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Ver día anteriorDomingo 14 de marzo de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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¿La Fiesta en Paz?

Riqueza sin grandeza

C

on una imaginación como la de la clase política y una sensibilidad similar a la de los concesionarios de radio y televisión, la elite empresarial del país apenas tiene arrestos para seguir inaugurando centros comerciales chafas, edificios tan altos como su mal gusto y zonas habitacionales no por sobrevaluadas peor planeadas.

Dentro de esa elite empresarial o lo que sea, pero a fin de cuentas copropietaria del país junto con sus socios en el gobierno y demás instituciones, no por ineficientes menos voraces, sobresalen, también por sus mediocres resultados económicos y artísticos, aquellos multimillonarios metidos a empresarios taurinos, fallidos promotores de una original expresión que ha demandado, desde siempre, mucho más que dinero para su enaltecimiento e interés masivo.

A estos varones de fortuna la abundancia de recursos financieros les empobreció su percepción de lo que busca el público reduciendo su compren- sión del riquísimo fenómeno taurino, uno de los últimos bastiones culturales ante la asfixiante globalización y su hipócrita discurso humanitario, a la importación anual de cuatro o cinco diestros.

Sin querer aplicar la dinámica de todo negocio autosuficiente, competitivo, acreditado y transparente; con criterios diametralmente opuestos a lo que un elemental sentido común indica en términos de servicio al espectador, que en teoría posibilita su negocio, y de espaldas a una tradición que en otras épocas sirvió de equilibrio y catalizador a una sociedad en permanente crisis, los ricachones metidos a promotores del espec- táculo taurino lograron reducirlo a función de minorías aburridas y a esporádicos carteles de relumbrón.

Pero de coordinar esfuerzos y a la vez competir en serio, de obtener utilidades a partir de inversiones con rigor de resultados, de procurar incrementos de asistencia al fomentar la rivalidad entre los diestros, de proporcionar estímulos y premios a lo más destacado, de aplicar una mercadotecnia que a partir del toro íntegro reposicione el interés por el espectáculo, y de desplegar una publicidad imaginativa, ni hablar. Su manejo del negocio taurino difiere del resto de sus exitosas empresas.

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Carlos Slim encabeza la lista de ForbesFoto archivo

En descargo de tamaña irresponsabilidad, la presencia gris de dos desunidos gremios –ganaderos y matadores– sin personalidad propia, directrices definidas ni capacidad de oposición a imposiciones sistemáticas; unos medios de comunicación acríticos o solidarios con las decisiones de los mandamases, por absurdas que resulten; autoridades desentendidas o en el mejor de los casos postradas ante el voluntarismo de estos advenedizos propietarios de la tradición taurina, y un público que puede no saber, pero siente cuando le dan gato por liebre y que ante los abusos acumulados no encuentra otra forma de protestar que dejar de ir a las plazas, lo que tiene sin cuidado a sus propietarios y evidencia intereses extrataurinos en su proceder, mientras la Secretaría de Hacienda despliega todo su celo fiscal sobre la amedrentada ciudadanía.

En el más reciente listado de la revista Forbes, nueve mexicanos se atrevieron a aparecer entre los mil individuos más ricos del mundo. Además del bochornoso número uno de Carlos Slim, aparece en el lugar 82 Alberto Bailleres, con una fortuna de más de 8 mil millones de dólares, a la que de alguna manera contribuyen sus ocho plazas de toros por mal manejadas que estén. Y si no aparecieron los apellidos Cosío y Alemán, propietario y concesionario –hace casi 17 años– de la Plaza México, respectivamente, no habrá sido por falta de dinero, sino en todo caso de visión. Paradójicamente, en esa lista no aparece ningún empresario taurino español, por más profesional y eficiente que sea.