Trazos inconclusos
l trabajo, siempre mejor callado que pregonado. Pero a veces de tan callado es invisible: dicho de otro modo, carece de resonancia. No importa. El trabajo, si bien hecho, siempre hace, y bien, su trabajo. Ahora, no es improbable la posibilidad de que no todo trabajo callado bien hecho esté; pero siendo en verdad trabajo, algo hará por la verdadera vida, si es que ésta existe.
En el fondo, me parece, la perfección del trabajo consistiría en reconocerse trabajo y más nada. Hay en la aspiración a la obra algo de insensatez en tanto no se aprecie el trabajo por sí mismo.
Hice lo que pude. Si bien o no, yo ya lo hice, y lo mejor que pude
. De alguien proferir sinceramente estas palabras cabe esperar que algo se haya conseguido. Suelo decir a quienes preocupados de que las cosas no salgan bien, de que de tanto trabajar un texto el texto se les diluya, pierda fuerza o se pierda: siempre se puede regresar a versiones anteriores y, bueno, de perderse definitivamente el texto nada se perdió, no valdría lo suficiente; pero eso sí: el trabajo no se pierde, y actuando sigue.
Me he puesto demasiado serio, no era la intención. Si hasta pensé, jugando y no, titular la entrega: Bodas, bautizos, XV años. Resulta que el taller que imparto en Puebla llega a tres lustros y –comme ci, comme ça, por ahí– a cien sesiones en el Patio Teatral Aída, de Fortunato Díaz, don For, tallerista que con su señora, precisamente Aída, celebró bodas de oro hará una quincena. Y acompañado de Elena Quirós, tallerista también, acabo de llevar a bautizar a Ameztli, hija de Ignacia Muñoz y Alejandro Pineda (la madre forma parte del grupo, el padre participó como violinista en el disco Quizá en agosto –trabajo asimismo de taller).
He sonreído no poco de lo socialité (no ha de ser la palabra) que los poblanos, es mi punto de vista, tienden a ser, y ahora –aunque el bautismo, por lo demás colectivo, ocurrió en Nopalucan, Tlaxcala– buscaba sonreír de si no ya me les he sumado.
Vano que todo quedara en eso. Pretendía escribir del trabajo de ellos o de algunos de ellos, y anotar la curiosidad de que el trabajo, además de hacer crecer, ingre (aquerencia). Hablar de cómo el trabajo trabaja finalmente los afectos, los define, afina –y/o, no menos, los baraja, descarta. Aparta y agrupa. Hace familias, ¿tribus? Espacio ya no hay. Tal vez la próxima.