no sabe escribir, por eso es poeta.
Escribir no es malo, lo malo es saber hacerlo. El que sabe, como se sabe, ya no aprende.
Hay quienes enseñan lo que les enseñaron (probablemente sean mayoría), no lo que saben.
Saber no es tan difícil. Lo que es difícil es ser congruente con lo que se sabe.
Adiestrarse en el saber, cualquier saber, es fácil. Lo difícil es ejercer (bueno, difícil
aquí tiene que ver con la capacidad para decidir o decidirse) ese saber.
Conozco mucha gente diestra en diversos saberes, pero no, digámoslo así, de manera equívoca, sabia en ellos.
La sabiduría, leí una vez, como la sangre, como la savia, se siente.
Sentir, se sabe, es un saber, el primero. ¿El único?
Yo no sé lo que sé. Si lo supiera, no lo sabría.
Ser feliz es medio tonto, porque siempre (nomás que lo ignoramos) somos, puesto que somos, felices.
No sé si esto mismo ya lo haya expuesto acá, perdóneseme esa ignorancia: Las cosas tienen su camino, pero el camino también tiene sus cosas
.
Todos hablamos, todos ¿decimos?
La voz es eso que nos escucha.
La vida dura, la muerte pasa.
La poesía, el arte, están hechos –y nada más– de tiempo, de tiempo que se siente eterno.
Una vez alguien me dijo que cuando se dice quién sabe en verdad se dice sólo Dios sabe.
Ser feliz no es difícil, lo difícil es comprenderlo.
La poesía es eso que no logramos ser, pero que –siempre– nos es.
La poesía es una nada mejor que todo.