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Ver día anteriorLunes 19 de abril de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La mala calidad del aire
E

l Instituto Nacional de Ecología (INE) es una dependencia gubernamental que goza de buena fama. Sus estudios contribuyen a tener una mejor idea de los problemas ambientales y se suman a los elaborados por los centros de investigación especializados en el tema ecológico. Por eso merece mucha atención un estudio reciente dado a conocer por la maestra Leonora Rojas, directora general de investigación sobre la contaminación urbana y regional en ese instituto.

Según la investigación, en el valle de México casi 20 millones de personas viven en áreas con mala calidad del aire. En Guadalajara suman 4 millones, en Monterrey 3 millones, y con un millón cada una aparecen Toluca y Ciudad Juárez. Esa contaminación se debe, en primer lugar, a la quema de hidrocarburos por el transporte público y privado; a millones de vehículos que circulan por calles y avenidas, que consumen gasolina y diesel, y generan, por ejemplo, monóxido de carbono, bióxido de azufre y partículas. Contaminan, aunque sean muy modernos. Y lo hacen mucho más los modelos antiguos, los camiones de carga y hasta los del propio gobierno, obsoletos desde el punto de vista ambiental.

No está de más recordar que a finales de 2008 la doctora Rojas advirtió que si la gasolina que se consume en el país tuviera un contenido ultrabajo de azufre (UBA) se evitaría la muerte prematura de 17 mil personas, y de 58 mil casos de bronquitis crónica y otras enfermedades. El ahorro para el sector salud sería de unos 10 mil millones de dólares, suficientes para construir dos refinerías de tamaño medio para producir gasolina de buena calidad y que ahora se importa a alto costo en divisas. Aunque existe una norma oficial (086), que especifica la calidad ambiental de los combustibles, que ordena bajar radicalmente el azufre en diesel y gasolina, no se cumple en su totalidad. En junio del año pasado, Pemex solicitó a la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales una prórroga de cinco años a dicha norma. Esto, pese a las numerosas promesas oficiales de producir combustibles que garanticen la salud de la población.

Este último asunto se agrava especialmente en las ciudades debido al aumento del parque vehicular, al lento desplazamiento que éste registra por la falta de vías de comunicación adecuadas y de un transporte público eficiente, lo que contribuye cada vez más a las emisiones contaminantes. A todo lo anterior se suma la actividad industrial, que genera gases diversos, entre los que se encuentran los precursores del ozono, cuyo efecto en la salud ha sido muy poco estudiado en México. Agreguemos el daño que ocasionan las partículas provenientes de la erosión de las áreas de reserva y la falta de verdes en parques y camellones. Estamos, en suma, ante una mezcla de contaminantes que a todos afecta; especialmente al sistema respiratorio, cardiovascular y visual de niños y ancianos.

El reporte del INE que da a conocer la maestra Rojas también dice que en 2008 los habitantes del valle de México estuvimos 185 días con niveles de contaminación atmosférica arriba de lo que fija la norma. Más de la mitad del año. En Monterrey fueron 105 días; en Guadalajara, 61. Esto quiere decir que la salud pública no va bien en este campo. Lo malo es que el sector salud federal y el local no miden sistemáticamente los daños que sufrimos por la mala calidad del aire. Solamente hay estudios parciales.

Pese a ello, los datos anteriores concuerdan con los del sector salud y las universidades: millones de personas viven en las grandes ciudades expuestas a una mala calidad del aire, lo que contrasta con la información de los gobiernos locales, la cual asegura que vamos muy bien en la reducción de la contaminación atmosférica. En el caso de la ciudad de México, ya no somos una de las más contaminadas del mundo. ¿Y la zona conurbada? Es cierto: estaríamos peor de no haber mejorado la calidad de las gasolinas y contar con vehículos más modernos. Pero no podemos caer en triunfalismos: la contaminación sigue y hay que reducirla, pues sólo en el valle de México mata cada año a 4 mil personas. Estos muertos no deben minimizarse, como hace el licenciado Calderón con las víctimas civiles que deja la guerra contra el narcotráfico.