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La Fábrica publica por primera vez el conjunto de recortes que inundaba el estudio del artista

Reúne libro el archivo disperso que inspiraba a Francis Bacon

Archivos privados contiene 160 fotografías, armazón sobre el que construyó su vocabulario pictórico

Tras su muerte, el experto Brian Clarke tuvo acceso al material y logró recopilarlo

Corresponsal
Periódico La Jornada
Domingo 24 de enero de 2010, p. 2

Madrid, 23 de enero. Francis Bacon, el pintor irlandés de autocrítica severa y desesperanzada, el artista que reflexionó sobre su tiempo con varias y profundas heridas a cuestas, tenía en su estudio miles, quizá decenas de miles de hojas, restos de hojas o material orgánico que formaban, en su conjunto, su principal fuente de inspiración.

Quienes conocieron el estudio de Bacon en Londres –muy pocas personas– confirmaron lo que se sabía en los mentideros artísticos de la época sobre la ingente cantidad de recortes y más recortes que inundaban su sala. Esas imágenes las fue recolectando a lo largo de su vida y se convirtieron en sus compañeras, en sus fuentes de inspiración, en objetos tocados por su mano singular e inspirada que, fruto de la alquimia de los artistas, se convertían en otra cosa. En imágenes con vida propia.

A la muerte de Bacon, en Madrid en 1992, su heredero y compañero sentimental John Edwards abrió el archivo personal a un experto en la obra del artista, Brian Clarke, quien descubrió un universo de imágenes que explicaban a su vez no sólo la evolución estética del propio Bacon, sino también el origen de muchos de sus cuadros más célebres y de su empeño infranqueable ante el último día de su vida de crear el cuadro perfecto.

Ese material se publica por primera vez en el libro Francis Bacon: archivos privados, de la editorial La Fábrica, y que supone el primer trabajo de recopilación exhaustiva con los documentos, papeles, imágenes y recortes que formaron parte de ese archivo disperso en su estudio. De ese caos, que al visitante neófito posiblemente le hacía pensar que Bacon, además de genio y de ser una de las personalidades más atormentadas de su época, sufría el síndrome de Diógenes.

El libro contiene 160 fotografías en los que se hace un repaso de los temas centrales de su pintura; el cuerpo humano; los trabajos con animales; los paisajes; los cuadros de artistas que marcaron su estética, como Diego de Velázquez, y su postura al límite de lo caricaturesco. Es, en definitiva, el armazón sobre el que trabajaba este artista para confeccionar su propio método y vocabulario pictórico.

Foto
Para el visitante neófito posiblemente el caos del estudio de Bacon le hace pensar en que, además de ser un genio, sufría el síndrome de Diógenes. En la imagen, el artista en su estudio en 1984Foto Bruce Bernard

Las intervenciones de Bacon convertían un vulgar o anodino anuncio publicitario en pieza satírica o doliente sobre sus obsesiones, como la muerte, el paso del tiempo, siempre implacable y severo, los rostros deformados por el trasluz de su verdadera naturaleza, el misterio del proceso creativo y su desgaste hasta el límite de la resistencia en algunos artistas, como él mismo.

“Imperio del collage

El propio Bacon reflexionaba así sobre los collages o la manipulación de las imágenes: “El Imperio del collage se extiende mucho más allá de las artes plásticas. Es aquí donde empieza el verdadero efecto del collage: su misterio, su poder… su dimensión en el campo conceptual”. Acercarse, en definitiva, al lado sensorial de los objetos. Pero también del movimiento de los animales y de los hombres, que fueron fuente de inspiración y de afirmación. En este sentido, Bacon ahondó en el carácter primitivo de las cosas y de los animales, a la manera de una de sus máximas de cabecera, en este caso de Bataille: “Si… esa matemática verdad militar se contrasta con el orificio excremental del simio… el universo que parecía amenazado por el esplendor humano en forma lamentablemente imperativa no recibe otra respuesta que la descarga ininteligible de una carcajada”.

Bárbara Dawson, directora de la galería municipal de Dublín The Hugh Lane, donde se resguarda el archivo personal de Bacon, señaló sobre el carácter de algunos materiales. Su transformación en un ser frágil y anciano, y su camino hacia la decrepitud trajo otros significados. Este proceso de mutación fue importante para Bacon. Los significados se hacen así más misteriosos cuando se convierten en el sedimento fértil de su práctica pictórica. Es decir, sus obras cambian constantemente, como las figuras de un mazo de cartas que se baraja. Esta conexión surrealista, a lo cadáver exquisito, produjo en Bacon una fascinación imperecedera, pero en todo el material que se revela ahora continúa constituyendo un misterio y una fascinación visceral.