Opinión
Ver día anteriorLunes 8 de marzo de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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A captar el agua de lluvia
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econocidos especialistas en urbanismo y los organismos internacionales han advertido en sus estudios e informes que las ciudades deben resolver cuatro problemas fundamentales: el distanciamiento social y económico, el abastecimiento de agua, el sistema de transporte y el abasto de alimentos. En todos los casos estudiados en los países industrializados y en los que se encuentran en vías de desarrollo, los expertos insisten en que las ciudades deben captar el máximo de lluvia, generar agua limpia y reciclar todo el líquido que utilizan. Es lo que plantean los programas oficiales sobre el tema, lo mismo en Nueva York que en Chicago, Pekín, Dehli, Tokio, París, Santiago de Chile, Sao Paulo o Moscú. Esto incluye el rescate ambiental de los ríos que dan vida a las ciudades y que, con excepciones, se encuentran contaminados por las aguas negras de los asentamientos humanos, la industria y los servicios. Una de las obras que deja muy adelantada la presidenta de Chile, la señora Bachelet, es precisamente el saneamiento del río Mapocho. Las aguas negras que llegan a ese afluente ya son captadas, en su mayoría, por un colector que las lleva a plantas de tratamiento.

En México vamos contra la corriente: nuestros numerosos ríos, que en el inicio de sus cauces traen agua limpia, luego se convierten en drenajes urbanos e industriales. En la cuenca de México ninguno ha sido saneado. Un caso extremo es el Lerma- Chapala-Santiago, que atraviesa los estados de México, Querétaro, Guanajuato, Michoacán y Jalisco. Es un río muerto por los numerosos contaminantes, algunos altamente peligrosos para la salud humana, como los residuos de plaguicidas e hidrocarburos.

En los pasados 30 años se han anunciado planes para regresarle su salud ambiental, pero no se cumplen. Una alternativa es tratar las aguas negras de las poblaciones y que los aportes de la industria sean limpios, pero el número de plantas instaladas para ese proceso es insuficiente. Los especialistas señalan que el agua será el petróleo del futuro, el bien más escaso y disputado a escala de naciones y regiones geográficas, algo que ya se observa en África y Medio Oriente.

En cuanto al transporte, los proyectos de las grandes y medianas ciudades van en el sentido de desplazar lo más posible al sistema automotor basado en los hidrocarburos por transporte eléctrico, no contaminante, como una forma de agilizar el desplazamiento vehicular, enfrentar la escasez de hidrocarburos y cuidar el ambiente. Los proyectos más ambiciosos se ubican en China e India, los dos países con la mayor demanda potencial de coches en el mundo, donde la fabricación de vehículos con base en la energía solar figura entre las prioridades gubernamentales.

No menos importante es el desafío de proporcionar alimentos a los centros urbanos. En cuatro décadas –cuando se espera que la población mundial sume 9 mil millones de personas más– vivirán allí ocho de cada 10 habitantes del mundo. Aunque los adelantos científicos para producir más alimentos en menos superficie puedan ser asombrosos, los expertos advierten que no serán suficientes ni aplicables en todo el planeta, como ya ocurrió con la Revolución Verde y ocurrirá con la nueva panacea: los transgénicos. Por ello, las propias urbes deberán producir buena parte de la demanda, utilizando todos los espacios disponibles. Los pequeños huertos familiares, importante fuente de alimentos en el mundo rural, deben serlo también en las ciudades.

El cuarto desafío, no menos importante, es disminuir la brecha que separa social y económicamente a los habitantes urbanos. Actualmente es inmensa y los datos más recientes muestran que en vez de disminuir la desigualdad es mayor, como fruto de la concentración del ingreso y la riqueza. Todo apunta que se ahondará con la migración rural a las ciudades por el agotamiento de los recursos y el calentamiento global.

Para ninguno de estos cuatro grandes desafíos existe en México una respuesta oficial, mientras el licenciado Calderón promete que en unas cuantas décadas seremos potencia mundial. De seguir las cosas como hasta hoy, seguramente será así, pero en desigualdad y mal uso de los recursos.