an fácil y tan claro como esto: la Orquesta Sinfónica de Michoacán (Osidem) se presentó recientemente en la Sala Nezahualcóyotl con uno de los programas más interesantes ofrecidos por orquesta alguna en mucho, mucho tiempo.
Bajo la batuta de su director artístico, Eduardo Sánchez-Zúber, la Osidem ofreció un programa novedoso, retador y sin complacencias, conformado por tres conciertos para instrumentos inusitados, de compositores poco conocidos, y de estilos y lenguajes alejados de lo convencional.
De inicio, Pataruco, concierto para maracas y orquesta del venezolano Ricardo Lorenz. Sí, es de origen popular, pero el compositor ha sabido estilizar y abstraer sus fuentes, evitando del todo el pasticcio folclorizante tan usual en casos análogos. Hay una sabrosa parte de arpa, que enfatiza la presencia emblemática del llano venezolano y, a lo largo de toda la obra, un muy buen balance, tanto en lo formal como en lo estrictamente sonoro.
¿Quién mejor para las maracas solistas que Ricardo Gallardo? Ejecución experta, sensibilidad para trabajar de común acuerdo con director y orquesta, precisión y concentración indeclinables. De interés particular, el guiño cómplice de Lorenz al hacer surgir de la orquesta a numerosos e inesperados maraqueros que retan e increpan al solista hacia el final de su Pataruco.
Después, Juan Alzate se encargó, con un nivel análogo de calidad interpretativa, del Concertino para saxofón tenor del estadunidense Bob Mintzer, obra que transita por distintas vertientes del jazz, y también de algunas otras músicas del lado del pop. La identidad de la obra es estadunidense, sí, pero no flagrante en sus gestos y motivos, a pesar de la presencia evidente de pinceladas sonoras provenientes de los estilos y lenguajes de diversas músicas escénicas muy American style. La orquesta es pequeña y muy bien utilizada, y la escritura para el saxofón es muy apropiada e idiomática.
Alzate estuvo plenamente a la altura de las demandas técnicas y expresivas de la parte solista y se mostró especialmente eficaz en la fogosa cadenza del tercer movimiento.
Para concluir, el Concierto para violín y violín eléctrico de Darryl Thomas Kubian, con Eric Wyrick como solista. Aquí, el violín eléctrico no es usado como un mero aumentador de volumen, sino que se aprovecha plenamente el pedal de efectos para complementar (o contradecir, acaso) el leguaje épico, neorromántico de buena parte de la obra, que por momentos se disuelve en una expresión más moderna, abstracta y astringente. Country, Copland, bluegrass, heavy metal y otros ingredientes, son claramente perceptibles en este collage que, si bien es atractivo, por momentos resulta demasiado ecléctico y difícil de ubicar.
Como encore, un divertido trozo vivaldiano con violín eléctrico solista, apreciado por buena parte del público pero denostado por algún purista con la expresión: son puras gringaderas
.
A partir de este primer contacto puedo decir que la Osidem suena sólida y compacta, que se percibe disciplina y preparación, así como buena concentración para responder con unanimidad a las exigencias rítmicas precisas planteadas por la batuta de Eduardo Sánchez-Zúber. El buen resultado de este inusual concierto me ha dejado con el deseo de escuchar a la Osidem enfrentarse a otros repertorios.
Como era de esperarse dadas las actuales circunstancias, la Sinfónica de Michoacán llevó la penitencia en el pecado
de presentarse en la capital con semejante programa, en vez de venir a lucir los tradicionales caballitos de batalla. La penitencia fue una raquítica, miserable concurrencia de público, inmerecida del todo para una orquesta de buen nivel, que toca aquí con escasa frecuencia, y que se atrevió a programar un concierto con imaginación. Claro, es cuestión de prioridades.
No podemos (ni queremos) ir a los conciertos que no traigan huapangos y sones porque estamos muy ocupados esperando a que esa impar e indispensable intelectual de nuestro tiempo que es Shanik Berman nos aporte más datos sobre el estado que guardan las nalgas de Alejandra Guzmán. Ese es nuestro interés fundamental de hoy. Eso es lo que somos.