Opinión
Ver día anteriorLunes 16 de noviembre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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TOROS
Perera, torero
E

l sol invernal, seda suave, miel y naranjal en una Plaza México vacía –después del lleno del domingo pasado con Enrique Ponce– se tornó noche fría cuando salió el séptimo toro –el clásico regalito– y permitió a los aficionados calibrar los avances del torero de Badajoz Miguel Ángel Perera, que dictó cátedra de cómo encerrar a un manso perdido en la muleta, prolongando las embestidas que se tornaban interminables.

Dueño de una técnica que le permite encontrarle con facilidad la distancia para torear a los toros. Conocedor de los terrenos en que realizará sus faenas. El valor le ayuda a jugar al toro colocándose en el lugar de la tela roja. Lentamente los cabales acabamos por reconocer en el torero extremeño, a un hombre recio, viril, definido como la gente de su tierra.

Así a un manso, de malas ideas, gazapón, andarín, resultaba difícil cuadrarlo para conseguir la estocada. Ésta resulto defectuosa; trasera y perpendicular de rápidos efectos. Lo que no le privó de escuchar los gritos consagratorios de torero, que ya había escuchado en el transcurso de su quehacer con el regalito y en la triunfal y vibrante vuelta al ruedo con la oreja de su enemigo.

Fue el toreo de Perera un vacío del pensamiento. Un instante sin lenguaje en el que se deja el lugar al cuerpo para que hable en su lugar. Mientras el público paralizado se queda frío, asustado –en especial cuando el torero se columpiaba de los pitones de los toros– antes de resucitar entre gritos de olé.

En tarde en que José Mauricio con la fiereza de su primer enemigo que asustó a las cuadrillas y fue pésimamente lidiado, lo que llevó a que el torero lo pasara sin haber recibido el castigo adecuado. El toro al que se zumbó, se fue para arriba. No perdió la cabeza y terminó su faena con unos doblones de los que centró al torito y lo pudo pasaportar con elegancia.

Por su ímpetu, Mauricio consiguió que la efusión de su juventud encendiera la luz de un torear que apunta un estilo definido, a pesar de no poder redondear sus faenas. Los toros de Barralva que tantas expectativas despertaron, decepcionaron. Qué pedazo de torero este Miguel Ángel, que con el toro adecuado mostrará su hondura.