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A la mitad del foro

Tras las sotanas, la sombra de Franco

D

el fondo del Golfo de México brotan centenares de miles de barriles de crudo. La mano del rey Midas tocó el tesorito soñado por los de la transición en presente continuo. Para alivio prematuro de los miedos de Felipe de Jesús, el desastre ecológico no es producto de un contrato de riesgo de Pemex. No hay signos todavía de los huracanes que todo destruyen y todo dan a las tierras áridas donde nos tocó vivir. Barack Obama paga la cuenta. Y perdió la paciencia con los de British Petroleum, Transocean y Halliburton.

Sí, Halliburton, la trasnacional cuya cabeza visible es Richard Cheney, vicepresidente durante el gobierno de George Bush hijo, socio de George Bush padre, influyente non en Petróleos Mexicanos, la empresa expropiada y nacionalizada por Lázaro Cárdenas. Exagero. Quizás Schlumberger sea tan influyente como Halliburton. Y por uno de esos extraños vuelcos de la realidad se reunieron en un simposium de altísimo nivel Pedro Aspe, Guillermo Ortiz y Francisco Gil, los tres de la vida airada. Diferentes entre sí, pero de idéntica convicción, neoliberal o de vieja cepa, cultivada por los techos fiscales y la aspiración al cero déficit por los siglos y de los siglos, amén. Todo en orden, pero ni un dólar de los barriles exportados por Pemex se invirtió en la propia empresa. Nada para infraestructura del país, todo para el fiasco fiscal.

Amargo destino de los reformadores, le dijo a Pedro Aspe su maestro. Peor es chile y agua lejos, dicen los campiranos. Ya nadie sabe qué hay y qué falta en la gran empresa cuya brutal explotación ha servido para alimentar al monstruo del sistema impositivo que recauda menor porcentaje del PIB que la isla Barataria. Es un desastre. El único ingeniero petrolero que hay en los cargos directivos es el Güero Morales, en Exploración y Explotación. Ya no hay empresa mexicana alguna de exploración. Vienen de fuera, como la recesión, según Felipe de Jesús, para hacer como que compiten al servicio del dúo Halliburton-Schlumberger. Para colmo, la explotación irracional del sexenio foxiano agotó los veneros del petróleo que nos escriturara el diablo en aguas someras del Golfo. Y el ingeniero Morales apostó la quinta y los mangos a los pozos de Chicontepec.

Win, win, presumía Carlos Salinas. En Chicontepec todo ha sido lose, lose. Y el sueño del tesorito que ilusionó a la señora Kessel, secretaria de Energía, voz de Pemex en los años de mutismo de Jesús Reyes Heroles González Garza. Todavía, aunque tiene director general Pemex, con experiencia previa en la empresa y el sostén mágico del nepotismo. Porque la búsqueda de tesoritos no distrajo al gobierno panista de sus empeños privatizadores y la obsesión de diluir la presencia del sindicato en el consejo: Vicente Fox quiso integrar un consejo de notables y no pudo. Felipe Calderón pudo incorporar técnicos como ciudadanos o viceversa. Uno de ellos, Fluvio Ruiz Alarcón, alzó la voz para recordar al trío hacendario lo no hecho a su paso por la vieja oficina del poder del dinero.

Todo cambia, pero no para que siga igual y persistan los entorchados del gatopardo, sino para acabar de desmantelar estas ruinas que ves. Barack Obama perdió la paciencia. La empresa a cuyo cargo estuvo sellar el pozo perforado con un tirante, una distancia entre la plataforma y el fondo marítimo de más de mil 500 metros, es Halliburton. No hay huracanes, pero soplan vientos de fronda desde Tijuana hasta Matamoros, del río Bravo al Suchiate. Es la guerra, la guerra de Calderón. Y Hillary Clinton de plano dijo que la estrategia es equivocada y que la barbarie de los criminales de acá, de éste lado, no tiene parangón. Tan contentos que estaban los jóvenes turcos de Los Pinos, tan cómodo que era culpar al Congreso.

