l día 29 de enero se realizó en Jalapa un concierto sinfónico que fue repetido en la capital del país el día 31: música de Mozart, Revueltas, Grever y Esparza Oteo. La siempre estimable Sinfónica de Xalapa fue dirigida por Fernando Lozano, y se contó con la presencia solista de dos voces mexicanas importantes, las de Fernando de la Mora y Leonardo Villeda. En rigor, no puedo comentar nada sobre estos conciertos, porque no asistí a ninguno. Y no hubiera asistido ni por todo el oro del mundo, considerando lo ocurrido en la ocasión celebrada con esta música y estos músicos. Ambos conciertos fueron realizados con motivo de la entrega de la Medalla Mozart, que a lo largo de los años ha sido otorgada a un buen número de músicos de prestigio, y a algunos realmente relevantes y valiosos. En esta ocasión, se premió el mérito y la trayectoria, indiscutible en ambos casos, de la pianista Aurora Serratos y el violinista Luis Samuel Saloma, y fue reconocida la calidad del tenor Fernando de la Mora como intérprete, también indiscutible. Y para coronar el ceremonial, también se otorgó la Medalla Mozart a Ricardo Salinas Pliego, por sus méritos en la Promoción, Preservación y Difusión de la Música Académica
. (Las comillas son mías, y muy intencionales). Resulta que el dueño de Televisión Azteca se ha hecho merecedor de un premio que lleva el nombre (y supuestamente el espíritu) de Mozart. Ante mi boquiabierto asombro, estupefacción e incredulidad, mis fidedignas fuentes me cuentan que la Fundación Azteca ha estado financiando un incipiente programa de orquestas infantiles y juveniles, análogo a lo que fue Orquestas y Coros Juveniles de México, y a lo que es el Sistema Nacional de Fomento Musical.
Una pregunta retórica, de mil posibles: además de poner dinero a distancia para tal proyecto (sin duda, dinero generosamente deducible de impuestos), ¿cuántos compases de la música de Mozart ha transmitido el magnate televisivo en sus canales a lo largo de los años? Para nadie es un secreto que Televisión Azteca (igual que su competidora, Televisa, que es el mismo estiércol pero más añejo y con mayor poder para corromper) es responsable fundamental del hecho de que nos estamos convirtiendo en una nación de imbéciles. Televisión Azteca lucra desmesuradamente con la nota roja como noticia, con la humillación de concursantes necesitados, con la mentira y el chantaje, con la chabacanería y la estupidez como modus operandi, con sus descerebrados, vulgares, racistas y xenófobos cronistas deportivos, con sus paladines de la libertad de expresión que se hacen millonarios metiéndose entre las sábanas y bajo la ropa interior de los famosos para luego exhibir indignamente las secreciones halladas, para regocijo de la chusma, con la degradación (por acción u omisión) de todo lo que huela a cultura, con el escarnio y burla a todas las leyes y reglamentos que intenten acotar sus fechorías, con la conformación tramposa de bancadas legislativas a modo que legitimen vergonzosamente sus negocios turbios. Y todo ello, y mucho más, por instrucción, mandato e inspiración directa de un magnate que desprecia profundamente el menor asomo de arte, cultura, educación o vida espiritual, y que acaba de ser galardonado con la Medalla Mozart. Me dicen también que el proyecto financiado a través de Fundación Azteca ha servido para convocar y aglutinar, con la excusa de la promoción musical, a gobernadores, precandidatos, aspirantes y suspirantes diversos, aprovechando la labor musical de niños y jóvenes para llevar fétidas aguas a oscuros molinos políticos. Más allá de las aparentes buenas intenciones (siempre sospechosas tratándose de quien se trata), me parece que la Medalla Mozart ha dado un gran paso hacia el desprestigio.
Aquí me detengo, releo lo que he escrito, y de pronto pienso en la posibilidad de retractarme porque, estrictamente, Ricardo Salinas Pliego sí ha hecho mucho por la música académica… es decir, por la música
producida en su abyecto reality show artístico
, La Academia. Así es: al flamante galardonado con la Medalla Mozart le debemos, agradecidos, haber inventado a Yahir, gloria musical inmarcesible de la nación.