En democracias avanzadas ese sistema ha retrocedido, indica
Lunes 15 de febrero de 2010, p. 8
Las experiencias internacionales en la introducción del voto electrónico de manera generalizada en los procesos electorales reflejan que en Brasil e India esta fórmula ha sido exitosa, por lo que se ha consolidado como esquema de votación. Sin embargo, también a escala internacional existen casos a la inversa: tras 21 años de vigencia en Holanda se anuló esta forma de sufragar, en tanto que en el estado de Florida, Estados Unidos, después de tres comicios se abandonó ese procedimiento.
Un amplio estudio comparativo del Centro de Desarrollo Democrático, del Instituto Federal Electoral, analiza estas experiencias, destacando, entre otros aspectos, que el voto electrónico ha avanzado en dos países emergentes, pero paradójicamente se ha revertido su instrumentación en democracias consolidadas. El estudio señala que esto muestra los alcances de dos variables centrales en el debate: los niveles socieconomicos y el desarrollo tecnológico.
El documento refleja también la disparidad en los costos de la urna electrónica a escala mundial, pues según los reportes de las autoridades de India, cada urna implica un gasto de 300 dólares, cifra que contrasta con los 7 mil 350 dólares que se reportan en los Países Bajos. Ambos casos representan el extremo, toda vez que en Brasil está fijado en 440 dólares por unidad y en Florida es de 3 mil 403 dólares.
La comparación de los estudios de caso que hace el centro señala que en India la primera experiencia vinculante –votos legalmente válidos– data de 1982, aunque sólo en 1989 se implantaron las reformas legales para adoptar la urna electrónica. En 2004 la votación electrónica tuvo carácter nacional en el país asiático.
Considerado en el estudio como un caso exitoso, India ha remontado diversas variables que los analistas dan como factores contrarios a la viabilidad de este esquema. Entre ellas, de los cuatro países analizados, es donde se registra mayor índice de población rural, con 71 por ciento; donde se reporta el PIB per cápita más bajo (2 mil 800 dólares anuales); el más elevado nivel de analfabetismo, con 39 por ciento, y un promedio de edad de 25.3 años, el más bajo de los cuatro casos.
En contraste, aunado a tener el costo por urna más barato (300 dólares), la inversión en su modernización del sistema electoral ha sido importante y las innovaciones tecnológicas del país han permitido el incremento sustancial en acceso a Internet, lo que ha favorecido la consolidación de este sistema a pesar de contar con un padrón electoral de 714 millones de personas, casi 10 veces el de México.
Por lo que hace a Brasil, sus pruebas piloto datan de 1982, pero la utilización parcial con carácter vinculante fue en 1996 y cuatro años después se logró consolidar a escala nacional la urna electrónica, que sigue vigente. En Brasil, el nivel de analfabetismo es de 11 por ciento, un promedio de edad del electorado de 28 años, y un ingreso per cápita de 9 mil 570 dólares.
En Brasil, la urna electrónica se prepara 180 días antes de la elección, lapso en el cual los partidos tienen acceso a analizar los programas bajo supervisión del tribunal electoral. Brasil también ha emprendido inversiones importantes para lograr esta modernización.
En contraste, en Holanda, considerado una democracia consolidada se revirtió el uso de la urna electrónica al descubrirse diversas fallas en su instrumentación, lo que motivó el regreso a las boletas en 2007. En 2006, una organización denominada No confiamos en el voto electrónico cuestionó su fiabilidad y al desarrollarse estudios se detectaron potenciales esquemas de falsificación e identificación del voto.
En 1965 tuvieron su primera experiencia vinculante y en 1989 se aprobaron las reformas para hacerla plenamente vigente en una nación con una población rural de sólo 18 por ciento y una edad promedio de 40 años.
Por lo que hace a Florida, también factores técnicos en el sistema de emisión y recepción del voto, detectados en el condado de Sarasota, motivaron modificaciones en la legislación para sustituir el sistema de voto electrónico para dejar sólo un mecanismo de conteo electrónico de los sufragios.