onocí a Gerard Pierre Charles en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM el año de 1980. Gerard, sin duda el intelectual y el político más brillante de Haití, me decía a principios del año 2004 que Jean Bertrand Aristide, presidente de Haití (2001-2004), no era sino uno más de los sacerdotes católicos corruptos y, en el fondo, un gran simulador. “Es imposible gobernar –dijo Pierre Charles– en un océano de miseria y descomposición, donde el colapso del Estado es un hecho y las instituciones desaparecieron hace mucho tiempo. La pobreza es el fermento de la muerte. Aristide se preparó y presentó sus exámenes, en 1966, en el seminario que poseía la orden de San Francisco de Sales en Cabo Haitiano, donde comenzó a prepararse para el sacerdocio. En 1975 comenzó a trabajar con los miembros de la corriente eclesiástica conocida como Ti Lego, quienes simpatizaban con la teología de la liberación y trabajaban a favor de los pobres. Tras un año y medio de noviciado en la República Dominicana, se matriculó en sociología en la Universidad Estatal de Puerto Príncipe, y al paso de los años, Aristide se convirtió en uno más de los dictadores de Haití.
Mientras tanto son ya 150 mil el número de muertos –una de las grandes tragedias de todos los tiempos. El terremoto de Puerto Príncipe destruyó un país que debe seguir importando las cuatro quintas partes de sus alimentos; tres cuartas partes de su población carecen de agua potable; el desempleo asciende a 70 por ciento de la fuerza de trabajo. El 80 por ciento de los haitianos viven en la pobreza absoluta. Vocy Assad, el vocero del actual presidente René Préval, aseguraba hace unos días: “Nuestra policía no puede enfrentar el caos y el infierno del terremoto, sólo tenemos 2 mil policías y sólo 58 por ciento se dedican a imponer el orden. Queremos asegurar las calles con el apoyo de la ONU y con las fuerzas militares que nos prometió la secretaria de Estado de Barack Obama, la señora Hillary Clinton.
Gerard Pierre Charles me comentaba en esa ocasión que Haití había perdido la oportunidad histórica de ser un Puerto Rico por la gran cantidad de población negra que conservaba. Sin embargo, el movimiento que deseaba la independencia era aún muy fuerte, lo que faltaba sería la organización política.
“En Haití tenemos una experiencia comunitaria, sumamente interesante, gratificante y enriquecedora. En efecto, al llegar a Haití en 1986 encontré que el país estaba en pleno cambio, sentí que no se trataba nada más de un cambio de gobierno –afirmaba Pierre Charles–, que eran ríos profundos que durante los primeros años de la dictadura estaban callados y que de repente emergían con mucha fuerza, el pueblo y sus reivindicaciones, los campesinos, la juventud, las mujeres, los sectores religiosos y muchos actores sociales, con reivindicaciones postergadas durante mucho tiempo que emergían en el escenario con su voz propia reclamando muchas cosas y decididos a luchar para que se cumpliera lo que reclamaban. En una ocasión había escrito que el Caribe es el microcosmos de la humanidad oprimida y, en el corazón del Caribe está Haití, donde los fenómenos de opresión se dan con mucha violencia históricamente, no hay que olvidar que Haití fue la primera tierra de la conquista y la colonización, cuando llegaron los españoles la conquista empezó a manifestarse con esta violencia extrema y empezó la resistencia de los indios, se puede decir que los primeros indígenas que murieron luchando para salvaguardar su autenticidad lo hicieron en el territorio de Haití, que después se llamó La Española y de ahí en adelante se volvió muy célebre, llamó la atención de las potencias coloniales, después de España vino Francia.
Efectivamente, la colonización francesa en Haití tuvo características especiales, se puede decir que es el primer territorio donde el capitalismo emergente implanta una economía azucarera de producción para el mercado mundial, donde la esclavitud se pone al servicio del capitalismo naciente y las condiciones de la explotación son la violencia racista y la opresión, por la necesidad que hay en el mercado mundial de productos tropicales.
En el periodo previo a la Revolución Francesa, Haití producía más para Francia que toda la América española para España; es un dato que sorprende. Haití ha sido una colonia de explotación, de producción capitalista que ha utilizado la mano de obra esclava. Por eso la independencia se hace en esas condiciones de violencia y por eso también en el siglo XIX en Haití está lleno de dificultades, porque al ser el primer país independiente, le ponen un cordón sanitario las potencias coloniales, no comercian con él, le ponen bloqueos, además de que es un desafío el que un país negro pretenda instaurar una república independiente. Todo eso hace que en un mundo dominado por el colonialismo y el racismo, la gran aventura humana que representó la independencia de Haití, suscitó muchas dificultades, de ahí surge en un crisol sumamente caliente de mucho sufrimientos, un país con rasgos muy peculiares.
Por el año 2004, la situación que algunos observadores políticos habían acreditado de insurrección popular armada fue un contundente fracaso. La rebelión que en su recorrido había incendiado cuarteles policiacos, instituciones del estado y los hogares de miles de haitianos, había dejado hasta el momento más de 60 muertos y una centena de heridos en un país donde la mayoría de la población, cerca de 8 millones de habitantes, vive con menos de un dólar al día”.
El golpe de Estado de la naturaleza ha reducido al polvo todas las esperanzas y estrategias de Gerard Pierre Charles. Las secuelas del terror no son reducibles a conceptos y sólo podemos aludir a ellas más que con las imágenes de una narración o las fotografías. En enero de 2010, Haití se debate entre entre las bandas de jóvenes hambrientos que saquean las ruinas de Puerto Príncipe, y se dedican a la venta de niños huérfanos, una criminalidad masiva y violenta, la prostitución infantil, la epidemia incontrolable que reúne los miles de cadáveres en las calles. A principios de 2010, cada una de las aldeas de Haití es un agujero de desdicha y miseria, donde impera el mal; su futuro es, como siempre, una interrogación sombría.