Universo gráfico que ofrecen el historiador Miguel Ángel Berumen y editorial Océano
El libro da cuenta del revuelo que causó el combate en la urbe fronteriza, que captaron 40 fotógrafos, y del fenómeno mediático que generó el inicio de la Revolución Mexicana
Viernes 15 de enero de 2010, p. 4
El historiador Miguel Ángel Berumen (Ciudad Juárez, Chihuahua, 1962) presenta un impresionante universo fotográfico de los albores de la Revolución Mexicana, a 100 años de los hechos. En su libro titulado 1911, la batalla de Ciudad Juárez en imágenes, que será publicado en breve por Océano, editorial que concedió a La Jornada como primicia la publicación de este material, a manera de adelanto, asistimos a la mismísima línea de fuego, seguimos los vicisitudes de reporteras y reporteros que arriesgaron su vida y pusieron en textos y en imágenes la historia. También presenciamos el fenómeno mediático que generó en su momento el inicio de la Revolución; vemos balas silbantes, observamos escenas que estremecen, nos convertimos en espectadores de la historia al tener enfrente este libro, espectacular e imprescindible, que toma la delantera de manera límpida en el año del bicentenario de la Independencia y del centenario de la Revolución. Al sonido del obturador sigue la historia: se considera a la batalla de Ciudad Juárez, ocurrida en mayo de 1911, anotan los editores, como la primera victoria militar y política importante de las fuerzas revolucionarias contra el régimen de Porfirio Díaz.
El revuelo convocó a gran cantidad de reporteros y fotógrafos que llegaron a esa ciudad fronteriza para documentar el enfrentamiento. La mayoría venía de Estados Unidos y entre ellos se contaban algunas mujeres
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Más de 40 fotógrafos, algunos aficionados, otros profesionales, captaron con cámaras automáticas y portátiles, en su mayoría, distintos aspectos de aquellas jornadas. Figuran los famosos: Francisco I. Madero, Francisco Villa, Pascual Orozco, Abraham González y otros jefes militares, pero también infinidad de combatientes anónimos y civiles que se sumaron a la lucha.
El autor del libro, Miguel Ángel Berumen, realizó una labor detectivesca para lograr estos casi tres centenares de imágenes impresionantes, este universo fascinante de fotografías, muchas inéditas, que aportan una visión, ventana, observatorio, microscopio, herramienta poderosísima para entender mejor la historia.
En esta cascada de imágenes, vemos a Porfirio Díaz siempre rodeado de militares resguardándolo, arropándolo, sosteniéndolo. Vemos frente a él la inminencia del estallido social: la sociedad que se organiza. Madero manda una carta al magnate de la prensa, Randolph Hearst, anunciándole la guerra, que la vía de las urnas ya no funciona, por lo que es momento de las armas, y hierve entonces la expectación, cunde la curiosidad, se gesta el fenómeno mediático: Algunos comerciantes publicaron en los periódicos locales anuncios escalofriantes como el siguiente: Manténganse fuera de la zona de peligro. Algunas personas salieron lastimadas ayer en El Paso, y algunos de ellos ni siquiera estaban viendo la pelea. La forma más segura de ver la pelea es conseguirse unos binoculares y quedarse fuera de rango. Un buen par de lentes de campo le traerán la escena de la pelea tan cerca que podrá oler la pólvora. Después de esa batalla viene un evento musical que no puede darse el lujo de perderse
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La gente se abalanzó a comprar cámaras fotográficas, que se conseguían hasta en tres dólares. Los autores de la mayoría de las imágenes que conforman el libro usaron una Kodak de fuelle con registros de rollo en formato 4x6. Los aficionados se peleaban las primicias con los profesionales para ganar los titulares de los periódicos, que seguían a las estrellas
de la guerra, en especial a Villa, aunque algunos medios trataban con desprecio a Zapata, a quien denominaban cabecilla
, pero no se daban el lujo de dejar de incluir sus fotos, así como la de otros dirigentes, en sus afanes de competencia comercial-periodística.
El consentido fue Francisco Villa, quien comprendió pronto, al igual que lo había hecho ya Madero, el poder de la imagen en los periódicos, y recurrió a rápidos cambios de vestimenta y posaba gustoso para las cámaras profesionales y de aficionados, quienes se disputaban y hacían fila para saludarlo de mano.
Entre los reporteros más destacados se incluyen testimonios apasionantes de los trabajos periodísticos de la reportera Edith Lane y del fotógrafo, ya para entonces legendario, Jimmy Hare, a quien vemos desplazarse sigiloso en el campo de batalla, o bien a punto de iniciar el vuelo en un incipiente aeroplano para sus espectaculares tomas de batallas plenas.
Los jefes revolucionarios llegaron a prohibir que los fotógrafos tomaran placas en el frente, pues los federales usaban las imágenes para ubicar a los dirigentes y emboscarlos, o bien infiltraban supuestos reporteros para conocer sus estrategias de guerra.
Entre el conjunto de imágenes destacan, junto a los desplazamientos guerreros, los héroes anónimos, como un combatiente a quien vemos de tres cuartos de perfil, casi de espaldas, encomendarse a un santo de palo, cargando bajo el brazo su caja de municiones y su escopeta, y adivinamos su rostro en éxtasis previo a la batalla; o a un joven fotógrafo de 16 años posando junto a un niño que empuña una pistola. Del fotógrafo se supo después que fue un eminente investigador de la negritud, en otros ámbitos. Del niño combatiente no se supo nunca nada.
Impresionante, el libro.
Ha iniciado ya el año del bicentenario de la Independencia y el centenario del inicio de la Revolución.