Supongamos que hablamos de Navachiste
s difícil decidir qué escribir después de pasar una semana en la playa, por segunda vez en la vida –a una edad ya más que respetable– acampando entre sobre todo multitud de jóvenes que desde luego desbordan vida y hacia muchos caminos caminan, logrando acaso lo que no siempre se logra en una programación cultural: un (cierto, en ocasiones precario, pero permanente) equilibrio, de vez en vez sin duda armonía entre el exceso, o los excesos, o lo que así solemos denominar, y la responsabilidad.
Jejenes, leves lluvias de arena, neblina de repente, neblinas, sol –no del todo inclemente, mas aunque primaveral bastante veraniego–, noches de luna llena, noches de luna ligeramente menguante danzando entre la oscuridad de extensas, negras nubes, noches de pronto milagrosamente sin luna, estrellas nada más, como hacía tanto… Y en ocasiones frío.
Pero dónde estábamos, qué hacíamos.
En Navachiste, Sinaloa, que –me explicaron, aunque yo iba medio dormido y no entendí del todo– ni es una ínsula (isla de los poetas
, indica un señalamiento carretero en el largo camino de terracería que hacia El Aparecido, de donde en panga debe uno llegar a Navachiste, se dirige), ni propiamente una bahía, sino un sistema lagunario marítimo o marino, no recuerdo. Ahí se celebra, año con año, Siempre en Semana Santa
, un ya veterano festival apoyado por diversas instancias culturales pero también por agrupaciones varias y, creo saber, hasta particulares.
Pasan muchas cosas en una semana, en una semana así. Destaco una de las que más disfruté: una función de cine en filme con imágenes de época del viaje de Madero desde Juárez a la ciudad de México, proyección debida sobre todo a Aurélie Semichon y Vladimir Bendixen, historiadora de arte la primera y el segundo violinista, ambos de trato sumamente fino y entusiasta y quienes propusieron ilustrar
in situ la película con música mexicana si mal no recuerdo una hora antes decidida entre el pescador Javier, el joven Franco Narro y algunos festivaleros más con tacto dirigidos por Vladimir. Momentos todos de suma, aunque modulada, emotividad (en la semioscuridad, la función se efectuó en una palapa) varios ¡Viva México!
la verdad más sentidos que los de algunos 15 de Septiembre.
Y para variar el espacio se agota. Suponemos, aun cuando debemos ya la segunda parte de otra cosa, que habremos de esto seguir hablando.