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Fue todo un desafío, pues expresar el amor mediante el arte es difícil, indica experto

Exhibición en un museo de Atenas celebra el placer del sexo en la antigüedad

La muestra documenta las cambiantes percepciones sobre Eros desde el siglo VIII aC

Debido al éxito asombroso a un mes de su apertura, el Louvre está ansioso por llevarla a París

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Tres de las 272 piezas incluidas en la magna exposición, en la que colaboraron 50 espacios museísticos, que se presenta en el Museo de Arte Cicládico, en la capital griegaFoto tomadas de la página web del museo/ Reuters
The Independent
Periódico La Jornada
Sábado 6 de febrero de 2010, p. 4

Londres. Un falo gigante de mármol. Un burdel antiguo. Una seductora estatua de Eros y Sique fundidos en un beso apasionado. Es la historia no contada del amor en la antigüedad, revelada en una conmovedora y estrujante exhibición en Atenas.

Dedicada a Eros –el dios alado y travieso a quien los griegos adoraron a lo largo de los siglos–, la exhibición lanza una desinhibida mirada a una actitud de amor y deseo. Tal vez ha hecho sonrojar a los griegos modernos, pero el éxito asombroso que ha tenido en un mes desde su apertura tiene al Louvre ansioso por llevarla a París, la capital del amor.

Los organizadores dicen que están considerando la oferta, pero significaría acortar el tiempo de exhibición en Atenas, la cual ha resultado una popular adición a la ruta turística desde que abrió en el Museo de Arte Cicládico, el mes pasado.

“Queremos mostrar toda la gama del amor en tiempos antiguos –señala Nicholaos Stampolidis, director del museo–. Pero para que eso ocurra, los visitantes deben tener bien abiertos los ojos y la mente.”

Con sus 272 objetos, que abarcan un milenio, desde el siglo VI aC hasta principios de la era cristiana, es la primera gran exposición sobre el tema. Los organizadores invirtieron tres años en investigar e inspeccionar artículos antes de convencer a otros 50 museos de que colaboraran.

“Es fácil leer y escribir sobre el amor –comenta Stampolidis–, pero es extremadamente difícil expresar el amor a través del arte. Todo el proyecto fue un desafío.”

Desde lámparas de forma fálica, jarrones y urnas que muestran hombres y mujeres en actividad sexual, hasta una carta amorosa de 2 mil 500 años de antigüedad y la maldición burilada de un amante despechado, la muestra documenta las cambiantes percepciones de Eros desde el siglo VIII aC, cuando los griegos lo idolatraban como un dios omnipotente, hasta los tiempos romanos, en que –menos potente y rebautizado como Cupido– se volvió un mero acompañante de Venus.

La muestra se divide en nueve secciones, que van desde que Eros nació y fue criado por Afrodita, el estatus de las mujeres en las sociedades antiguas, y el amor en la religión y el matrimonio.

Lo que atrae multitudes, sin embargo, es el segundo piso. Allí los visitantes se enfrentan a la atrevida y picante actitud que griegos y romanos tenían hacia la homosexualidad, la prostitución e incluso la bestialidad o –para usar el eufemismo de los organizadores– los amoríos bucólicos.

“Nuestros antepasados no eran mojigatos –explica Stampolidis–. Eran muy tolerantes; su sociedad era abierta, sin sombras de culpa.”

De hecho, sala tras sala los visitantes encuentran una cornucopia de jarrones, amuletos y baratijas con gráficas escenas de juegos eróticos entre una inimaginable combinación de participantes en inconcebibles posturas. Enclaustrada en el sanctasantórum, también se muestra una recreación en tamaño natural de un burdel romano color ocre, desenterrado en Pompeya.

La exhibición está abierta a escuelas y niños, aunque un discreto letrero que da paso al segundo piso recomienda a los padres acompañar a sus hijos menores de 16 años. “No es que esa sección esté restringida –aclara Stampolidis–, sino que es mejor tener un profesor, padre de familia o curador para dar respuesta apropiada a las preguntas, para evitar malas interpretaciones.”

Llevar la exhibición a París requeriría una importante alteración del acuerdo de préstamo vigente con otros museos. “Ningún objeto antiguo puede estar ausente de su museo más de seis meses _explica el director–. Eso implicaría acortar esta muestra y que estuviera menos de un mes en el Louvre. Sería sumamente difícil realizar semejante hazaña.”

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya