Procedente de Haití, Michelle Obama, esposa del presidente de Estados Unidos, llegó anoche a la ciudad de México para cumplir una visita oficial, en la que se reunirá con su homóloga Margarita Zavala, con mujeres líderes y estudiantes.

A bordo de un avión de la fuerza aérea de su país arribó a las 20:25 horas al hangar presidencial del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, el cual fue rodeado por un fuerte dispositivo de seguridad, en el que participaron miembros del Estado Mayor Presidencial y del Servicio Secreto estadunidense.

La recibieron los embajadores de México en Estados Unidos, Arturo Sarukhán, y de esa nación en el país, Carlos Pascual, así como el subsecretario para América del Norte de la cancillería, Julián Ventura.

La visita de Michelle Obama a México se da en un momento en el que se ha recrudecido la violencia generada por el narcotráfico en la zona fronteriza, lo que provocó que la Secretaría de Estado estadunidense ampliara su alerta a los viajeros y recomendara no visitar esa parte del país.

Ni el gobierno de Calderón ni el de Estados Unidos han informado sobre el objetivo de fondo de esta visita oficial. Simplemente se habla de reforzar los profundos lazos que hay entre los dos países.

Señal de apoyo

La presencia de la señora Obama en territorio mexicano se interpreta como una señal de apoyo de la Casa Blanca a la administración calderonista, en un momento en el que su estrategia contra el crimen organizado se percibe como fallida y es cuestionada hasta por miembros de su partido.

Como defensora de una mejor educación y oportunidades para los jóvenes, se prevé que Michelle Obama promueva aquí esa causa, en el contexto de un plan más amplio para combatir la delincuencia organizada y el tráfico de estupefacientes.

Al respecto, en su reciente visita a México, la secretaria de Estado, Hillary Clinton, resaltó que la Iniciativa Mérida no sólo se enfocará en el aspecto policiaco-militar de la lucha contra el narcotráfico, sino también en el socioeconómico, lo que implica llegar a los jóvenes que no tienen acceso a educación ni empleo, y que por ello son susceptibles de involucrarse en la delincuencia.

No se descarta que Obama insista en que el problema de las drogas es un asunto de responsabilidad compartida, y llame la atención sobre la necesidad de que ambos países concentren más recursos en los jóvenes.