on Marcelo Ebrard, jefe de Gobierno del Distrito Federal. Apreciable público.
Recibí con sorpresa la invitación que me hizo llegar la doctora Alejandra Moreno Toscano, mi amiga, para este evento tan significativo y vital de mi existencia.
Una sola razón explica mi presencia ante ustedes. Desde hace media centuria, y durante varios años, luché con tenacidad y en muchos frentes para convencer a mis interlocutores de salvar lo rescatable de una ciudad que hace cuatro siglos y medio fue el mayor asiento de la cultura occidental en este continente.
Veo con agrado y satisfacción que el proyecto que lancé se está llevando a cabo y que mis amigos Jacobo, Guillermo y otros más, que dejo de mencionar para no omitir nombre alguno, se han unido y empeñado en hacer realidad este sueño.
Hoy puedo decir que ya puedo morir tranquilo, viendo con alegría que este plan va viento en popa.
Señoras y señores, aún tengo presente la forma en que, como un monomaniaco, repetía y propalaba la necesidad de rescatar este foco urbano cultural.
Recuerdo que cuando la capital de la Nueva España ya tenía en una sola calle la primera universidad, la primera imprenta y la primera Academia de Bellas Artes del Continente Americano, todavía los búfalos pastaban con desenfado en Manhattan.
Progresivos hallazgos provocaron en mí, como es natural, un orgullo creciente de haber nacido en esta prodigiosa ciudad, mi patria chica.
Hoy observo con satisfacción que sigue viva la esencia de dicho proyecto.
Compartir con ustedes este reconocimiento me motiva a seguir imaginando formas de conservar nuestro Centro Histórico.
Muchas gracias, queridos compatriotas, por disfrutar conmigo tan codiciado sueño, que hace años tuvo que detenerse por un gobernante ignaro y apático. Se nombraba Uruchurtu.