annes, 15 de mayo. Al parecer, la directiva de Cannes sí se consiguió sus amuletos pues, hasta ahora, el festival no ha sido el desastre anunciado. El mar no ha vuelto a sublevarse, no cayeron las lluvias torrenciales que se habían pronosticado para el inicio y el nivel de la sección oficial ha cumplido con una película sobresaliente al día, por lo menos.
Hoy ha sido una jornada especialmente satisfactoria. El británico Mike Leigh compite por cuarta ocasión en Cannes, esta vez con Another Year (Otro año), una equilibrada depuración de su estilo improvisado. Dividida en las cuatro estaciones, la película se centra en una pareja madura, bien avenida –la sicóloga social Gerri (Ruth Sheen), el geólogo Tom (Jim Broadbent– que cargan como cruz a dos amigos lamentables: Ken (Peter Wight), quien abusa del trago, el cigarro y la comida; y, sobre todo, la abandonada Mary (Leslie Manville), una presencia imposible en la medida que se mantiene en un estado de histeria permanente; ella hasta coquetea con Joe, el hijo treintón de la pareja, en su búsqueda desesperada de un galán.
A través de detalles reveladores –la pareja cultiva una hortaliza que cambia de aspecto en cada capítulo– Leigh muestra al ciclo vital como una alternancia agridulce de pequeños triunfos y sinsabores. En la secuencia más representativa de Another Year, Mary descubre con evidente decepción que Joe tiene novia, dando pie a un humor subrayado por cierto patetismo. Manville, la colaboradora más frecuente del cineasta, brinda una actuación de preciso hiperrealismo que la debe colocar como candidata a un reconocimiento del jurado.
Woody Allen dio una sorpresa mayor, fuera de concurso. Su cine es desde hace tiempo un producto estandarizado, con los mismos signos habituales: los créditos en blanco y negro, una banda sonora de jazz viejito y música clásica, personajes neuróticos que habitan un mundo intelectual privilegiado, una narración en off que sirve de comentario editorial. Y uno ya había perdido cualquier esperanza, dados sus pobres resultados recientes. Sin embargo, You Will Meet a Tall Dark Stranger (Conocerás a un extraño alto y moreno) implica una recuperación imprevista del Allen más perspicaz, el de Hannah y sus hermanas (1986) o Maridos y esposas (1992).
También coral en su trazo de personajes, la película abunda en el tema primordial de su obra, el deseo frustrado de cada uno de ellos por hacerse de una mejor pareja, o cuando menos una mejor profesión. Si bien la acción se sitúa en Londres, podría transcurrir sin problema en Manhattan. La locación sólo ofrece acentos británicos para un reparto –Naomi Watts, Anthony Hopkins, Gemma Jones– que debuta con Allen, mostrando su alto nivel (Antonio Banderas sería la única excepción en ambas instancias).
A diferencia de la pereza mostrada en la anterior Whatever Works (aún no exhibida en México, y ni falta que hace), el guionista y director prescinde del chiste por el chiste, se esmera en una puesta en escena funcional y, salvo el cliché de la rubia golfa y tonta, evita convertir a sus personajes en caricatura. (Quizá Allen sufra de problemas con Soon-Yiy ha preferido concentrarse más en su trabajo). No obstante ciertas ironías crueles, reservadas para el final, el cineasta neoyorquino llega a la misma conclusión generosa que Mike Leigh: la vida es jodida pero tiene sus detalles.
Por otra parte, el cine rumano ha seguido ofreciendo una válida alternativa en Una Cierta Mirada. Radu Muntean demuestra en Marti, dupa Craciun (El martes, después de Navidad) que el tema de la infidelidad marital puede ser visto con hiriente sencillez, dentro del pausado estilo naturalista que se ha vuelto la marca registrada de esta cinematografía. Mientras que Christi Puiu decepcionó a los admiradores de La muerte del Sr. Lazarescu (quien esto escribe incluido) con Aurora, al guardar tal distancia ante su protagonista –interpretado por él mismo– que la película se siente gélida y demasiado neutral para su duración de tres horas y pico.