l hielo y el vidrio al romperse se parecen. Pero uno se derrite y el otro permanece.
La refundación perredista sólo sirvió para definirse como un partido electoral; para medir su eficiencia sólo con votos, pero sin programa: avanza si gana posiciones, retrocede si las conserva o las pierde.
En el Consejo Nacional, por unanimidad de los grupos, que incluyen todas las variables del lopezobradorismo –desde los victimados a los victimarios– se aprobó, luego de un diagnóstico desastroso, que la ruta crítica (no autocrítica) requería las alianzas con PT, Convergencia... y el PAN.
Descubrieron que el PRI es la amenaza, luego de haberlo sacado de la tumba, gracias al infantilismo y el manejo destructivo de la fuerza propia entre 2006 y 2009, que usó todo tipo de denuncias de traición y división para entretener un movimiento bajo ideas obtusas y monocordes. Junto con el PAN, decidieron al unísono apoyar candidatos ciudadanos
y a priístas reventados en el mismo PRI, luego de la buena experiencia de Leonel Cota y Ricardo Monreal. Este último, líder del insulto lopezobradorista en el Senado, se regresa a su PRI zacatecano desde el PT, que visto así tenía razón para aliarse con el PRI en Nuevo León el año pasado.
Andrés Manuel López Obrador, con un tenue deslinde y tímidas declaraciones de banqueta, dice estar en contra
, pero asume las alianzas de los partidos que domina. En Oaxaca llevó de la mano, en cada municipio visitado, a Gabino Cué, ahora candidato también del PAN. ¿Ésos serán los nuevos usos y costumbres?
La política de alianzas de la siniestra es organizativista. Verlo desde el plano político, táctico, estratégico y programático no se les ocurrió a los dirigentes que han visto caer las votaciones con horror, sólo en atención a las caídas de las prerrogativas presupuestales, las nóminas y las dietas legislativas.
Sin embargo, las alianzas electorales como justificación han sido sólo una cortina de humo. La verdadera alianza continúa con el PRI a la cola de éste para la reforma política, fiscal, de seguridad y la económica. ¿Es esto una nueva forma de coherencia? ¿Éste es el plan de refundación o de sobrevivencia que los hizo pasar del discurso más obtuso, al más oportunista?
La posición actual del PRD es la cosecha de los últimos años, al abandonar toda posición programática y hacer de la lucha por el poder la única lucha. Lo más lamentable es que ésa es la única opción electoral de la izquierda, ahora llamada Dia, que se lanza junto al PRI en busca de la oscuridad de la noche, contra toda reforma democrática en favor de los ciudadanos copados por la partidocracia, que ahora es trinchera priísta y de los partidos paleros.
¿Cuál es la justificación ahora? ¿El voto útil? ¿El voto por el menos peor? ¿Qué hacemos con todos los insultos que han propinado a los críticos de su política, con coros, porros cibernéticos, discursos de plaza para el aplauso fácil? Las gotas de los océanos en pos de la legitimidad. La derecha, el Yunque (¿nos aseguran que no habrá yunquistas en Oaxaca, Hidalgo, Durango y en Quintana Roo?). ¿No se apoyará a ningún candidato panista, pero priísta sí, como en Durango? ¿Por qué no aliarse con el PAN en Zacatecas para emparejar el batidillo? ¿En qué foro o debate se puede presentar un intelectual orgánico de esta política de alianzas y hacer su justificación? ¿Una democracia sin adjetivos? ¿La lucha por los controles presupuestales? ¿La lucha por el cambio? ¿Hacia dónde?
Es por eso que con gran facilidad el PRI los define como un engendro y hasta Vicente Fox se cura en salud denunciando las alianzas no útiles. En este escenario aparece también Nueva Alianza con Elba Esther Gordillo y el Partido Verde ante la amenaza de su registro. ¿Ésta es la pluralidad democrática? ¿Ésta es la transición mexicana, que luego de insultarse todos contra todos, terminan aliados y en la misma cama?
Se podrá argumentar una y otra vez que las alianzas son para que quede el menos peor. Pero con ello finalmente se aclara que no valen los principios y que no existe ya el llamado a votar por la transformación de México y una revolución democrática. Ser minoría no desalentaba, era una tarea para seguir convenciendo, articulando propuestas, demandas y hacerlas reformas. La crítica al presidencialismo no era para hacer otro igual, y la lucha por el poder era un medio, no un fin.
¿Cómo decir que éstas son alianzas que politizan a la ciudadanía? ¿Qué decir cuando la táctica desde hace años es polarizar al país en vez de unificarlo de manera distinta al PRI? ¿Qué decir a los que votaron en 2006 y los botaron si no cerraban Reforma en un acto cómplice con el poder, para aplacar la confusión y la ira? ¿Qué decir al clientelismo y al resentimiento fanático?
Hay algo en lo que nos aventaja Haití: ellos ya tocaron fondo y sólo es posible la reconstrucción nacional en todos los sentidos. Defraudados ahora, con la idea del cambio, nos damos cuenta de que era hielo, no vidrio, aunque los dos fueran transparentes.
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