Sábado 6 de febrero de 2010, p. a16
Nuevo disco de Dudamel en México.
Bajo el sello alemán Deutsche Grammophon, llega el álbum titulado Gustavo Dudamel Discoveries: ocho tracks articulados en el conocido sistema misceláneo que funge a manera de retrospectiva, antología, cernido de grandes éxitos y en este caso con muchos regalos y sorpresas como el estreno en disco compacto de la Conga del Fuego, una de las más recientes partituras del compositor mexicano Arturo Márquez, elevado merecidamente a la estratósfera merced a esa obra maestra titulada Danzón número 2, también incluida como uno de los capítulos centrales y de mayor atractivo de este disco.
Esta obra de Arturo Márquez se consolida de esta manera en el plano internacional. Si bien existe una producción mexicana, El danzón según Márquez/ The danzon according to Marquez, con sus primeros 11 danzones interpretados por un trabuco, la Orquesta Mexicana de las Artes dirigida por Eduardo García Barrios, la difusión en todo el mundo que realiza el emblemático sello amarillo, como es conocida entre melómanos la firma Deutsche Grammophon aúna a su prestigio la garantía de una obra maestra, interpretada con singular maestría.
En la semana que acaba de transcurrir esta espuma creciente del Danzón número 2 vino a colación en el centenario de Blas Galindo, cuyos Sones de mariachi disputaban el pedestal de segundo Himno Nacional
con el Huapango de Moncayo. Disputaban, porque la obra de Márquez resulta ya arrasadora.
Ese arrastre, sabor, jiribilla, cadencia caribeña, potencia telúrica suena en todo su esplendor con la bravura, adrenalina, gusto, fuerza explosiva que le imprimen los jóvenes integrantes de la Orquesta de la Juventud Bolivariana que dirige Gustavo Dudamel.
Sin menoscabo del disco mexicano que reúne todos los danzones de Márquez, la versión de los jóvenes venezolanos resulta sin duda la mejor existente en disco compacto.
Se trata además de uno de los muchos frutos bendecidos por un proyecto social y educativo que inició en los años 70 de la centuria anterior el maestro José Antonio Abreu y que ahora es una de las maravillas que más maravillan al mundo: el sistema de orquestas infantiles y juveniles de Venezuela, que cambió vidas, familias, sociedades enteras y las sigue transformando para bien.
Es tan noble aquel proyecto venezolano que contrasta con, por una parte, la envidia y por otra la ambición de quienes creen poder manipular lo diáfano.
El maestro Eduardo Mata (1942-1995) formó parte de aquel proyecto y realizó los primeros pasos para traerlo a México. Intereses mezquinos dieron al traste con eso y a la fecha insisten en creer que con un proyecto así se puede hacer dinero y no el bien común.
El otorgamiento en días recientes de la Medalla Mozart a Ricardo Salinas Pliego, quien activa un supuesto programa similar, es prueba de ello. El Disquero suscribe el admirable análisis que realiza Juan Arturo Brennan, crítico de música de La Jornada, en la edición de hoy, al respecto. Como en los casos clásicos de los misterios por resolver, la pregunta que abre las respuestas será: ¿quién resulta beneficiado con denigrar así la Medalla Mozart, un reconocimiento que gozaba de prestigio?
Como por fortuna existen cosas diáfanas, el nuevo disco de los extraordinarios jóvenes venezolanos con la batuta de su camarada Gustavo Dudamel desata no solamente la alegría, el jolgorio, levanta del asiento o incita al baile aun sentado. Es un arcón de maravillas sin término: inicia en el Allegro con brio, el movimiento inicial de la Quinta Sinfonía de Beethoven, material del que fue el primer disco de estos jóvenes en Deutsche Grammo-phon y enseguida de ese jalón de ímpetu y volcanes eruptivos, continúa el Allegretto de la Séptima Sinfonía del Sordo de Bonn, y en esta relectura resulta más evidente todavía la huella del estilo Carlos Kleiber en la escuela ecléctica que formó a Dudamel.
El detalle editorial más interesante de este disco es el giro casi brutal que da el escucha en cuanto termina el Danzón 2 de Márquez e inicia el Adagietto de la Quinta Sinfonía de Gustav Mahler, material del segundo disco de Dudamel y uno de sus capítulos más trascendentales. Además de, ahora, el estilo Claudio Abbado en sus dejos mahlerianos, destaca en esta enésima lectura la profundidad extraordinaria, el estado del alma tan ensimismado, reflexivo, hiperconmovedor que logran estos muchachos venezolanos.
Además del par de obras de Márquez y Beethoven, del éxtasis mahleriano, el nuevo disco de la Orquesta Simón Bolívar incluye pasajes de la Quinta de Chaikovski, una danza del Cascanueces y culmina sin pleonasmo de manera hiperfestiva con la Obertura Festiva de Shostakovich.
Y como las coincidencias no existen, en los anaqueles de novedades discográficas esplende una vieja grabación de Rudolf Barshai de la Quinta de Mahler con otra orquesta de jóvenes de excelencia: la Junge Deutsche Philharmonie, mismos intérpretes de un disco doble y de la misma marca, Brilliant, que incluye, además de la Quinta Sinfonía, la reconstrucción que escribió el propio Barshai de la Sinfonía Inconclusa de Mahler.
Y para completar esta reaparición discográfica de las versiones ruso-mahlerianas en México, un tesoro: Gennady Rozhdestvensky dirige el Adagio de esa sinfonía no concluida, la Décima, mientras David Oistrakh la Cuarta, donde canta Galina Vishnevskaya, esposa del gran Slava: Mstislav Rostropovich, quienes aparecen en la portada de este disco extraordinario.
Arcadas rusas, respiración entrecortada, voz pastosa, profundamente fascinante y rusa. La música de un gigante interpretada por colosos. Un paraíso dentro del nirvana mahleriano.