Mercados emergentes
Martes 12 de enero de 2010, p. 21
Las consecuencias sociales y políticas de la peor crisis económica desde la gran depresión han sido más leves de lo previsto. Al menos en los países en desarrollo, los gobiernos no han caído en un atolladero, como ocurrió después de la crisis asiática de 1997-98. No han reprimido a su población en las calles, como sucedió en Europa durante la década de 1930. Desde luego, algunos países han capeado el temporal con más éxito que otros.
Hace un año no se esperaba este panorama. Parecía probable que se aplicara la norma acostumbrada: que un estornudo del mundo rico acarreara pulmonía en los países en desarrollo.
Cierto, a principios de 2010 hay mil millones de personas con hambre, por primera vez en 40 años, pero otros pronósticos no son tan sombríos. Si bien en los tres últimos meses de 2008 ocurrió un desastre tras otro, el fin de 2009 fue un periodo de recuperación, si se mide en términos de capital, bonos y mercados de valores.
Durante 2009 los mercados de valores de los mayores países en desarrollo recuperaron todas las pérdidas que habían sufrido en 2008. En octubre de 2009 se vio el mayor flujo de un mes hacia fondos de bonos de los mercados emergentes desde 1995. Se calcula que los flujos netos de capital privado hacia países en desarrollo más que se duplicarán en 2010, a 672 mil mdd (aunque mucho menos que su nivel más alto). Tanto dinero nuevo fluye hacia los mercados emergentes que por todo el mundo en desarrollo se escuchan llamados al control de capitales.
Es probable que este frenesí por documentos de mercados emergentes desemboque en una burbuja, pero sirve para medir el cambio en la apreciación de la situación. La principal razón económica de esto es que los mercados emergentes fueron menos afectados por la recesión del mundo rico de lo que parecía probable a principios de 2009. Países grandes y populosos como China, India o Indonesia no se hundieron en la recesión; sólo sufrieron una desaceleración del crecimiento. Brasil y los tigres asiáticos tuvieron mermas de producción, pero repuntaron.
Sin embargo, la pauta fue variable. Los estados del Báltico tuvieron una depresión; México sufrió por su dependencia de EU, Europa oriental fue más golpeada que Asia, y los países africanos pobres sufrieron más que los asiáticos de medianos ingresos.
En general, la pérdida de producción en los mercados emergentes durante 2007 fue un poco mayor que en la crisis asiática de 1997-98, pero menor de lo esperado y mucho menos que la caída en el PIB mundial. Los mercados emergentes se beneficiaron de sus propios programas de estímulo y del activismo político en los países ricos.
Sorprendente estabilidad
Esta resistencia económica ha tenido grandes beneficios políticos y sociales. En lo político, lo más impactante de la crisis es la poca inestabilidad que causó. El peor bache en décadas apenas si condujo a la caída de un gobierno en el mercado emergente: el de Letonia (también el de Islandia se derrumbó). Otros gobiernos de Europa oriental se han visto sometidos a presión, sobre todo el de Hungría.
Sin embargo, dos de los mayores mercados emergentes –India e Indonesia– realizaron elecciones nacionales en 2009, y ambas fueron ganadas por el partido en el gobierno, cosa sorprendente en India, donde por tradición se vota contra los ocupantes del poder. En otro gigante emergente, Brasil, es probable que el presidente saliente deje el cargo en 2010 con cifras de aceptación en la estratosfera.
Contrastemos eso con lo ocurrido durante la crisis asiática de 1997-98. Disturbios por todo el país tras la abrupta devaluación de la moneda condujeron a la caída de la dictadura de 30 años de Suharto en Indonesia, de modo similar a lo ocurrido en Filipinas, donde también fue derrocado el presidente Joseph Estrada. El colapso financiero en Rusia produjo una crisis política que culminó con la destitución del primer ministro Sergei Kiriyenko. Un par de años después, en la transición de 2001 a 2002, Argentina tuvo tres cambios de presidente en 10 días
El segundo rasgo notable de la crisis es que, con una o dos exepciones, no parece haber causado ningún cambio fundamental en la opinión pública. No ha habido un salto del pesimismo ni grandes reacciones contra el capitalismo o el mercado libre, lo cual explica gran parte de la compostura política.
En comparación con la población occidental, la mayoría de la de los grandes mercados emergentes parece estar de humor casi resplandeciente. En China, India e Indonesia, según el Proyecto Pew sobre Actitudes Globales, con sede en Washington, más de 40% de encuestados se dijeron satisfechos con su vida (en China fueron 87%). En Francia, Japón y Gran Bretaña la cifa es menor de 30% (ver tabla).
Flexibilidad es fuerza
Un estudio realizado por la organización no gubernamental británica Oxfam describe las múltiples formas en que algunos países resistieron la recesión. Las remesas se sostuvieron más de lo esperado. Los padres rehusaron sacar a sus hijos de la escuela, o los cambiaron de escuelas privadas a públicas. Hubo pérdidas de empleos en sectores como exportación y minas, pero la reacción más común a la caída de la demanda fue recortar jornadas y salarios, reducir prestaciones e insistir en condiciones laborales más flexibles. En otras palabras, en vez de desempleo hubo mayor flexibilidad laboral.
Sin embargo, los países más pobres fueron más afectados que los de medianos ingresos a causa del salto en el precio de alimentos en 2007-08: de ahí el aumento de personas con hambre a mil millones, la cifra más alta desde 1970. En general, el sector informal ha sido más duramente golpeado que el formal y está fuera del alcance de los programas gubernamentales contra la pobreza. Si bien los países en desarrollo han hecho lo que han podido, sería erróneo pensar que su población ha escapado de la recesión.
Recesiones anteriores han dejado por los suelos la reputación de la mayoría de los países en desarrollo, y con baja credibilidad en los mercados de capital. En esta ocasión, son los ricos los que sufrieron daño en su reputación. La respuesta fiscal de muchos mercados emergentes ha elevado su credibilidad, y han ganado una fama inesperada por su prudencia fiscal.
Al principio de la crisis, un secretario mexicano de Estado suspiró: Por lo menos esta vez no es nuestra culpa
. Era un comentario cargado de triste ironía: como todos los demás, esperaba que la inocencia de México no significaría nada y que los mercados emergentes sufrirían lo peor. Pero no fue así. Hasta ahora, la historia de la recesión global en los mercados emergentes ha sido de virtud recompensada.
Fuente: EIU
Traducción de texto: Jorge Anaya