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El juez español Baltasar Garzón, al abandonar el edificio de la Audiencia Nacional el pasado viernes. Ese día el Consejo General del Poder Judicial decidió suspenderloFoto Reuters

De pronto nos quedamos sin la superioridad moral, humanista, política, que nos obsequiaba la estulticia de la gobernadora de Arizona y sus legisladores locales. Con la ayuda y el aplauso, desde luego, del senador John McCain, el candidato presidencial del Partido Republicano que vino, vio y recibió bendiciones en la Basílica y en Los Pinos. Felipe Calderón se va de viaje. Una docena de estados elegirán gobernador el 4 de julio. Cruel ironía del calendario gregoriano. Los elogios al valor, a la visión del estadista, a la decisión con la que enfrentó al narcotráfico y la cauda de impunidad y corrupción, son ahora suaves reproches por la estrategia fallida, por el inconmensurable equívoco de hablar de guerra y no de control del narcotráfico.

Felipe Calderón defiende su guerra. Pero cunde el desconcierto. Carlos Navarrete, coordinador de la bancada perredista, presidente del Senado, declaró solemnemente que esperaba la comprensión del presidente Clinton. Cosas del 4 de julio, del calvario de su compañero Jesús Ortega, compañero de viaje de César Nava, auxiliar de Manuel Camacho, voz que clama en el desierto para sacar al PRI del poder. Da grima la obsecuencia de una izquierda que pudo y debió capitalizar la reforma política reyesheroliana, la electoral zedillista, la opacidad de la memoria ciudadana y el hartazgo con el priato tardío.

Primero el voto útil en favor de Vicente Fox. Y ahora coaliciones centaveras con la derecha confesional, la aceptación sumisa del cabestro que empuña Manuel Camacho para hacer a Ortega y los suyos mozos de estribo de Marcelo Ebrard. Van a perder en las 12 entidades. Por un puñado de centavos. En Zacatecas gobierna Amalia García, del PRD. Se le desgranó la mazorca. Los Montiel, ahora del PT, no cejan, no dejan. Algo han de sacarle a Miguel Alonso Reyes, candidato del PRI que se volvió a subir a la rueda de la fortuna. Para colmo, se contagiaron de la obsesión por criminalizar el proceso electoral: decomisaron vehículos al PRI por “denuncia anónima in fraganti”. Eso dijo el procurador de Zacatecas. Tal cual.

En el PAN hay combates intestinos donde tienen el poder. A Martín Orozco, candidato a gobernador por dedazo de interpósita persona, le negaron el registro por estar sujeto a proceso penal, con orden de aprehensión dictada por un juez. El líder panista acudió a la Secretaría de Gobernación a solicitar la intervención de Fernando Gómez Mont. César Nava desdeñó las décadas de exigir que Gobernación no fuera autoridad electoral. Y por ese conducto o por intercesión divina, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, no el del estado de Aguascalientes, acordó revocar la negativa de registro: el proceso penal no ha concluido y negarle el registro habría dado por sentada su culpabilidad. Tal cual.

La política hace extraños compañeros de lecho, dice el proverbio inglés. Conservadores y liberales democráticos formaron gobierno de coalición, con programa conjunto y el compromiso de reformas electorales para instaurar la representación proporcional. A lo mejor pueden.

Pero panistas y perredistas desprecian la recomendación ranchera de separar las paridas de las preñadas. Hoy van a perder Mérida. Y no es cultivo yucateco, aunque Emilio Gamboa aproveche para llevar agua a su molino.

Franco murió en su cama. El fascismo vive. José Saramago nos dice que la suspensión y expulsión del juez Baltasar Garzón es una de las noticias más tristes y desesperanzadas: “Garzón es ejemplo de que el campesino de Florencia no tenía razón cuando, en plena Edad Media, hizo sonar las campanas a difunto, porque –decía– la justicia había muerto”.