n la trigésima edición de la Muestra Nacional de Teatro no podían faltar las escenificaciones dedicadas a los niños. Del DF llegó Uga que la muy talentosa –actriz, directora, creadora de títeres y escritora– Haydée Boetto escribió y dirigió para Seña y verbo, el teatro de sordos ya muy afincado entre nosotros. Con dos actores sordos (Roberto de Loera y Eduardo Domínguez) y una actriz parlante (Carolina Garibay), además de la música en vivo de Jacobo Lieberman, la directora logró uno de los espectáculos más divertidos y mejor logrados de estos nueve días, con la creación ante el público de múltiples animales, hechos con trapos y otros objetos –que los tres amigos granjeros muestran al pequeño y extraño Uga. En cambio, Salir al mundo de Berta Hiriart que presentó el sinaloense grupo Agua alada (Mirimam Valdez, Judith Cárdenas, Paloma Parra, Claudio Trejo, Nio Sáinz e Iram Vega) dirigido por Alberto Bueno, quien también actúa el papel principal, tuvo todos esos defectos del mal teatro infantil, gritos, fea escenografía, mal trazo escénico, que por desgracia se conservan. Sin la gracia de la primera, pero con una excelente y bien usada escenografía además de ser un relato de aventuras y generosa amistad, Ilusiones para pescar en un barco llamado Melodía de Ramón Perea fue presentada por el también sinaloense grupo La Memoria Teatro dirigida por Alberto Morales, quien actúa junto a Jesús Ignacio Fernández Castillo y Rosalío Cañedo, todos asesorados por una de las maestras de nuestro teatro infantil, Perla Szuchmacher.
El colectivo Titeradas de Yucatán presentó Historias de un crimen de Wilbert Herrera, quien también la dirigió, una curiosa escenificación de ópera rock a base de títeres que narra un antiguo suceso local, con escenografía de Óscar Urrutia y la música original de Pedro Carlos Herrera cantada en pista grabada por varias voces. Y del otro extremo de nuestra geografía, Baja California, llegó una producción que enlaza al INBA y al Cecut (Centro Cultural Tijuana) en otro de los montajes importantes de la Muestra, Minotastasio y su familia el texto en que Hugo Hiriart recrea a su manera la historia del Minotauro. La dirección de Luis Martín Solís logra conjuntar de óptima manera las muy buenas actuaciones (Hilda Sánchez como Pasifae, Cairo Bermúdez como Ariadna, Yelina Rodríguez como Fedra, Héctor Hernández como Minotastasio, Adolfo Madera como el doctor que viene a ser Dédalo y Daniel Rojo como el pusilánime Teseo) con la presencia de la soprano Norma Navarrete en esta nueva mirada al texto de Hiriart concebido para títeres y actores. Si bien aquí no existió el juego de la casa que crece para que quepa el cada vez más gigantesco Minotastasio, lograda en la puesta original gracias sobre todo a los títeres, y la escenografía de Manuel Sánchez Rubio permanece igual o el pobre monstruo no es un gigante, es interesante constatar que esta vuelta de tuerca pone de relieve la amarga reflexión sobre la familia que se oculta tras el juego de Hiriart.
El estado sede presentó Roma al final de la vía de Daniel Serrano, una historia acerca de la amistad femenina y los deseos de escapar dirigida por Víctor Castillo con las actuaciones de Eva Audelo y Emma Miorin y escenografía de Luis Manuel Aguilar. De Colima se llegó uno de los más fallidos montajes de la Muestra, Entre paréntesis de Francisco Lozano Moreno, que la dirige y actúa junto a María del Carmen Cortés, miembros ambos del grupo Rodante. Lozano Moreno utiliza el golpe de Estado contra Allende y el exilio de los chilenos para intentar una parábola acerca del destierro y la pérdida, pero confunde esa pérdida de Hugo –por un traumatismo que le produce amnesia– con la pérdida de seres queridos por la violencia pinochetista y sorprende que Teresa, que tiene un marido traumado, decida no buscarlo y salir adelante
. Peor todavía, la banalización de la tortura con la escena de la cocina durante el sueño de Teresa, por no hablar del pésimo desempeño actoral del autor y director y su compañera. No se entiende que haya sido seleccionada.