racias Pablo Neruda por tu Pido castigo, que hoy nos ayuda a no olvidar que el 5 de junio de 2009 ocurrió en este país uno de los peores crímenes que se hayan cometido contra pequeños inocentes. Un crimen que nos avergüenza como mexicanos –señor Calderón– ante nosotros mismos y ante el mundo, no sólo por la infame corrupción que lo generó, sino porque a ocho meses de aquel espantoso día, la justicia mexicana sigue rascándose la oreja, indolente y cómplice.
Para los que apuestan al silencio y al olvido de la trágica muerte de los niños de Hermosillo, pido castigo. Para Marcia Gómez, Antonio Salido Suárez, Sandra Téllez de Escalante, Alfonso Escalante Hoefer y Gildardo Urquídez, dueños de la guardería ABC, pido castigo. Para los que piensan que los hijos de los trabajadores valen menos que los de los patrones, pido castigo. Para los jueces que venden su conciencia, pido castigo. Para legisladores sordomudos y de mala memoria, pido castigo. Para los clérigos que voltean para otro lado, pido castigo. Para los indiferentes, que no se suman a este dolor, pido castigo.
La tragedia en Hermosillo pinta de cuerpo entero a la derecha neoliberal y pone en evidencia a lo que es capaz de llegar con tal de hacer negocios. A los niños, ese día, del cielo les cayó el infierno: plástico líquido, equivalente a napalm, que dio muerte de horror a algunos nenes, dejando en agonía cruel a otros y asfixiando a otros más. “Por suerte –nos dijeron unos padres–, el nuestro murió asfixiado, sufrió menos”. Y relatan cómo otros padres no pudieron ni encontrar restos de sus niños o recogieron cadáveres carbonizados, irreconocibles. Pido Castigo.
Con la misma moral de doble cara con la que el PAN y sus amigos dicen defender la vida, armaron juntos un negocio tan jugoso como criminal, en el que la vida, la salud y la seguridad de los niños pequeños, hijos de trabajadores afiliados al IMSS, les importó muy poco. Pido castigo.
Para los funcionarios internacionales que se esconden tras las cautelas diplomáticas, pido castigo. Para los presidentes panistas, Calderón y Fox, y sus funcionarios, que convirtieron un deber del Estado con los trabajadores, en inmoral y abusivo negocio para sus allegados, pido castigo. Para los funcionarios públicos que no cumplieron con la responsabilidad de supervisar y exigir seguridad para los niños victimados, pido castigo. Para los que a pesar de todo este horror pueden dormir como si nada y hacer pública su cínica tranquilidad de conciencia, pido castigo. Pido castigo, pido castigo. Para los cobardes, los que se conforman, los que callan y olvidan, pido castigo.